ExMinistro de Justicia peruano presenta análisis regional Aldo Vásquez ante dolores de los países bolivarianos: "La Iglesia constituye un escenario de esperanza"

Aldo Vásquez ante dolores de los países bolivarianos: "La Iglesia constituye un escenario de esperanza"
Aldo Vásquez ante dolores de los países bolivarianos: "La Iglesia constituye un escenario de esperanza"

Los países bolivarianos se caracterizan por un flujo migratorio constante. Ocho millones de personas han salido de Venezuela, casi dos millones están en Colombia

La percepción de inseguridad y aumento de la delincuencia es constante, esto afecta el crecimiento de la violencia producto del narcotráfico, mientras que en Colombia ha sido muy difícil la concreción de la "Paz total"

En Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia los grupos armados irregulares actúan en forma constante y el dinero criminal alimenta la economía

Una democracia en crisis, representada en casos de corrupción en los poderes del Estado, vínculos con el crimen organizado, procesos electorales sin garantías, polarización y la tendencia a gobernar con base en los estados de excepción; son algunas de las características que marcan la realidad de los países bolivarianos.

Temas analizados durante el encuentro regional organizado por el Celam que además de promover la comunión y la articulación entre los estamentos presentes, situaron a la Iglesia local en un plano concreto de acción pastoral que se encuentra dispuesto a trabajar para mantener el acompañamiento a las comunidades en medio de su cotidianidad de dolor y esperanza.

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Confianza fragmentada

“No podemos renunciar al desarrollo de nuestros pueblos. Debemos afirmarnos una vez más en la Doctrina Social de la Iglesia. Sus principios de supremacía de la persona humana, bien común, solidaridad, subsidiariedad y amor preferencial por los pobres, han de inspirar la acción de los laicos en el quehacer de la vida pública”, afirmó el abogado peruano Aldo Vásquez, durante su intervención sobre la realidad de los países bolivarianos.

Dificultades que en su opinión, se hacen evidentes en una pérdida continua de la confianza, entre otros motivos, por el aumento desmesurado de la pobreza y el ciclo de la precariedad laboral que parece nunca acabar. Esto quiere decir, que en Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia hay una evidente disminución del poder adquisitivo, lo que impide garantizar la seguridad alimentaria de las familias, agravando problemáticas como la desnutrición en niños y jóvenes propensos a abandonar el colegio y asumir el trabajo como opción de vida.

A esto se le agrega el sufrimiento por la falta de acceso a servicios básicos como el agua, el alcantarillado, la energía eléctrica y la salud de calidad. Elementos de un círculo vicioso que impiden superar la pobreza y que el Estado cumpla con su obligación de garante de los derechos fundamentales de hombres y mujeres.

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Lejos de casa

Estas circunstancias inciden en los procesos migratorios, una condición que según el exministro de justicia peruano es impuesta por "condiciones económicas y políticas que vienen acompañadas de los retos propios de la inserción en los países de destino, a lo que se suman, las graves afectaciones contra la dignidad humana cuando se presentan delitos como la trata de personas".

Esta condición, describe el especialista, termina por motivar una “transnacionalización” de la delincuencia, que comparte sus responsabilidades con el derramamiento de sangre y la muerte a causa de la violencia que ejercen grupos paramilitares y líderes del narcotráfico”.

Siendo este un negocio tan prometedor como engañoso también “acaba con la casa común, ejemplo de ello es la deforestación acelerada de la Amazonía que además es víctima de una minería ilegal sin control". Desde lo económico –afirma el catedrático- “las implicaciones hablan de una desaceleración del crecimiento del PIB que irremediablemente dañan el tejido social de nuestros pueblos”.

Se trata de preocupaciones que a la vez plantean desafíos en temas como la custodia de lo gubernamental, la formación para el ejercicio de la democracia y la actitud decidida de una Iglesia comprometida con el progreso del Pueblo de Dios.

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Un compromiso activo

Para Vásquez ante los dolores descritos, la Iglesia constituye un escenario de esperanza, al mismo tiempo de acompañamiento y construcción común, que al ofrecer un espacio sinodal, trabaja por una sociedad más humana, un verdadero anticipo del Reino de Dios, sin que esto desconozca los dolores y desafíos para el desarrollo de los países bolivarianos, que a decir verdad no está en sus manos resolver de manera definitiva.

Un panorama ante el cual el jurista advierte que además de llevar adelante los procesos de evangelización, es necesario que la Iglesia mantenga sus obras orientadas al fortalecimiento de la promoción humana. “No se trata solo de la calidad de nuestro mensaje, sino de nuestro compromiso personal en la acción”, afirmó porque así como los dolores no cesan, también hay signos de esperanza que cultivan la convivencia social.

“Ya es un milagro que en estas tierras en que todo tiende a la división: raza, lenguas, geografía, mantengamos firme, luego de más de 200 años de independencia, el sueño de la patria grande”, agregó.

En esta línea el abogado destaca como signo de esperanza la nobleza de la juventud bolivariana. Su predisposición al voluntariado, idealismo y entrega por las causas nobles actitudes “nos permiten seguir soñando en que será mejor la vida que vendrá. Que nadie nos puede robar el futuro”.

Pese a las cifras, los países bolivarianos, representan una tierra de paz. “No desconozco los conflictos armados que se han vivido en nuestros países y cuyas secuelas aún perciben en Colombia y Perú, pero aún con el dolor de miles de muertes a cuestas, es una situación incomparable con otros países”, particularmente por la resiliencia y valentía de las víctimas que tratan de recuperarse de duelos profundos e incluso emprender procesos de reconciliación.

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El lugar de la Iglesia

Esfuerzos en los que aparece la acción de la Iglesia, la institución social más confiable para la ciudadanía en los países bolivarianos y en la que empieza a verse con mayor amplitud la participación de la mujer en la vida económica, social y política, esperanzas ante las cuales Aldo Vásquez concluye diciendo que como expresión de la fe que nos une “estamos todos llamados a la acción”.

La Iglesia no resolverá los efectos del aumento latente en los índices de la deuda social que sitúan a Bolivia con un 80% de trabajo informal, seguido de Ecuador con 68,9% y Venezuela con un 55,7% o la gran percepción de inseguridad o el aumento de la delincuencia. Sin embargo, la Iglesia sigue representando esa raíz de identidad, la voz profética, un referente social, pese al decrecimiento en las cifras de quienes optan por la práctica de los sacramentos.

La religiosidad y la devoción popular además de los testimonios de santidad son un sostén para las comunidades así como la firme adhesión al pontificado de Francisco que propone la sinodalidad como base de la renovación de la Iglesia desde su ser, quehacer, las relaciones y vínculos que al abrir la puerta a todos reta para seguir construyendo y transformando la vida de un buen segmento de la población que desde su fe emprende acciones sencillas per determinantes en la transformación de la cultura y el mejoramiento de la calidad de vida de los países bolivarianos.

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