Laicismo intolerante e irreverente
A este respecto recuerdo siempre las palabras del viejo profesor Moulin dirigidas a los católicos, que pueden leerse en el libro de Vittorio Mesori, titulado, Leyendas negras de la Iglesia. Son éstas: “ Haced caso a este viejo incrédulo que sabe lo que dice: la obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, una mala conciencia, infundiéndoles la inquietud, cuando no la vergüenza de su propia historia”
Nadie que haya vivido los tiempos de la transición, me podrá negar, que esto ha sido exactamente lo que ha venido sucediendo en España durante las últimas décadas. La propaganda parcial y sectarista ha logrado acomplejar a grandes sectores de la población española por su pasado histórico,hasta llegar a hacerles sentir vergüenza de sus antepasados de los que deberían sentirse orgullosos. Las críticas mordaces e irreverentes han hecho que no pocos se sintieran atemorizados por su condición actual de creyentes.
Las manifestaciones injuriosas contra la religión se han ido sucediendo, al amparo de la mal entendida libertad de expresión y subvencionadas, en ocasiones con dinero publico y aquí no ha pasado nada.
Ya no sólo esto, se detecta también el talante de una sociedad irrespetuosa y muy crítica con los sentimientos religiosos. Los creyentes hemos tenido que ir acostumbrándonos a la incomprensión, incluso a la sonrisa burlona de unos conciudadanos nuestroa que no entienden que en un Estado laico pueda haber gente como nosotros.Ignoran quela aconfesionalidad estatal no quiere decir irreligiosidad sino simplemente neutralidad,que garantiza la libertad de todos, tanto de los que creen como de los que no creen. Hoy se confunden muchas cosas por ello no es fácil ser creyente en los tiempos que corren. El laicismo está consiguiendo su propósito de acomplejar a los católicos, haciendo prevalecer los prejuicios subjetivos sobre las mil y una razones que nosotros, los católicos tenemos de sentirnos orgullosos de lo que somos.
Las acusación sistemática contra la Iglesia Católica ha resultado ser tan corrosiva como inexacta. A mi modo de ver, dos de estas acusaciones han impactado fuertemente en la conciencia tanto individual como colectiva. Señalo en primer lugar aquella recriminación de retrograda y trasnochada, presentando a la Iglesia como enemiga del progreso. Hasta los mismos católicos estamos dando muestras de ser muy sensibles a acusaciones como ésta. Incluso los hay que no les importa comprometer su catolicidad, con tal de que su progresismo quede fuera de toda duda .
A parte de otras consideraciones lo que cabe decir, es que el cristianismo no necesita defenderse de este tipo de insidias. Cualquier persona medianamente instruida debiera saber, que desde sus orígenes nuestra fe ha ido acompañada de la razón y de la ciencia, que desde muy antiguo nuestro lema ha sido: “ Entiende para que puedas creer y cree para que puedas entender”. Nuestro cristianismo como bien ha dicho Benedicto XVI ha sido y sigue siendo una religión ilustrada. Hoy como ayer estamos en disposición de afrontar un dialogo a todos los niveles con el pensamiento laico, como bien quedó probado en el encuentro del 19 de Enero del 2004 entre, por aquel entonces, cardenal Ratzinger y Habermas, máximo representante de la cultura laica en Occidente.
La segunda acusación que se viene lanzando contra la Iglesia Católica es la de ser intolerante, lo que ha hecho que no pocos católicos conscientes de la incondicionalidad de su fe se sientan incómodos en una sociedad donde todo es relativo y provisional. ¿Intolerantes los católicos? podremos pecar de otras cosas; pero no de intolerantes. Yo pienso que aunque quisieramos, los católicos no podríamos ser intolerantes en los tiempos que corren. Intolerantes, hoy, lo pueden ser otros. Los católicos nos contentamos con que no se nos excluya y se nos respete el espacio social que por derecho nos corresponde. Nos conformamos con que se nos permita intervenir, como a cualquier otro ciudadano, en el dialogo sobre cultura, familia, educación , moralidad que son del dominio público y que a todos nos incumbe por igual. Nos contentamos con que se respete la liberad religiosa y se nos permita manifestar públicamente nuestros sentimientos. A nadie tratamos de imponer nuestra fe, pero exigimos que ésta sea respetada por todos, de la misma manera que nosotros respetamos las ideas y sentimientos de los demás. No pedimos privilegios pero tampoco aceptamos injustas discriminaciones. Aspiramos a que se nos trame como a cualquier otro ciudadano, con los mismos derechos y deberes , sin que por ello tengamos que renunciar a nuestra fe. Si esto es intolerancia, he de decir, que yo como católico, soy un intolerante y he de seguir siéndolo, a mucha honra. Pretender expulsar a Dios de las escuelas y pensar en una sociedad no plural sino laica en la que los católicos no puedan manifestar libremente sus creencias públicamente es una pretensión injusta. Un Estado aconfesional o como quiera que se llame, no ha excluir a nadie y sí ha de proteger la libertad de todos.¡Que se entienda bien , de una vez por todas!