Escuela Católica de América lanza 4 propuestas para un pacto educativo global Oscar Pérez Sayago: "Educación, semilla de la esperanza"
"El gran reto de la educación en todas sus formas es ser una de las energías más eficaces para crear una conciencia y unas prácticas que apunten hacia otro tipo de mundo"
"En la educación se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una esperanza de armonía social"
Desde la Escuela Católica de América, en línea con el pensamiento del Papa Francisco de “seguir todos juntos, cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia adelante, hacia esta construcción de una civilización de la armonía, de la unidad” proponemos 4 acciones de trabajo conjunto para construir un pacto educativo:
Se trata, en primer lugar, de permitir que los educandos se apropien de todos los conocimientos y las experiencias acumuladas por la humanidad, útiles para atender sus necesidades y desarrollar sus potencialidades.
En segundo lugar, apropiarse de criterios que le permitan tomar una postura crítica y evaluar los conocimientos y las experiencias del pasado, para ver su carácter situado e histórico, relativizarlo, y percibir los intereses que se encuentran detrás de ellos, no siempre al servicio del bien común ni de la preservación de lo que realmente cuenta y vale para la vida.
En tercer lugar, enriquecer este legado con sus propios conocimientos y experiencias, lo que exige creatividad e imaginación inventiva, de tal manera que este cúmulo de elementos sirva para conocerse mejor a sí mismo, lo mismo que la realidad circundante, y elaborar una visión de conjunto que sitúe su proyecto de vida dentro de un proceso socio-ecológico más amplio.
En cuarto lugar, en línea con lo que sugirió la UNESCO, a través de la educación uno debe aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser, aprender a convivir (Unesco, Informe de Jacques Delors sobre la educación en el siglo XXI, 1996), y nosotros desde CIEC agregaríamos, aprender a cuidar a la madre Tierra de todas las formas de vida y de todos los seres, y aprender a tener una visión ético-espiritual de la vida, vinculada a lo que es bueno para mí y para los demás, a valores como el amor, la solidaridad, la cooperación, la compasión y la apertura al Ser que hace ser a todos los seres.
Pero estas funciones perennes de la educación son insuficientes actualmente. La situación cambiante del mundo producto del covid-19 exige que todo sea ecologizado, es decir, cada saber y cada institución deberá ofrecer su colaboración para proteger la Tierra y salvar la vida humana y nuestro proyecto planetario.
El gran reto de la educación en todas sus formas es ser una de las energías más eficaces para crear una conciencia y unas prácticas que apunten hacia otro tipo de mundo.
La educación comprendida de esta forma refuerza la convicción de que en ella se encuentra la semilla de la esperanza: una esperanza de paz y de justicia. Una esperanza de belleza, de bondad; una esperanza de armonía social.
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