Sobre Dilexit Nos Una carta escrita al corazón y con el corazón

Una carta escrita al corazón y con el corazón
Una carta escrita al corazón y con el corazón

En esta segunda parte de mi escrito quiero fijarme en dos detalles, uno el que viene recogido en los números 165-167 de la carta y otro la ausencia de un dato, quizá un “jardín” al que no se ha querido entrar voluntariamente

Al igual que otros yo también he leído de forma transversal la encíclica Dilexit Nos, porque hay que reconocer que resulta extensa y densa, aunque leible en todo caso. 

También reconozco que lo que me ha invitado a esta lectura es el comentario escrito en su muro de Facebook del profesor y amigo José Ignacio Calleja donde expresa sus temores respecto del efecto que esta encíclica pueda acabar teniendo “me temo que su fruto será el refrendo de un tradicionalismo en la piedad cristiana, difícil de ahormar en el mesianismo liberador -religioso y ético, personal y social, interior e histórico- que representa la vida del Señor entre Nazaret y Jerusalén”. 

Tras la lectura de “Dilexit Nos” creo que merece la pena correr el riesgo que asume el Papa Francisco y el hecho de que algunos sectores de nuestra Iglesia vean en la encíclica un refrendo de una ñoña piedad cristiana mal entendida al Corazón de Jesús (o al Corazón de María que sería igualmente aplicable). Pero eso indicaría que no se han leído el texto, porque en el mismo el Papa distingue y se refiere a esa piedad mal entendida que venera el icono del corazón prescindiendo del Todo. 

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Más allá de todas las referencias ilustres que el texto contiene, la encíclica me ha servido para volver a mi propia experiencia. Vaya por delante que no estoy consagrado al Corazón de Jesús, que durante años he visto esta devoción popular como algo ñoño, especialmente en sus iconografías, pero que desde hace unos años tanto el Corazón de Jesús como el Amor de Dios por mi, adquirieron un nuevo sentido. Y todo casi empezó con un cuadro del Sagrado Corazón y con su mirada que no me apartó durante todo un fin de semana. 

Todo sucedió en un Retiro de Emaús. 

Allí llegué con mis pocas ganas, con mi escepticismo, con mi pasotismo y con mis miserias. 

Fue entrar en una de las salas preparadas, donde la presidía un enorme cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, un icono que hasta entonces desconocía. No me resultó ñoño, me pareció una buena pintura, pero cuando fijé mis ojos en su mirada, ahí empezó todo. Probé en un primer momento cambiarme de silla. Nada, me seguía con la mirada allá donde fuera y cada vez que entraba en esa sala. Luego vino todo lo demás, que no se puede contar. 

Pero a partir de aquel fin de semana la devoción al Sagrado Corazón de Jesús adquirió otro significado. Lejano del ñoño que sigo pensando algunos manifiestan, aunque ahora siento más respeto por ellos también es cierto. Cada cuál lo vive a su manera. Y yo descubrí la mía. Fundamentalmente tiene dos proyecciones, el Amor de Dios hacia mí y el Amor de Dios hacia los demás a través de mí. Por eso quizá  lo que más me gusta de esta encíclica es el título: Dilexit Nos - Nos Amó.

Desde aquel momento, desde aquel Retiro de Emaús vivo (con sus más y sus menos) con una confianza enorme y una paz muy especial de sentirme en las manos de Dios. Me siento muy identificado con esos párrafos de la encíclica en los que habla de recostarse en el pecho de Jesús, junto a su Corazón. De momento no he sentido los latidos, pero sí una sensación de descanso cuando lo hago conscientemente. 

Encuentro esta encíclica muy poética, no en vano el corazón es una referencia muy presente en este género literario para expresar todo lo que dice el Papa en los primeros números respecto de lo que significa el Corazón.

Comparto con Francisco la falta de corazón en este mundo nuestro, máxime en estos momentos donde somos testigos minuto a minuto de varias guerras, conflictos, y demás atrocidades en este Planeta nuestro. 

Pero más allá de la poesía, el corazón recoge como órgano los sentimientos humanos. El corazón se acelera con ciertas circunstancias, con ciertos sentimientos, altera su ritmo cuando estamos enamorados y cuando tenemos miedos, cuando la cercanía a alguien nos suscita sentimientos de uno u otro signo. Pero también el corazón adquiere un ritmo de latido lento no solo en estados de reposo, sino en estados de paz, de concentración, de meditación, de conexión con la naturaleza, cuando tienes a un bebé entre tus brazos, o cuando reposas tu cabeza sobre el hombro o el pecho de una persona amada. 

Me gusta otro de los epígrafes de este texto del Papa Francisco, el que encabeza con la frase, “Tomar en serio el corazón tiene consecuencias sociales”. Más adelante me referiré a esto.

El problema, y no recuerdo haber leído la expresión en todo el documento, es que hay personas con el “corazón de piedra”, donde anida la maldad de este mundo. 

La encíclica de Francisco es un texto muy positivo, con muchas referencias a todos aquellos a los que la devoción al Sagrado Corazón les ha cambiado la vida de alguna manera o ha marcado su trayectoria vital y espiritual. Santos y santas de la Edad de Oro y más cercanos en el tiempo. 

No obstante al final las experiencias de otros están bien, pero lo que le marca a uno en la vida es la experiencia personal, la que cada uno pueda acabar teniendo.

Animo a su lectura, con calma, sin darse un atracón, a ratos … y leerla con el corazón. 

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Non solum sed etiam

En esta segunda parte de mi escrito quiero fijarme en dos detalles, uno el que viene recogido en los números 165-167 de la carta y otro la ausencia de un dato, quizá un “jardín” al que no se ha querido entrar voluntariamente.

El texto de los números 165-167

“Es bueno recordar que en el Imperio romano muchas personas pobres, forasteros y tantos otros descartados, encontraban en los cristianos respeto, cariño y cuidado. Esto explica el razonamiento del emperador apóstata Juliano, quien se preguntaba por qué los cristianos eran tan respetados y seguidos, y consideraba que una de las razones era su tarea de asistencia a los pobres y a los forasteros, dado que el Imperio los ignoraba y despreciaba. Para este emperador era intolerable que sus pobres no recibiesen ayuda de parte suya, mientras los odiados cristianos «alimentan a los suyos, y además a los nuestros ».166 En la carta se detiene especialmente en la orden de crear instituciones de beneficencia para competir con los cristianos y atraer el respeto de la sociedad: « Abre en todas las ciudades numerosos albergues, para que los extranjeros puedan gozar de nuestra humanidad [...]. Acostumbra a los helenos a los actos de beneficencia ``.167 Pero no logró su objetivo, seguramente porque detrás de estas obras no había algo semejante al amor cristiano que permitía reconocer a cada persona una dignidad única.”

Esta es la diferencia fundamental entre la mera solidaridad filantrópica y la caridad cristiana, la primera atenderá pero nunca llegará al corazón de las personas, la segunda cumplirá los dos objetivos. Esa es la diferencia sustancial entre las asistencias sociales del Ayuntamiento y Programas como Berakah, o acciones como las de Cáritas. Esta historia que recoge la encíclica es la justificación para que las instituciones públicas sigan trabajando en comunión con las iniciativas nacidas de instituciones religiosas. Se garantiza que en esos proyectos solidarios haya corazón. 

El segundo detalle es un “jardín” en el que la carta no ha entrado: me refiero a esos milagros eucarísticos en los que la Hostia se ha transformado en tejido humano que tras ser analizado ha resultado ser tejido del corazón, y de un corazón vivo. No soy un fanático de estas cosas y siempre he sido más bien escéptico pero no oculto mi curiosidad. Digo que no se ha metido en este jardín que bien podría haberlo incluido cuando habla de la Eucaristía en la encíclica. 

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Personalmente me ha llamado la atención que en esos fenómenos extraordinarios, digamos “milagros” lo que se haya detectado sea tejido humano del corazón. Es como si lo sobrenatural viniese a reforzar el papel de este órgano en la presencia de Dios entre nosotros. Sin más, es un detalle que no me hubiese sorprendido haber encontrado citado de alguna manera en esta encíclica. 

Y si se me permite una tercera digresión: es curioso cómo siendo el cerebro el centro de operaciones y donde reside más científicamente lo que cada ser humano es, además del ADN, haya sido un músculo el que se haya llevado toda la fama y el protagonismo de ser lo que defina  a cada ser humano. No decimos si alguien es de buen o mal cerebro, sino de buen o mal corazón. También es cierto que como icono resulta más atractivo un corazón que un cerebro, será por eso.

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