Parábola de la patria

Según unos evangelios apócrifo-lucanos recientemente descubiertos, Jesús de Nazaret explicó una vez que el amor patrio no consiste en engrandecerse uno con los méritos de quienes conviven con él, sino en tratar de servir a los compatriotas. Entonces un intelectual, queriendo justificarse, le preguntó: “y ¿quién es mi compatriota?”.

Y Jesús respondió:
“Un hombre bajaba en bicicleta desde Sant Cugat a Barcelona por la Arrabassada, cuando fue agredido por unos ladrones que le robaron la bici y lo dejaron medio muerto en la cuneta. Al poco rato pasó por allí un cura (algunos preguntan si sería un jesuita del Centre Borja de St. Cugat) que, viendo al hombre, siguió adelante sin detenerse porque tenía que llegar a tiempo para una misa en no sé qué convento de Barcelona. Poco después pasó un político que tampoco se detuvo porque había sesión en el Parlament, y quería llegar antes para negociar algunos votos. Más tarde pasó por allí un madrileño que, al verlo, detuvo su coche, le hizo un torniquete, avisó a la policía y trasladó al herido a las primeras urgencias que le indicó su GPS. Antes de marchar avisó a la policía, y habló con la dirección del hospital diciéndoles: no conozco la identidad sanitaria de este señor, pero si necesitaran algo aquí tienen mi teléfono y no teman avisarme…
¿Quién de todos te parece que fue compatriota del hombre caído en la Arrabassada?”

El intelectual respondió: “supongo que aquel que vendó sus heridas y le atendió”. A lo que Jesús replicó: “has dicho bien. Haz tú lo mismo y vivirás”
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