La firmeza es compatible con la tolerancia

La historia a lo largo de muchos siglos nos ha servido para darnos cuenta de lo difícil que resulta conjugar la firmeza en las propias convicciones con el respeto a las de los demás. Si echamos la mirada atrás, nos encontramos con que en tiempos pasados, con frecuencia la verdad de cada cual era elevada al rango de la verdad absoluta. Cada religión tenia ojos para captar las propias excelencias y no el lado positivo de las otras. Los fieles de los distintos credos religiosos se veían así mismos como los únicos depositarios de los valores éticos y humanos de forma omnímoda, indivisible y excluyente, sintiéndose obligados a imponerselos a los demás a martillazos. Eran tiempos en que las guerras de religión no sólo eran frecuentes, sino que se las consideraban necesarias, tiempos en que salvaguardar la pureza de la fe era más importante que la fraternidad universal, como si esto último no formara parte de las esencias de toda religiosidad. En nombre de Dios se cometieron tropelías sin cuento, alentados por fanatismos religiosos de uno u otro signo. Mientras unos daban por bueno el principio “cujus regio eius religio”, otros promovían la guerra santa para extender su fe hasta los últimos confines de la tierra. El Dios creador y padre universal de todos los hombres era irreconocible en un mundo dominado por la discordia .
Lasa tres grandes religiones en conflicto judaismo , cristianismo e islamismo tienen detrás de sí una largo historial que da para mucha reflexión. Después de siglos de enfrentamiento existen sobradas razones para pensar que el camino de la intolerancia no ha conducido a ninguna parte y que es mejor probar por los caminos del mutuo entendimiento. Lo que sucede es que estos caminos son tortuosos y existe el riesgo de abandono por cansancio. No olvidemos que estamos hablando de valores sagrados considerados como absolutos y ya se sabe que los absolutos son innegociables, pues de no ser así la confianza de los fieles en los principios dados como intemporales se iría debilitando hasta acabar por extinguirse y desaparecer, es normal por tanto que en todas las religiones existiera una gran dosis de inmovilismo, como sucede en todas las instituciones con voluntad de permanencia sin fecha de caducidad y las dificultades siguen existiendo, por eso, el sincretismo religioso, hoy por hoy, se ve como misión poco menos que imposible y la gente continua preguntando
¿ Cual de las tres grandes religiones monoteístas es la verdadera?

Ésta es la pregunta que hace un tiempo se hiciera Lessing , considerado como uno de los máximos exponentes de la Ilustración. A la pregunta de ¿ Cual es la religión verdadera? Lessing trata de responder con una obra teatral titulada “Natán el sabio” que le ha inmortalizado y que durante un tiempo estuvo proscrita. El autor toma la base argumental de una parábola medieval, conocida como los tres anillos. Existía una familia en posesión un anillo portentoso que convertía a su poseedor en un ser prestigiado y apreciado por Dios y por los hombres. A lo largo de varias generaciones, el anillo pasó a manos de un padre con tres hijos a los que amaba por igual. A cada uno de ellos les había prometido heredar el anillo cuando él mueriera, para que no hubiera problemas en el reparto se le ocurrió hacer dos réplicas exactas del anillo original y cuando estaba próximo a morir entregó un anillo a cada uno de los tres hermanos. Muerto ya el padre los hijos comenzaron a discutir cual es el anillo auténtico y como no se ponían de acuerdo llevaron el asunto a manos del juez, quien dictaminó que los poderes del anillo se harían efectivos cuando se viviera virtuosamente y después de un largo silencio agregó: «!Mirad vuestro padre no os ha engañado, sino que no quiso someter a la tiranía de un solo anillo a los demás» y dijo algo más: «cada cual intente hacer de su anillo el verdadero, tratando de conseguir ser querido por todos y ya vendrá un juez dentro de muchos años, quizás siglos, que a la vista de lo que cada cual haya conseguido dictará sentencia definitiva».
Queda claro el paralelismo que guarda el relato con las tres grandes religiones, tampoco hay duda sobre la respuesta, que Lessing nos ofrece por boca de Natán a la pregunta ¿ Cual de estas tres grandes religiones es la verdadera? Partiendo de aquí voy a hacer algunas observaciones que me parecen pertinentes. La primera sería señalar como un acierto el abandono del camino del anatema y de la condena, para tomar el de la tolerancia y el respeto mutuo con el fin de ir limando asperezas y poder así superar la dialéctica de amigos-enemigos víctimas y verdugos. No ha sido fácil llegar a donde ahora nos encontramos y bien podemos decir que algo se ha avanzado, hasta el punto de que la intolerancia de antaño ya no existe. Incluso a la Iglesia Católica la ha costado mucho cambiar el discurso implícito en el Extra Ecclesiam nulla salus, por este otro de que el camino de salvación está en la fidelidad a su propio credo y a su propia conciencia, reconociendo de esta forma que la salvación no pueden ser fruto de una imposición, sino de una aceptación, quedando fuera de juego todo proselitismo y avasallamiento. Estos son ya hoy día, supuestos básicos de la teología de las religiones sobre los que se puede comenzar a fundamentar el deseado ecumenismo del que tanto se habla. Juan Pablo II nos dio bellos ejemplos de ello , nos los dio también Teresa de Calcuta, quien detrás de cada desgraciado y miserable con que tropezaba en su camino, sólo veía al hombre necesitado. A su casa llegaban los enfermos y moribundos de todas las religiones y lo que a ella le importaba era aliviar sus dolores, ayudándoles a morir en paz con su Dios. La Madre Teresa de Calcuta, ejemplo de tolerancia lo fue también de lealtad a la Iglesia Católica. Tolerancia la volvemos a encontrar en Benedicto XVI que con frase expresiva dejó sentenciado que los caminos que llevan a Dios son tantos y tan numerosos como el número de individuos. En esta linea de tolerancia se mueve el papa Francisco; pero no siempre fue así.

No hace tanto tiempo la libertad religiosa era considerada por la Iglesia Católica como algo impensable. Ya en el siglo XIX el papa Gregorio XVI seguía pensando que era “fuente envenenada de indeferentismo” y Pio IX decía que era “libertad de perdición”, sólo a partir de mediados del siglo XX sobre todo con Juan XXIII y el Concilio Vaticano II puede decirse que la libertad religiosa fue admitida sin recelos, pasando a ser un derecho fundamental de la persona. Resumiendo, a partir del Concilio Vaticano II la Iglesia Católica reconoce por primera vez en la historia tres cosas funamentales. Primero que existen valores religiosos y de fe en otras creencia religiosas, segundo que católicos y musulmanes adoran al mismo Dios bajo formas de creencias diferentes. Tercero que hay que olvidar los odios y enfrentamientos del pasado para pensar en un entendimiento mutuo a favor de la humanidad, promoviendo la paz, la justicia social, los valores morales y humanos. Por supuesto esto mismo sería aplicable al judaismo
Esta apuesta por la tolerancia no significa en modo alguno abrir las puertas a un relativismo peligroso que nos llevara a pensar que todo vale lo mismo y que da igual una religión que otra, no, no puede ser que todas las religiones valgan lo mismo, si así fuera corríamos el riesgo de devaluarlas a todas a la vez. Una solamente puede ser la religión autentica, expresión del anillo auténtico y no las otras, aunque los fieles de losdistintos credos hayan de esforzarse por hacerse merecedores del aprecio de Dios y de los hombres. Una tiene que ser la religión verdadera, sin que ello signifique que se tenga que renegar de la tolerancia. La certeza y la tolerancia han de discurrir paralelas. La apuesta por el diálogo interreligioso, tampoco puede crear sospechas sobre la necesidad de la evangelización, de otra forma ¿que sentido tendrían las palabras de Cristo que pide a sus seguidores anunciar el evangelio por todo el mundo? Su mensaje venido de lo alto ha de seguir anunciándose, si bien no en forma de imposición sino al modo de propuesta. «La verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra con suavidad y firmeza a la vez en las almas»(Concilio Vaticano II. Dcl. Dignitatis Humanae)

Siendo todo esto muy cierto no podemos olvidar que estamos comenzando una nueva era en la que seguramente nos va a exigir nuevos planteamientos. La crisis religiosa de las últimas décadas ha traído como consecuencia que las preocupaciones teológicas se hayan ido desplazado hacia el plano puramente cultural. Lo que significa que en nuestra sociedad la pregunta ya no sea ¿cual de las religiones es la verdadera?, sino ésta otra ¿ puede serlo alguna de ellas?. El laicismo beligerante en nuestra sociedad occidental cuestiona la religiosidad y piensa que es una rémora para el desarrollo. Ciertamente se trata un planteamiento muy radicalizado; pero con el hay que contar si queremos ser realistas y ello pudiera ser un motivo más para que las religiones se unieran haciendo un frente común. El debate que previsiblemente se va a librar en los próximos años va a estar protagonizado por dos fuerzas de signo contrario , la religión por una parte y el laicismo por otra. Ambas aspiran a liderar la cultura del nuevo milenio, por eso hoy como nunca comienza a ser necesario saber conjugar la firmeza con la tolerancia. Después de que la historia haya demostrado fehacientemente que la confrontación separa y que el diálogo acerca, laicismo como y religión quedan obligados a asumir el reto de la hora presente con sentido de responsabilidad.
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