Un primer análisis del Sínodo sobre la Sinodalidad Mauricio López: “Para el Papa, su pontificado en materia pastoral y de reforma está fuertemente asociado a la sinodalidad”
"Actitud de escucha, pero no una escucha demagógica, sino la escucha como condición imprescindible para el discernimiento"
"Hay mucho espacio para la participación, para la creatividad, y la metodología tendrá que ser consistente con lo que hemos ido viviendo y aprendiendo en todos estos años, pero también va a ser desafiante asegurar concreta y eficazmente la presencia de los improbables, los excluidos"
"La idea es justamente eso, al menos en el caso nuestro, para América Latina, llevar la experiencia, conectarla, valorar los pasos dados y que pueda ser también parte de la reflexión general en este nuevo Sínodo"
"He pasado de hablar de resistencias, que las hay, y muchas, a hablar de fuerzas entorpecedoras de la revelación del Espíritu"
"La idea es justamente eso, al menos en el caso nuestro, para América Latina, llevar la experiencia, conectarla, valorar los pasos dados y que pueda ser también parte de la reflexión general en este nuevo Sínodo"
"He pasado de hablar de resistencias, que las hay, y muchas, a hablar de fuerzas entorpecedoras de la revelación del Espíritu"
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
La sinodalidad podría ser considerada como la bisagra en el pontificado de Francisco, un Papa que se empeña en poner en práctica elementos que forman parte de la reflexión eclesial desde el Concilio Vaticano II. Por eso, el Santo Padre ha convocado a la Iglesia universal a un nuevo sínodo, con una metodología que ha ido ensayando en los tres sínodos anteriores que ya condujo.
El Papa Francisco quiere que la Iglesia se empape de sinodalidad, que aprenda a vivir en sinodalidad. Alguien que entiende los caminos de esa sinodalidad en la práctica es Mauricio López, coordinador de Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM). Su papel en el Sínodo para la Amazonía le ha ayudado a profundizar en esa dimensión, y sus palabras son una luz que nos ayudan a entender el proceso de un Sínodo que será abierto en cada diócesis del mundo el próximo mes de octubre.
En esta entrevista, Mauricio López reflexiona sobre esos pasos a ser dados y sobre lo que la Iglesia de América Latina y del Caribe puede aportar, sobre todo desde la experiencia del Sínodo amazónico y de la Asamblea Eclesial que está llevando a cabo. Estamos ante un Sínodo que debe estar abierto a todos, también a los que él llama “improbables”, los excluidos, los periféricos. Estamos ante una nueva oportunidad, que ciertamente encontrará “fuerzas entorpecedoras de la revelación del Espíritu”, en el que la dinámica del Kairós, de la revelación de Dios en el tiempo propicio se hará una vez más presente.
El Papa Francisco acaba de convocar el nuevo sínodo, que a pesar de que sabíamos que sería convocado, ha sorprendido en el modo en que se va a llevar a cabo. Una vez más la escucha se presenta como camino decisivo para la Iglesia sinodal que el Papa Francisco quiere hacer realidad. ¿Cuáles son las nuevas posibilidades que ofrece para la Iglesia este sínodo?
Si bien es un proceso que apenas está comenzando y estaremos muy atentos a abrazar lo que se irá definiendo paulatinamente, aquí tenemos que hacer una lectura de los pasos dados por el Papa, asociados a sus expresiones y acciones repetidas, donde pone la praxis de la sinodalidad como uno de los modos propios de ejercer su pontificado. Esta actitud de escucha, pero no una escucha demagógica, sino la escucha como condición imprescindible para el discernimiento. Una escucha situada en un contexto orante, en una dinámica que exige libertad interior, no estar atado a posiciones, a ideologías, sino buscar genuina y valientemente lo que el Espíritu quiere decirnos, y lo asumamos con todas sus consecuencias.
Para el Papa, el modo propio de ejercer su pontificado en materia pastoral y en materia de reforma está fuertemente asociado a la sinodalidad. La sinodalidad como praxis, la sinodalidad como concepto en desarrollo, la sinodalidad incluso como categoría estructural dentro de la Iglesia, así como lo expresa la Episcopalis Communio como constitución apostólica.
Lo segundo, para comprender la mirada sinodal de su pontificado hay que recorrer los sínodos que el Papa ha animado. Si uno ve el Sínodo de la Familia, se da cuenta que, siendo un tema importante, complejo, donde era urgente y necesaria una voz sobre todo laical, el Papa instaura una dinámica preparatoria larga, con dos encuentros presinodales de amplia participación, que de cierta forma van procesando la reflexión y preparando el camino. Metodológicamente, ahí el Papa fue entendiendo el sentido del discernimiento amplio para preparar también las asambleas sinodales ayudado de otros procesos previos.
En el Sínodo de los Jóvenes, en cambio, lo que se fue enriqueciendo fue una ampliación de la escucha. Fue una ampliación de la escucha como actitud, no sé qué tan eficaz fue eso en el modo en que se estructuraron los documentos, pero la modalidad de la escucha se amplió, sobre todo dando espacio a una participación individual muy grande en la distancia. En el Sínodo de los jóvenes ya en la Asamblea se logró también una representación más significativa de presencias como auditores, invitados y peritos, que representan de modo más vivo la temática que se estaba tratando, en este caso la juventud, dentro del proceso del Sínodo.
Hay un dato interesante, la Episcopalis Communio se publica pocos días antes de la realización de la asamblea del Sínodo de los Jóvenes. Su impacto concreto, orgánico, en el Sínodo de los Jóvenes, ya era prácticamente mínimo, en cuanto a estructura, porque era un Sínodo que ya estaba organizado. El Sínodo de la Amazonía fue el ensayo metodológico más importante, donde las dos experiencias anteriores encontraron un punto de convergencia y donde los cambios estructurales de la Episcopalis Communio tuvieron su punto de realización inicial. En el sentido de participación amplia del Pueblo de Dios y de una metodología de escucha concreta, formal, explícita, que tuvo un impacto en todo lo que tuvo que ver con el propio procedimiento del Sínodo en todas sus etapas. Y luego, la amplitud de las presencias del Pueblo de Dios en todo el proceso, sobre todo pueblos originarios, mujeres, invitados de otras instancias internacionales o de otras denominaciones cristianas, tanto en las fases previas como en la fase asamblearia.
A la hora de concretar los pasos a ser dados en este Sínodo sobre Sinodalidad, ¿qué elementos podemos decir que van a estar presentes?
A la espera de que se definan los aspectos concretos, a algunos les parece que es un tema extraño, novelero, que no toca los aspectos esenciales de la Iglesia, pero eso es muy debatible. Al final de cuentas, la dinámica sinodal está presente desde el origen de la Iglesia, en las primeras comunidades, en su modo de discernir el modo de ser, estructurarse y caminar. Pero, por otro lado, refleja fielmente, no solo el pontificado de Francisco, sino muchos de los aspectos que el Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium ya describía y planteaba como necesidad de reforma estructural, y que en este proceso estarán también presentes.
Ahí tenemos una oportunidad única, donde todos estos pasos previos del camino sinodal se han ido desarrollando, concretizando, y lo que tenemos ahora es una manera mucho más organizada, que toca todos estos niveles: amplitud, diversidad, metodología de escucha, ahora con la novedad de pasos escalonados, de abajo hacia arriba, para llevar la voz del Pueblo de Dios hasta el acontecimiento asambleario sinodal, pensando la Iglesia particular y el Pueblo de Dios, y las estructuras y experiencias regionales.
Una absoluta novedad es que va a tener dos documentos de trabajo, uno que resultará de la escucha a las diócesis y a todo el Pueblo de Dios que hace parte de las Iglesias particulares, reflejando las realidades territoriales eclesiales, y luego una segunda etapa sobre las regiones continentales, que producirá a su vez un segundo Instrumentum laboris, que se estructurará a partir de las voces de los consejos episcopales regionales, o sus equivalentes como federaciones o simposios, en las distintas regiones del Planeta. Hay mucho espacio para la participación, para la creatividad, y la metodología tendrá que ser consistente con lo que hemos ido viviendo y aprendiendo en todos estos años, pero también va a ser desafiante asegurar concreta y eficazmente la presencia de los improbables, los excluidos.
Esas voces tradicionalmente excluidas, periféricas, consideradas destinatarios de nuestro quehacer pastoral, cuando en realidad, en términos pastorales desde el sensus fidei, son y han de ser más sujetos de su propia historia de fe, sujetos con su propia voz. El gran desafío seguirá siendo el cómo acercar esta experiencia a esos grupos de periferia, a esos grupos excluidos, y que no se quedé todo, ahora con una estructura muy interesante de abajo hacia arriba, siempre mediado por los grupos ya más estructurados, o peor aún, filtrado en función únicamente de grupos más afines al pensar de quien gobierna o dirige las distintas instancias.
Lo que el Papa decía en su mensaje a la asamblea eclesial, cuidado que no sea una experiencia plena del Pueblo de Dios y nos convirtamos en una élite, élite ilustrada, élite pastoral, ahí está el desafío en este sínodo sobre sinodalidad.
Hablas de la importancia de la escucha en ese proceso sinodal y, de hecho, como fue comentando en la última asamblea del CELAM, desde la Secretaría del Sínodo de los Obispos se quiere contar con esa experiencia de la Iglesia latinoamericana y caribeña, primero con el Sínodo para la Amazonía y ahora con la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. ¿Cómo esa experiencia eclesial latinoamericana y caribeña puede iluminar a la Secretaría del Sínodo y a la Iglesia universal en ese proceso sinodal?
Como equipo del CELAM ya hemos tenido una serie de diálogos muy esperanzadores con el secretario del Sínodo de los obispos, el cardenal Grech, y los subsecretarios, Mons. Luis Marín y la hermana Nathalie Becquart. En realidad, ellos nos han expresado ya de antemano su valoración profunda por la experiencia latinoamericana, de todo lo que ha sido el Magisterio de esta región, y por la experiencia del Sínodo amazónico, en términos de metodología, participación, y el modo de llegar a las periferias.
Pero, por otro lado, nos han expresado un deseo profundo de que la experiencia de la I Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, y todo el camino de escucha que se está haciendo en ella, pueda servir como un ejemplo entre muchos de este proceso de una Iglesia más sinodal en su praxis, no solo en su modo de organizar eventos puntuales. Esto va a ser muy interesante, incluso se nos ha pedido, a través de mi persona, colaborar dentro de una de las comisiones, la de metodología, que todavía se está definiendo su itinerario, y apenas hemos comenzado los primeros encuentros.
La idea es justamente eso, al menos en el caso nuestro, para América Latina, llevar la experiencia, conectarla, valorar los pasos dados y que pueda ser también parte de la reflexión general en este nuevo Sínodo. Así sucede con otro tipo de experiencias en otras regiones del mundo, con personas que también estarán contribuyendo dentro de este espacio. En concreto, la segunda fase de este Sínodo sobre Sinodalidad, que plantea la mirada de la región continental, ya está dando un elemento inédito de querer fortalecer las experiencias de las conferencias o consejos, como el caso del CELAM, que también tienen un rol dentro de la Iglesia, un rol subsidiario, un rol articulador, no de sustitución o de convertirse en macro conferencias episcopales, pero sí llamadas a ser otro tipo de respuesta eclesial para asumir desafíos de otra dimensión.
Lo que vivimos con la Amazonía, REPAM, Sínodo, que hemos ya hablado en alguna ocasión, aquí lo están valorando muy positivamente. Aunque todavía estamos conociendo la propuesta, viendo el despliegue de materiales que se están desarrollando sentimos una afinidad profunda con las experiencias de nuestra región, sobre todo con la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Dada la gran diversidad que existe dentro de la Iglesia católica, lo que sin duda es una gran riqueza, ¿cómo se va a hacer para conseguir colocar en propuestas comunes toda esa diversidad que debe nacer de un proceso de escucha sinodal en el que deben participar millones de personas? ¿Cómo conjugar todo eso en documentos?
Eso es lo que ahora se comenzará a diseñar y a definir, tendremos ocasión de colaborar en esa pregunta tan esencial pero tan difícil. Hay una conciencia muy clara de la dificultad de esto, pero esto es mi apreciación personal, como Mauricio López, vamos comprendiendo cada vez mejor el sentido del discernimiento comunitario. El Papa también lo ha ido introduciendo cada vez con más fuerza, y la Secretaría del Sínodo de los Obispos, con las incorporaciones que ha tenido y con el modo que están trabajando actualmente, va activando fuertemente la perspectiva del método del discernimiento.
Los que hemos participado de estos procesos en torno a decenas, centenas o miles de personas, vamos encontrando que es posible, con un método muy bien llevado, con una clara perspectiva orante, y con una disposición de discernimiento, ir encontrando en el método de la conversación espiritual, cuál va siendo la voluntad de Dios que se va revelando a través de la escucha, más allá de mis palabras, en lo que va tomando más sentido en sentido comunitario.
He visto experiencias maravillosas en la Comunidad de Vida Cristiana (CVX), de la que hago parte, o en entornos vinculados también a los jesuitas, en ámbitos complejos, donde siempre y cuando el método esté bien llevado, y exista la disposición interior, es posible introducir un dinamismo de discernimiento genuino. Acordémonos de lo que ha dicho el padre Antonio Spadaro, o el propio Austen Ivereigh, que son, uno narrador de la pastoral y la pedagogía del Papa, y el otro uno de sus biógrafos. Ellos dos van constatando que el Papa lo que quiere es llevar a la Iglesia en su conjunto a una vivencia de Ejercicios Espirituales, de purificar la intención, de asumir el llamado de Jesús, de discernir la voluntad de Dios, de entrar en clave de seguimiento hasta la Cruz y mirar la Resurrección.
Se están dando pasos serios, que este sínodo va a ser la gran prueba para poner en práctica ese discernimiento como método que el Papa ha ido marcando como esencial. El Papa, en cuanto director espiritual, va marcando los puntos, pero la experiencia del método se tiene que transmitir bien y el proceso, al final del día, lleva al encuentro del Creador con sus creaturas, con su Iglesia, con lo que va produciendo la novedad del Espíritu. Estoy muy esperanzado, hay un progreso en la revelación del Espíritu Santo en esta dinámica sinodal. Espero en algunos meses más tener más claridades para compartir, pero por ahora con mucha esperanza.
Has hablado de introducir a los improbables en este proceso, las voces tradicionalmente excluidas, periféricas, algo que en el Sínodo para la Amazonía se consiguió con la presencia de los pueblos originarios y de la amplia participación de las mujeres en la Asamblea Sinodal. ¿Quiénes podrían y deberían ser esas voces en este Sínodo sobre la Sinodalidad y cuál debería ser su papel?
Es una pregunta muy difícil, pero que la tenemos muy presente con la Asamblea Eclesial de América Latina. Su papel se vuelve imprescindible, es como el espejo de la realidad en la cual nos queremos encarnar, que nos confirma que aquello que estamos elaborando en concepto, purifica su intención ante una realidad, y se vuelve verdad, compromiso concreto a la luz de esa realidad. Es como un espejo, que nos obliga a vernos, más allá de los conceptos, y a asegurar que hay una convicción genuina, y que las propuestas que hacemos no se quedan en el aire o en cantos líricos, sino que tienen asidero, que tienen concreción y raíz en estas vivencias concretas de las periferias, que en este caso no son voces hipotéticas, sino que están ahí presentes.
Esos improbables o realidades periféricas, que tradicionalmente han sido marginadas, en el Sínodo Amazónico fueron algo más evidente. La REPAM tenía una opción preferencial hecha años antes por los pueblos originarios, en menor medida también por los pueblos campesinos y otros grupos vulnerables. O por la misma hermana Madre Tierra, como sujeto vulnerado. En este sentido era más sencillo identificar los improbables o la periferia, que al final fueron la gran fuente de vida en el proceso, con otras perspectivas, con otras cosmovisiones. Nos abrieron mucho la cabeza para los nuevos caminos.
El Papa se los dijo en una reunión en privado solo con los pueblos originarios, los que estaban en el Sínodo y los que estaban extramuros al Sínodo, donde él les agradecía profundamente por lo que traían a esta experiencia, por la veracidad de su testimonio y les pedía que siguieran hablando con total libertad.
En cuanto al Sínodo sobre sinodalidad, es una pregunta muy difícil por su dimensión, pero en la misma línea de la pregunta anterior, si el método es genuino, si la aproximación es incluyente, si hacemos lo que hay hacer para que ellos puedan expresar su palabra, los temas y sus presencias van a aparecer. No me atrevo a enumerar cuáles son los temas específicos, porque estamos hablando de un Sínodo universal, pero si la escucha se hace de manera genuina, si realmente se abren los espacios y se abren los puentes para que estos improbables de la periferia tengan una palabra en el proceso preparatorio, entonces todos los temas urgentes, emergentes, necesarios, tendrán que estar presentes también por la vía de la propia voz de estos pueblos.
La Iglesia está mucho más sensibilizada en algunas regiones, pero vamos a ver. Esa será también una gran prueba de qué tanto estamos dejándonos permear por esas realidades o cuanto solamente nos gusta hablar de ellas. En el tema latinoamericano no puedo decir que tenemos una salida garantizada, lo que puedo decir es que, con la Asamblea Eclesial, que se está animando con el CELAM, pero también con la CLAR, las Cáritas, etc., vamos a tener ya toda una base de escucha muy potente que se incorporará en todo el proceso del Sínodo sobre la Sinodalidad.
Ahí la región latinoamericana, si conseguimos hacer el proceso de escucha como se está planteando, nos queda poco menos de tres meses, va a marcar una diferencia, tendrá mucho más camino en escucha, considerando a los improbables, periféricos, que las otras regiones. Solo espero que logremos complementar las visiones meramente Norte-céntricas, que no nos quedemos en visiones eurocéntricas, que a veces tienen categorías más de peso teológico, pero ciertamente no con la fuerza vivencial que viene de otras realidades. Espero que nos comprometamos en serio para garantizar los puentes para que esas voces lleguen.
Hablando de eso que planteas, me vienen a la memoria las palabras del Papa Francisco a los pocos días de asumir el pontificado, cuando dijo que como le gustaría una Iglesia pobre y para los pobres. ¿Podríamos decir que, con este sínodo, y con esas perspectivas que hablas, se abre la posibilidad de una Iglesia de los pobres, donde los pobres sean protagonistas?
Ahí hay una delgada línea. Estamos hablando de un sínodo que tendría que, con convicción, poner las bases para que no sean excluidos, que sean genuinamente preferidos, pero no los únicos. Esto es muy importante, no es pasar de una Iglesia que excluye a los pobres a una Iglesia de los pobres que excluye a los otros. Es una Iglesia que reivindica la opción de Jesús por los preferidos, les da un espacio, y un espacio privilegiado, pero donde cabemos todos.
La clave de este sínodo está en la plena y activa escucha permanente de una Iglesia a todos sus miembros, con especial atención a aquellos que han sido los más improbables o periféricos.
Todos sabemos que existen resistencias al Papa Francisco dentro de la Iglesia y que existirán resistencias a todo este proceso sinodal que se va a comenzar en los próximos meses. ¿De dónde crees que pueden venir esas resistencias y cuáles serían los pasos a ser dados para superarlas?
Con estos años he pasado de hablar de resistencias, que las hay, y muchas, a hablar de fuerzas entorpecedoras de la revelación del Espíritu. Ahí están las que ya conocemos, las muy ruidosas, que sienten sus intereses amenazados, sean económicos, de poder, o de pretender que nada cambie para poder garantizar la continuidad de modos que podríamos ubicar como más clericales, jerarquizados en un sentido no incluyente, sea desde dentro de la Iglesia o desde fuera. Eso lo vemos y lo vamos a ver.
Pero también vamos a encontrar las mismas fuerzas objetoras al Espíritu de aquellos que vienen con una tesis unívoca, predefinida, sobre la base de una convicción ideológica que no da espacio para el discernimiento, en el sentido de que este Sínodo sobre Sinodalidad, solo vale, como pasó en la Amazonía, en la medida en que confirme, acoja y resuelva todas las inquietudes que yo tengo en cuanto a reforma eclesial según mi mirada e ideología. Todo aquello que no abraza la dinámica del Kairós, que significa tiempo de Dios -el tiempo propicio-, en otro ritmo que no es el nuestro, y donde no caben las expectativas particulares o reducidas a los intereses particulares.
Me preocupa que de cierto modo esas fuerzas entorpecedoras de los extremos van en algunos casos apagando las voces necesarias para un consenso profundo moral, que es el que produce el cambio, aunque sea más moderado, pero que vaya más lejos en el tiempo, y que produce los nuevos caminos. Aunque a los ojos de algunos a veces no sean con la rapidez y radicalidad que esperarían. Las voces profundas se ensordecen un poco entre los gritos estridentes, pero como Elías, creo con mucha fe que el Espíritu está presente en la brisa y no en el estruendo.
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