Versos que BUSCAN A DIOS 1
Abrir los ojos y mirar
Iniciamos con este post un paseo de seis entradas investigando 18 poemas sobre la existencia de Dios, que titulamos "Versos que BUSCAN A DIOS" y, posteriormente, "Versos que ENCUENTRAN A DIOS". Se inicia la marcha de hoy escuchando al jesuita poeta indio Anthony de Melo (Bombay, 1931 – Nueva York, 1987) en una de sus encantadoras historias para pensar. Popularizó Tony una inteligente parábola sobre la existencia y visibilidad de Dios. Se titula “El pequeño pez”:
–Usted perdone, le dijo un pez a otro... es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado.
–El Océano, respondió el viejo pez, es donde estás ahora mismo.
–¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano, replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
Comenta Tony: “Deja de buscar, pequeño pez... no hay nada que buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir tus ojos y mirar. No puedes dejar de verlo.” De verlo o de experimentar su Presencia. No abandonó Dios a hombres y mujeres, sino que, como predicó Pablo en el Areópago, “los dejó que buscaran por sí mismos a Dios, para ver si, aunque fuera a tientas, lo buscaban y lo encontraban, porque no está lejos de cada uno. Pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como algunos de vuestros poetas dijeron: somos de la raza del mismo Dios” (He 17,27s).
PRESENTAREMOS NUEVE POEMAS DE BÚSQUEDA,
QUE PODRÍAN RESUMIRSE ASÍ:
–Busco a Dios que, aunque no veo, siento que está aquí conmigo. –Busco a Dios entre la niebla. –Busco a Dios que me perdió las gafas. –Busco a Dios, desde mi ceguera, con los brazos abiertos. –Busco a Dios que tanto amé, pero he perdido. –Busco a Dios, pero mi pie vacila. –Busco a Dios que hace tiempo me robaron, pero que encontraré un día por la calle. –Busco a Dios que sé que existe, pero no está conmigo. –Busco a Dios que colmará todos mis deseos.
COMO UNA FLOR DE AGUA DENTRO DEL AGUA
Recordemos la reflexión final de Tony de Mello: “Deja de buscar, pequeño pez... no hay nada que buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir tus ojos y mirar. No puedes dejar de verlo.” Abre esforzadamente Francisco Garfias los ojos, y no llega a ver al Señor. Va recorriendo su mirada el mundo en sus cuatro elementos. Y, aunque no ve a Dios, sabe que está. Dios es inmanente al Universo, pero al tiempo lo trasciende. Sugerencia:Inspiro, y siento que se me llena de aire el pecho y me conserva la vida. Reposo mi mano en el pecho y siento que me late el corazón, y le agradezco que me mantenga vivo. “Es mi vista la que no / sabe verte. Mas Tú, / Señor, estás aquí. ¡Aquí!”
CANCIÓN DE MI CEGUERA
Es mi vista la que no
sabe verte. Mas Tú,
Señor, estás aquí. Aquí.
Como una flor de agua
dentro del agua. Aquí.
Como una flor de llama
dentro del fuego. Aquí.
Como una flor de aire
dentro del aire. Aquí.
Te recuerda mi olvido
Mi tiniebla te siente.
Pero el ojo –este ojo
de plomo y de pereza–
no acierta a recoger
tu imagen en su órbita
aunque sabe, Dios mío,
que estás aquí. Aquí.
SIEMPRE BUSCANDO A DIOS ENTRE LA NIEBLA
Dos impactantes imágenes nos ofrece Antonio Machado para simbolizar su búsqueda de Dios: el niño que se pierde en una fiesta y el perro callejero “que no tiene huella ni olfato y yerra / por los caminos...” Así va él, pobre hombre en sueños, “siempre buscando a Dios entre la niebla.” Sugerencia:podríamos detenernos en la metáfora del can perdido. Imaginar que visitamos un refugio de perros abandonados. ¡Qué tristeza! Brotan del corazón oleadas de ternura. Me miran suplicantes, con ojos de piedad y, acaso, de condena.... Y me parece recordar que un día viví abandonado como ellos. Pero el Señor se fijó en mí. Dejé de ser “perro olvidado” y no me faltan, ahora, mimo y calor, alegría y refugio. Gracias, Señor, por tu bondad. Ya siento tu mirada y tus caricias por mi alma y mi piel. Gracias...
ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA
Es una tarde cenicienta y mustia,
destartalada, como el alma mía;
y es esta vieja angustia
que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
–Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
*
Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella.
Como perro olvidado que no tiene
huella ni olfato y yerra
por los caminos, sin camino, como
el niño que en la noche de una fiesta
se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento y las candelas
chispeantes, atónito, y asombra
su corazón de música y de pena,
así voy yo, borracho melancólico,
guitarrista lunático, poeta,
y pobre hombre en sueños,
siempre buscando a Dios entre la niebla.
Y NOS DAS LOS OJOS Y NOS PIERDES LAS GAFAS
José Antonio Muñoz Rojas, octogenario, publica en 1997 el poemario “Objetos perdidos”. Recrimina a Dios la invisibilidad de la trascendencia (“no vemos, Señor, no vemos...”). Las gafas que se pierden son la mirada de Dios, es decir la fe... Una fe que es don de Dios, pero que puede pedirse. En la tierna y dolorosa queja al cielo por la oscuridad de la fe (“nos pierdes las gafas”), nos llegan ecos de las lamentaciones de Job. Sugerencia: plegaria unida a la respiración: al inspirar se musita la pregunta de Jesús: ¿Qué quieres que te haga? Al espirar se confirma la petición del ciego: Maestro, que yo vea...
SEÑOR, QUE ME HAS PERDIDO LAS GAFAS...
Señor que me has perdido las gafas,
por qué no me las encuentras?
Me paso la vida buscándomelas
y tú siempre perdiéndomelas,
me has traído al mundo para esto,
para pasarme la vida buscando unas gafas,
que están siempre perdiéndoseme?
Para que aparezca este tonto
que está siempre perdiendo sus gafas,
porque tú eres, Señor, el que me las pierdes
y me haces ir por la vida a trompicones,
y nos das los ojos y nos pierdes las gafas,
y así vamos por el mundo con unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que nos das,
dando trompicones, buscando unas gafas
que nos pierdes y unos ojos que no nos sirven.
Y no vemos, Señor, no vemos,
no vemos Señor.
POESÍA PARA MEDITAR
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Versos que BUSCAN A DIOS
1. Abrir los ojos y mirar
CANCIÓN DE MI CEGUERA, de Francisco Garfias
ES UNA TARDE CENICIENTA Y MUSTIA, de Antonio Machado
SEÑOR, QUE ME HAS PERDIDO LAS GAFAS, de J. A. Muñoz Rojas
2. Golpeado por la luz de las estrellas
LAS MANOS CIEGAS, de Leopoldo Panero
SIN LA MANO DE DIOS, de María Elvira Lacaci
ESTO ES LARGO Y OSCURO, de José Antonio Muñoz Rojas
y3. Hombre de Dios me llamo, pero sin Dios estoy
BÚSQUEDA, de Griselda Álvarez
SALMO INICIAL, de José María Valverde
ALGO MÁS ESTOY SIENDO, de José García Nieto
Versos que ENCUENTRAN A DIOS
1. La imprevisible Presencia de Dios
UN MINUTO DE SILENCIO, de Manuel Mantero
HERMOSA PRESENCIA, de Vicente Gaos
NO OS ANGUSTIEIS POR VUESTRA VIDA, de Jesús de Nazaret
2. Aquí tu aliento y tu Presencia viva
ESTA CASA, SEÑOR, ES COMO UN TEMPLO, de Jesús Mauleón
DIOS ENCONTRADO, de Carlos Murciano
SU MANO TRANSPARENTE SOBRE EL HOMBRO, de Enrique Badosa
y3. Era Dios lo que tenía dentro de mi corazón
ANOCHE CUANDO DORMÍA, de Antonio Machado
HIJO MÍO QUE ESTÁS EN LA TIERRA, de J. L. Martín Descalzo
¿CÓMO…?, de Miguel D’Ors