Un camino que se presenta muy largo Balance del Sínodo: La Asamblea Sinodal muestra la dificultad de construir una Iglesia de la diversidad
Podemos preguntarnos si la conversación en el Espíritu ha calado en ellos o siguen presos de las estrategias y cálculos humanos
No saben que la diversidad enriquece, nos abre perspectivas, nos ayuda a ver que la vida, y la Iglesia, no pueden ser monocromáticas, que los diferentes colores ayudan a descubrir que lo que realmente cuenta es “amar a Dios con toda la vida y amar al prójimo como a nosotros mismos”
“Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia” es la ruta a seguir
Seamos “una Iglesia más sinodal y misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos”
“Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia” es la ruta a seguir
Seamos “una Iglesia más sinodal y misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos”
| Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
Después de dos años de camino y un mes de trabajo intenso, uno se da cuenta de cómo es difícil construir una Iglesia de la diversidad. Las votaciones del Documento de Síntesis, aunque se hayan empeñado en llamarlo informe, es una prueba de eso. La diversidad chirría, y en consecuencia podemos decir que una Iglesia sinodal sigue molestando a algunos.
No se puede y no se va a retroceder
En el Sínodo son conscientes de eso, como dejó entrever el cardenal Hollerich, Relator General del Sínodo de la Sinodalidad, en la rueda de prensa final. Se cuenta con la oposición, que aprovecha cualquier resquicio para soltar su discurso de siempre, aunque no tenga nada que ver con lo vivido durante el camino sinodal y que para eso se tenga que quitar la palabra a otro, inclusive al Papa. Es un querer retroceder, una actitud que no puede ser y no será permitida, por mucho que unos pocos, e insisto en este 'unos pocos', aunque uno sabe que hacen mucho ruido, se empeñen.
Cuando decimos que las decisiones tienen que ser fruto de la diversidad, los que siempre mandaron se levantan en armas; cuando se propone que uno tiene que sentarse a la misma mesa redonda con todos, hay quien sigue queriendo una mesa con cabecera; cuando se habla de escuchar a los pobres, a las mujeres, a los LGBTI, a quienes decidieron emprender otro rumbo en su camino vocacional, se les marca con una cruz. Podemos preguntarnos si la conversación en el Espíritu ha calado en ellos o siguen presos de las estrategias y cálculos humanos de los que Francisco siempre habla, habló hoy y seguirá hablando.
No asustarse con la diversidad
Quien se asusta con la diversidad, quien se indispone ante una Iglesia sinodal, tiene que pensar en la solidez de sus fundamentos de vida y de fe. En el fondo no son personas libres, viven anclados en sus ideologías veterotestamentarias, son idólatras, como decía el Papa recordando las palabras de Martini, en las que recuerda que Dios puede “alterar mis expectativas”, que no se le puede controlar.
No saben que la diversidad enriquece, nos abre perspectivas, nos ayuda a ver que la vida, y la Iglesia, no pueden ser monocromáticas, que los diferentes colores ayudan a descubrir que lo que realmente cuenta es “amar a Dios con toda la vida y amar al prójimo como a nosotros mismos”, el principio y fundamento al que Francisco se refería en su homilía en la misa de clausura de esta primera sesión de la Asamblea Sinodal, haciendo como buen jesuita un guiño a San Ignacio. Y eso no es algo abstracto, es algo que tiene rostros, concretos, diversos, llenos de vida y de enseñanzas, claras expresiones del amor de Dios.
Adorar, servir y amar
Cuando uno adora y sirve, cuando Dios y los que no cuentan están presentes en nuestra vida y en el caminar de nuestra Iglesia, la diversidad no nos asusta. Cuando se ama se entiende y se aprende a convivir y a disfrutar de la presencia a nuestro lado, en nuestra misma mesa, de aquel que es diferente. Pero para eso es esencial tener capacidad de asombrarnos con las historias de vida del otro, un asombro que nace de la verdadera escucha, del modo de escuchar de Jesús, del Dios hecho amor concreto.
La diversidad nos lleva a contemplar a Dios en todos y nos ayuda a no caer en la tentación de ponernos en el centro y no poner realmente a ese Dios encarnado en el otro, también en el diferente, en aquel a quien tenemos que servir, pues “no hay amor de Dios sin compromiso por el cuidado del prójimo”, y el diferente también es prójimo.
Dios en el centro junto a los pobres y débiles
La reforma de la Iglesia, que puede ser considerado uno de los grandes propósitos del Sínodo, sólo tendrá lugar en la medida en que consigamos “adorar a Dios y amar a los hermanos con su mismo amor”, a aquellos que hoy serían identificados con quienes el libro del Éxodo llama el extranjero, la viuda y el huérfano. Se trata de poner a “Dios en el centro y junto a Él aquellos que Él prefiere, los pobres y los débiles”, para concretar “una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos”, como ha insistido el Papa.
“Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia” es la ruta a seguir. Podemos preguntarnos si será esa la Iglesia que va a nacer del actual proceso sinodal. Para ello es decisivo “experimentar la tierna presencia del Señor y descubrir la belleza de la fraternidad”, que se hace presente en la diversidad, “en la rica variedad de nuestras historias y nuestras sensibilidades”, en palabras del Papa. No perdamos el horizonte en un camino que continúa, seamos “una Iglesia más sinodal y misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos”, también al diferente.