La resurrección remite al seguimiento de Cristo
La resurrección de Cristo no es el final feliz de un drama. Es el resultado de una vida. Al resucitar a Jesús, Dios manifiesta el valor de la vida Jesús. Una vida así no desemboca en la muerte, sino en la vida. Porque el amor es fuente de vida. Y el amor sin límites es fuente de vida eterna.
La resurrección de Cristo no puede separarse del resto de su vida. Y debe leerse a la luz de su vida entera. A “este Jesús”, que vivió y actuó de una determinada manera, y que fue rechazado por los hombres, a este precisamente Dios ha resucitado, introduciéndolo en la vida plena y verdadera. Esto significa que Dios aprueba y ratifica esta vida que los hombres rechazaron. La resurrección no hay que entenderla como un correctivo de la cruz o una recompensa por lo hecho o padecido. La resurrección autentifica el camino de Jesús y muestra la meta a la que conduce ese camino. Manifiesta el fracaso del mundo y que el camino de Jesús es el bueno., el único que conduce a la vida. Por eso, la resurrección no puede separarse del camino de Jesús, un camino que puede pasar por la cruz, pero que desemboca en la resurrección. La resurrección nos remite al camino de Jesús, a la vida de Jesús, en definitiva, al seguimiento de Cristo.
Una cosa más. La resurrección es la definitiva respuesta de Dios a la pregunta por la justicia y el derecho. A los muertos injustamente no se les hace justicia con ceremonias póstumas. Se les hace justicia devolviéndoles lo que injustamente se les ha quitado, o sea, recuperándolos para la vida. Si no hay victoria sobre la muerte, no hay victoria sobre la injusticia. Con la victoria de Jesús sobre la muerte, se evidencia que la causa de Dios es la causa de Jesús y, en definitiva, la causa de todos aquellos que pasan por la vida haciendo el bien y entregando la vida por amor.
La historia sola es incapaz de rescatar a los muertos, y de redimir el dolor, la indignidad y la opresión acumulados a lo largo de su trayectoria. Al contrario, si hemos de hacer caso a Hegel, la historia termina por justificar la injusticia. Pero si Dios existe, y ha resucitado a Jesús, entonces es posible la justicia, la dignidad y la liberación para todos.