Teresa de Ávila
No fue teóloga o exégeta, ni tan siquiera pudo leer la Biblia, ya que ésta no estaba editada en lengua vernácula y a ella sólo tenían acceso los conocedores del griego o del latín. Lo que Teresa pudo conocer fueron textos sueltos que le llegaban de segunda mano, en forma de citas insertas en las páginas de autores que ella leía, aun así las interpretaciones que del texto sagrado hace son certeras. Mujer valerosa, inteligente e inquieta, humana y sencilla con capacidad, de iniciativa para maquinar proyectos que luego, su arrolladora personalidad convertirían en realidad, no sin superar todos los obstáculos y dificultades que se pusieran por delante. De hecho fue perseguida, alguno de sus libros quemado e incluso tuvo que comparecer en 1575 ante el tribunal de la Inquisición, que con ganas se quedó de empapelarla como lo hizo con Juan de la Cruz, de no haber mediado la protección de Felipe II. Se sintió acosada; pero Teresa no paró, Teresa no claudicó.Los prelados trataron de intimidarla, el arzobispo de Toledo, el de Burgos, también Filippo. Fue vista como mujer contumaz, que a título de devoción inventaba malas doctrinas, andando fuera de la clausura, contra el orden del Concilio Tridentino y Prelados: enseñando como maestra, contra lo que San Pablo enseñó, mandando que las mujeres no enseñasen”. Su confesor, el padre Diego Yanguas, le manda quemar su comentario sobre los pasajes del Cantar de los Cantares de Salomón ; pero no se amilana, porque según ella no todos los confesores se merecen la confianza, ni se muestran bastante eruditos, por lo que se mantuvo firme en la idea de que no es justo rechazar un espíritu valiente y virtuoso, aunque sea de mujer. Funda conventos, renueva la orden carmelitana, impulsa la vida de la Iglesia, en una palabra fue una adelantada a su tiempo, que llevó a cabo empresas inimaginables para una mujer de hace cinco siglos. Universalmente conocida, su figura se yergue señera como ejemplo de muchas generaciones de mujeres, especialmente de la estirpe hispana, que han reconocido en ella “ La Santa de la Raza”.
Sin duda alguna la virgen de Castilla es un orgullo para toda Europa; pero de modo especial lo es para el pueblo español . Ensalzada fue por Cervantes, Góngora, Quevedo, Lope. Celebrada por pintores y escultores de primerísima talla, Velázquez, Rubens, Bernini y un largo etc. Querida y admirada por el pueblo llano y sencillo. Teresa, tan rica en profundas e íntimas vivencias, experimentó como nadie la libertad interior de los hijos de Dios, que hizo de ella una mujer independiente y libre; por eso su mensaje resultará siempre actual, especialmente hoy día en que la mujer busca su liberación y está llamando a las puertas para que se la reconozca su derecho a la emancipación e igualdad con el hombre. Maximiliano Herráiz, uno de sus más cualificados comentaristas, no duda de calificar de feminista a Sta. Teresa. A mí personalmente no me gusta el calificativo, porque hoy en día el término feminista está prostituido y se presta a interpretaciones muy diversas, sobre todo cuando va asociado a la “ideología de género” tan al uso.
Digamos mejor que Sta. Teresa fue una defensora a ultranza de la mujer, ya que ha sido una de las que más la ha dignificado, sobre todo con su ejemplo y actitud ante la vida . Como nadie, Teresa fue consciente de que los protagonista del mundo y de la historia han sido siempre los hombres, “el mundo nos tiene acorraladas” . “ Basta ser mujer para caérseme las alas” ; aún así, ella con su ejemplo demostró que las cosas podían ser de otra manera y que el machismo imperante podía ser combatido con hechos consumados. Teresa hizo camino al andar, comportándose como esa mujer excepcional que dejó marcados los pasos de la liberación femenina, antes de que aparecieran los posteriores movimientos feministas. “ No existe historia del feminismo, dice el filósofo Tomás Moreno, que no incluya a Teresa de Ávila en alguno de sus capítulos, como paradigma de la mujer adelantada del feminismo. Simone de Beauvoir se refiere a ella con sugestivas palabras a su figura y a su obra, en el cap XIII del “Segundo Sexo”.
A La filósofa, madre del feminismo radical, le encanta Teresa y su sorprendente destino, ya que ella manifiesta con brillantez que una mujer puede llegar donde llega el hombre, incluso en peores circunstancias. No solamente Simone de Beauvoir, otras muchas pensadoras feministas y colectivos, la han ensalzado también, tal es el caso de Marina Bruzzese, Wanda Tommasi, Diana Sartori, Luisa Muraro etc. Siendo todo esto muy cierto, hay que decir no obstante, que Teresa se pliega al esquema reinante por aquel entonces, favorable al patriarquismo y al androcentrismo, según el cual el papel que correspondía a la mujer era el de total sumisión al varón, mucho más en el seno de una Iglesia jerarquizada. A lo largo y a lo ancho de los escritos teresianos es fácil encontrar textos con ciertos ribetes misóginos, que avalan la tesis de que la mujer es inferior al hombre y por tanto debe estar subordinada a él, en consonancia con la ideología androcéntrica. Ella , una mujer inteligente, prudente y también astuta ¿ por qué no decirlo?; intenta aplacar las iras de la Inquisición y por tanto no se opone abiertamente a lo que por aquel entonces era considerado poco menos que un dogma avalado por las enseñanzas paulinas sobre la mujer, en caso contrario, sabía muy bien que todo hubiera acabado y su obra se hubiera ido al traste, a lo más se limita a quejarse veladamente , diciendo “ Parecíame a mí que pues S. Pablo dice del encerramiento de las mujeres… Díjome el Señor: Diles que no sigan por una sola parte de la Escritura , que miren otras y que si podrán , por ventura, atarme las manos”
En realidad hay motivos para pensar que su presunta condescendencia con el patriarcalismo, no es sino una táctica sutil para poder seguir defendiendo la dignidad de la mujer. Hemos de saber mirar más lejos y descubrir la verdadera intención de Teresa, que no era otra que la de lograr una cierta emancipación femenina al margen del tutelaje varonil, tal como correspondía a su carácter independiente y es así como nos lo da a entender en su libro de las Fundaciones, donde reprende a aquellas religiosas que no reconocen la gran merced que Dios las ha hecho llamándolas a la vida religiosa, pues de esta forma “se libran de estar sujetas a un hombre que muchas veces les acaba la vida, y plegue a Dios no sea también el alma”. Está bien claro que el ideal teresiano de mujer dista bastante de “La Perfecta Casada” de Fray Luis de León. Teresa quería que sus conventos fueran refugios autónomos e independientes, donde sus monjas se encontraran a salvo de “ prelados pesados que mucho les abruman” … “pues en nuestras cosas, no hay que dar parte a los frailes” .
Puede que no le falte razón a Maximiliano Herráiz, cuando da a entender que la clausura fue pensada no tanto para evitar que las monjas pudieran salir, cuanto para impedir que nadie entrara a gobernarlas. Cualquiera puede darse cuenta del talante pro-femenino de la reforma teresiana, en una época que tanto lo estaba necesitando. Yo, que tengo una visión providencialista de la historia, seguiré creyendo que Teresa de Jesús fue la mujer que el Renacimiento necesitaba, pero ello no me impide hacer cábalas y pensar qué es lo que hubiera sido capaz de hacer en nuestro siglo una Teresa concienzudamente formada en filosofía, teología y sociología, en un momento histórico como el que estamos viviendo, en que se debate el futuro de la mujer y todo el mundo habla de la necesidad de la incorporación femenina en los asuntos sociales y en los menesteres eclesiásticos.
Me pregunto incluso cuál hubiera sido la aportación de una Teresa ilustrada y sólidamente preparada, de haberla dejado participar en el Concilio Vaticano II, cuál hubiera sido su postura en cuestiones que la Iglesia todavía tiene pendientes con la mujer. Yo quiero creer que una mujer tan valiente como ella y con las ideas tan claras, no nos hubiera venido mal en estos tiempos de complejos y cobardías, de dudas y vacilaciones