"La verdad es que ha sido una experiencia increíble" El joven español que Francisco confesó: "Iba a ver a un papa y me encontré con un párroco"
"Contaba los días, con mucha expectación y nerviosismo, y aproveché para conocerme mejor interiormente y tener muy claro lo que quería decirle al Santo Padre"
"Ya han pasado dos horas y aún sigo en una nube. No soy consciente de que acaba de ocurrir", repite
"Ha sido una conversación tan cercana, con un siervo de Cristo, que es al final lo que es un representante de Dios en la tierra. De verdad, me sentí muy cómodo, muy cómodo"
Y al conocer que tenía novia, le señaló que no olvide avisarle cuando se case
"Ha sido una conversación tan cercana, con un siervo de Cristo, que es al final lo que es un representante de Dios en la tierra. De verdad, me sentí muy cómodo, muy cómodo"
Y al conocer que tenía novia, le señaló que no olvide avisarle cuando se case
| Cristina Cabrejas, EFE
Francisco Valverde, 19 años, de Córdoba, sigue sin creérselo. Este viernes, a las 9.00 en Lisboa, Francisco le confesó con otros dos jóvenes, un italiano y una guatemalteca, en la zona que se ha instalado para las confesiones con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). "Llegué pensando que encontraría un papa y me encontré con un párroco".
"La verdad es que ha sido una experiencia increíble", dijo a EFE Francisco tras encontrar al otro Francisco en privado en uno de los 150 confesionarios colocados en el llamado "Parque del Perdón" en la capital portuguesa.
Hace un mes que se le comunicó que sería uno de los chicos elegidos para ser confesados por el papa en Lisboa y explica que no pudo quitárselo de la cabeza todo es tiempo. "Contaba los días, con mucha expectación y nerviosismo, y aproveché para conocerme mejor interiormente y tener muy claro lo que quería decirle al Santo Padre", comenta aún emocionado por la experiencia.
La confesión es secreta, pero explica que en el momento de sentarse frente al papa, todo se esfumó y que, tras confesar sus faltas, tuvo también tiempo de comentar algunos detalles, de recibir consejos en algunas cosas o hablarle de "personas que son importantes" en su vida.
"Ya han pasado dos horas y aún sigo en una nube. No soy consciente de que acaba de ocurrir", repite.
Lo que asegura es: "Vine a ver a un papa y me he encontrado con el párroco de cualquier parroquia de cualquier pueblo, de cualquier ciudad, de cualquier lugar" y explica que estuvo siempre muy cercano y que con su mirada tranquila le hizo "no sentir ningún tipo de vergüenza, ningún tipo de presión, en ningún momento".
"Ha sido una conversación tan cercana, con un siervo de Cristo, que es al final lo que es un representante de Dios en la tierra. De verdad, me sentí muy cómodo, muy cómodo", añade.
Confiesa que hubo incluso momentos de bromas, como cuando le indicó los calcetines burdeos que llevaba y le dijo que de ese color "sólo los utilizan los obispos y que tuviera cuidado".
Y al conocer que tenía novia, le señaló que no olvide avisarle cuando se case.
Es tradición que los papas confiesen durante las JMJ a algunos jóvenes y hoy Francisco se acercó a este espacio en el barrio lisboeta de Belém donde se han instalado 150 confesionarios construidos por reclusos portugueses.
Como cualquier párroco, el papa se acercó a estos confesionarios especiales y modernos, ya que son estructuras sencillas de conglomerado de madera reciclada con un banco para el confesor y el fiel, pero sin separaciones ni rejillas que impidan verse para facilitar el contacto y la acogida.
Aunque habían preparado un confesionario con una silla blanca para el papa, Francisco prefirió mayor intimidad y eligió otro fuera de la vista de las cámaras.
El primero que acudió a confesarse fue el joven español Francisco, de 19 años, y después Yesvi, de 33 años y de Guatemala. Finalmente, le tocó el turno a Samuel, italiano de 21 años .
En estos días, miles de jóvenes se han puesto a la cola, divididos en filas, según el idioma en el que quieran confesarse, para poder acceder a los confesionarios.
Los 150 confesionarios fueron construidos por presos de las cárceles de Paços de Ferreira, Oporto y Coimbra, en el norte y centro del país, que según medios locales, cobraron 5,50 euros por cada hora de trabajo.
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