El profesor publica 'Vicente Enrique y Tarancón, la consecuencia del Evangelio' (Khaf), Joseba Louzao: "Sin el empeño de Tarancón, la ruptura con el régimen hubiera sido mucho más complicada de lo que ya fue"
"El gran acierto de Tarancón fue demostrar que la Iglesia católica y su jerarquía podían jugar un papel esencial en los debates éticos y políticos sin tener que confundirse con el poder, ni con ideologías"
"Tarancón tuvo que responder a grandes retos en una Iglesia que, después del concilio Vaticano II, comenzaba a tensionarse internamente, con un incipiente proceso de pérdida de influencia social del catolicismo y, sobre todo, en el proceso de aprendizaje de lo que suponía el pluralismo y la libertad. Tuvo éxitos y fracasos"
"Tarancón lo fue todo en la Iglesia española de su tiempo. Era el hombre de Pablo VI en España y, junto al nuncio Dadaglio, diseñaron la agenda que debía implementar la Iglesia en el nuevo tiempo que se abría tras la muerte del dictador. Sin su empeño y tesón la ruptura con el régimen hubiera sido mucho más complicada de lo que ya fue"
'Vicente Enrique y Tarancón, la consecuencia del Evangelio' (Khaf), en la Tienda RD
"Tarancón lo fue todo en la Iglesia española de su tiempo. Era el hombre de Pablo VI en España y, junto al nuncio Dadaglio, diseñaron la agenda que debía implementar la Iglesia en el nuevo tiempo que se abría tras la muerte del dictador. Sin su empeño y tesón la ruptura con el régimen hubiera sido mucho más complicada de lo que ya fue"
'Vicente Enrique y Tarancón, la consecuencia del Evangelio' (Khaf), en la Tienda RD
"Queda mucho, muchísimo por contar". Joseba Louzao ha escrito 'Vicente Enrique y Tarancón, la consecuencia del Evangelio' (Khaf), un breve ensayo en el que lanza una aproximación a la vida y obra de uno de los 'padres' de la Transición y eje de la renovación postconciliar en la Iglesia española.
"Tarancón lo fue todo en la Iglesia española de su tiempo", asegura Louzao, que cree que "el gran acierto de Tarancón fue demostrar que la Iglesia católica y su jerarquía podían jugar un papel esencial en los debates éticos y políticos sin tener que confundirse con el poder, ni con ideologías". Hablamos con él.
¿De dónde surge la idea de escribir este libro sobre el cardenal Tarancón?
Esta biografía nace de la forma más azarosa posible. Chema Pérez Soba, como director de la colección, me preguntó quién podía estar interesado en escribir una biografía de Tarancón. En ese momento, estaba con las Confesiones de Vicente Enrique y Tarancón sobre mi mesa de trabajo. Había iniciado una investigación sobre la Democracia Cristiana en los inicios de la democracia, pero lo abandoné por acercarme a este personaje crucial para entender la historia de la Iglesia católica en la España contemporánea. No dudé y le dije que yo me lanzaba al ruedo. Era un desafío porque, siguiendo la idea original de la colección, quería profundizar en la biografía de Tarancón desde ese parteaguas que para él era el concilio Vaticano II. Lo he comentado a varias personas, me gustaría creer que se trata de una primera aproximación y que, más adelante, podré ahondar más en la figura de Tarancón.
De Tarancón se ha escrito mucho. Incluso él mismo publicó sus memorias. ¿Qué queda por contar?
Mucho, queda muchísimo por contar. En el fondo, publicó unas memorias de juventud y unas confesiones que, en el fondo, buscan justificar su actividad durante el tardofranquismo y la transición a la democracia. Hay momentos importantes de su vida sobre los que no quiso hablar, pero siguen siendo fundamentales para comprender su evolución. Tampoco podemos olvidarnos de que existen multitud de documentos en archivos civiles y eclesiales que nos ayudarán a mejorar la comprensión del personaje. Por desgracia, aún queda tiempo para desempolvar esa documentación.
Además, creo que se ha escrito mucho sobre el Tarancón público, el que no tuvo miedo en mancharse las manos en el día a día de la política, pero sabemos bastante menos de su experiencia religiosa. Como pasa con cualquier creyente, no entenderemos jamás a Tarancón sin atender a su espiritualidad y su manera de vivir la fe. Si las páginas de este libro sirven para subrayar esto, habrá merecido la pena escribirlo.
¿Por qué es tan relevante su figura?
Tarancón lo fue todo en la Iglesia española de su tiempo. Era el hombre de Pablo VI en España y, junto al nuncio Dadaglio, diseñaron la agenda que debía implementar la Iglesia en el nuevo tiempo que se abría tras la muerte del dictador. Sin su empeño y tesón la ruptura con el régimen hubiera sido mucho más complicada de lo que ya fue. No fue fácil convencer a algunos de sus propios compañeros en la Conferencia Episcopal y hubo grandes choques. Él había sido un obispo del régimen y supo mirar hacia atrás con autocrítica.
¿Es una figura olvidada hoy? ¿Por qué?
Por todo ello, llama la atención el olvido. Especialmente porque vivimos en un tiempo de sobresaturación de memorias. Es extraño que apenas quede de Tarancón el recuerdo a algunos que vivieron aquellos años. Quizá sea una demostración de lo traumático que es el pasado eclesial en España. Y de que su papel terminó por no satisfacer a nadie. La compleja recepción de Tarancón también ayuda a comprender que no se podía estereotipar en las habituales divisiones eclesiales entre conservadores y progresistas. Tarancón tuvo que responder a grandes retos en una Iglesia que, después del concilio Vaticano II, comenzaba a tensionarse internamente, con un incipiente proceso de pérdida de influencia social del catolicismo y, sobre todo, en el proceso de aprendizaje de lo que suponía el pluralismo y la libertad. Tuvo éxitos y fracasos. Pero creo que favorecer la llegada de la democracia y silenciar los ecos bélicos del pasado estarán siempre en la deuda que hemos contraído con Tarancón. Su papel fue esencial aunque, por supuesto, no fuera el único protagonista de esta historia.
¿Qué queda del 'modelo Tarancón' en la Iglesia actual?
El gran acierto de Tarancón fue demostrar que la Iglesia católica y su jerarquía podían jugar un papel esencial en los debates éticos y políticos sin tener que confundirse con el poder, ni con ideologías. Como él señaló en varias ocasiones, el Evangelio era mucho más grande que cualquier propuesta partidista, incluso de las que podían llevar el adjetivo cristiano. Creo que esta premisa está en el ADN del modelo Tarancón. Y, guste más o menos, estableció un marco del que ya es muy complicado escapar.
Dictadura, Concilio, Transición son tres de los ejes de este libro. ¿Hasta qué punto son relevantes para entender su figura? ¿Hasta qué punto se trata de cuestiones no solucionadas en la Iglesia y la sociedad españolas?
Las dos experiencias de conversión que vivió – y las palabras son suyas- son la Guerra civil española y el concilio Vaticano II. Sin estos dos acontecimientos no se puede explicar su papel en el desenganche de la Iglesia católica con respecto al régimen. Se trata de un auténtico puzle existencial: Tarancón lee las propuestas conciliares desde la guerra. El Vaticano II le ayuda a comprender que la defensa de los derechos humanos y la apuesta democrática del concilio son la única vía para conseguir un futuro diferente. O, lo que puede ser lo mismo, que no se repitiera una catástrofe como lo que había supuesto la Guerra civil.
Tarancón hoy estaría ocupado y preocupado, como lo estuvo en su momento, por buscar el encuentro de las diferentes sensibilidades eclesiales. Él fue consciente de que no lo consiguió. Supongo que seguiría intentándolo, con franqueza y sin miedo
Pienso que Dictadura, Concilio y Transición son tres conceptos que sirven para un roto y un descosido. Que son utilizados para justificar, atacar o defender casi cualquier propuesta. Y son categorías que usamos mucho porque sirven para delimitar espacios y ayudan a polarizar. Yo mismo me pregunto de vez en cuando: ¿se pueden cerrar todos estos tipos de cuestionamientos? Guste o no, seguirán apareciendo todo tipo de conflictos políticos, sociales y culturales. Es sano y necesario que existan. Lo esencial es saber cómo los queremos gestionar. Probablemente, debamos poner en valor las experiencias de consenso y los acuerdos alcanzados en democracia. Que no son pocos, ni pequeños. Y lo mismo valdría para la vida eclesial.
¿Cómo vería el cardenal la situación de la Iglesia en España?
No me gustan este tipo de ejercicios. En el fondo, aunque se la adjudicamos a otros, siempre terminamos hablando con nuestra propia voz. Tarancón hoy estaría ocupado y preocupado, como lo estuvo en su momento, por buscar el encuentro de las diferentes sensibilidades eclesiales. Él fue consciente de que no lo consiguió. Supongo que seguiría intentándolo, con franqueza y sin miedo.
¿Qué haría Tarancón frente a los abusos?
No lo sé y no lo podemos saber. Ningún personaje del pasado debería ser utilizado para fustigar o para alabar a los protagonistas del presente. Creo que la auto-exigencia eclesial debería ser radical porque la ética cristiana solamente se entiende desde los más vulnerables. Además, la credibilidad se juega en los hechos, no en las palabras.
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