En ocasiones es lícito rebelarse contra el Estado
Los católicos llevamos más de medio siglo esperando con los brazos tendidos a todos los que quieran acercarse, para darles razón de nuestra esperanza. Más de medio siglo gritando a los cuatro vientos que queremos entrar en dialogo con la cultura de nuestro tiempo , sin que por el momento se nos haya tomado en cuenta. ¿ Será que no sabemos cómo hacernos escuchar? o ¿tal vez sea que se nos hace el vacío injusta e injustificadamente? Sin negar que puede haber bastante de lo primero, no es descartable tampoco lo segundo. Siempre se ha dicho que entre dos interlocutores, difícilmente puede haber discusión, si uno de ellos no quiere discutir y lo mismo pasa con la intercomunicación. La cultura religiosa es una parte importante de la cultura de los pueblos ¿ quien lo duda? Pero el hombre actual está empeñado en ignorar todo aquello que trascienda de tejas a bajo y vivir inmerso en el analfabetismo religioso. Está claro que una gran masa de gente no quiere saber nada de Dios
Lo característico de nuestra cultura no es la pasión por Dios como pudo serlo en otras épocas sino la indiferencia religiosa. Los hombres y mujeres de nuestro mundo paganizado se han acostumbrado a vivir como si Él no existiera, no le necesitan para nada, ni creen que pueda ayudarle en la solución a sus problemas cotidianos, piensan que para lo único que puede servir es para complicar la vida. Es más, su presencia en el mundo les incomoda y molesta, porque viven llenos de prejuicios religiosos, que por otra parte sería fácil desmontar siempre y cuando tuvieran el valor de enfrentarse a ellos, con lo que pronto descubrirían que el miedo a Dios carece de todo fundamento. Sólo quien no conoce suficientemente a Dios puede temerlo.
A los cristianos no se nos escucha porque existe la creencia generalizada de que se vive mejor de espaldas a la religión, que se es más libre y más feliz sin un Dios a quien rendir cuentas. De alguna forma unos y otros nos hemos ido acostumbrado a esa felicidad canalla que todo lo fundamenta en el bienestar material , hemos adulterado los nobles ideales de libertad cambiándolos por una omnipermisividad irresponsable que todo lo tolera y nos hemos despojados de los preceptos morales y religiosos que servían de barreras de contención frente al abismo, para quedarnos con la conciencia personal subjetiva a la que hemos colocado por encima del bien y del mal .
Los estados modernos han sido sensibles a estas aspiraciones tribales, las han asumido convirtiéndolas en símbolos de las aspiraciones humanas, y han aprovechado la ocasión para usurpar el puesto vacante dejado por Dios, siendo ellos, ahora, los que han pasado a representar la autoridad suprema garante y garantizadora del orden por ellos establecido . Los actuales estados laicos , cuando no laicistas, en su afán de proteccionismo, han llegado a ser los árbitros supremos que todo lo regulan y controlan, que es a lo que siempre han aspirado todos los totalitarismos. Sería ingenuo pensar que unos estados con estas pretensiones estuvieran dispuestos a un dialogo religioso que tarde o temprano pudiera comprometer su situación hegemonica. Lo que yo no sabría decir muy bien es si del “homo irreligiosus” fuimos pasando a la sociedad descreída, para acabar en el estado laico con ribetes de laicistas o tal vez el proceso haya sido a la inversa. En cualquier caso, el hecho es que nos encontramos en una situación insostenible donde el orden querido por Dios ha sido trastocado, trasgredidos los imperativos primarios de la ley natural, donde se tolera el mal y no se respeta la dignidad de las personas, por lo que uno se pregunta ¿Para que queremos un estado que no sea el guardián y valedor de los derechos más sagrados e inviolables?
Los cristianos una vez superada la vieja tentación de querer imponer nuestra fe a martillazos, deberíamos comenzar a ser conscientes que tampoco es bueno vivir en situación de sumisión y postergación permanente ante un estado que trata de relegarnos a la sacristía y hacer de la religión una cuestión privada, con el pretexto de que vivimos bajo el imperio de una constitución aconfesional. Vamos a dejarnos de engañifas…. Todos los estados son confesionales , incluidos los confesionalmente laicos. Entonces… ¿ cómo se le puede prohibir a un cristiano que luche por tratar de implantar en nuestro mundo el Reino de Cristo? Cuando esta obstaculización ocurre , vienen a mi me memoria las palabras de los apóstoles que fueron pronunciadas en situación similar. “ Es preciso que obedezcamos a Dios antes que a los hombres”. La cosa no puede estar más clara. No es lícito obedecer al estado cuando trata de ostaculizar los planes de Dios, cuando atenta contra su ley o contraviene el orden natural. Los cristianos tenemos la obligación de rechazar abiertamente todas aquellas disposiciones contrarias a nuestra religión y a la moral universal , es necesario hacer frente y rebelarse, contra un estado que ha declarado la guerra a Dios. Entiéndase bien , eso sí, que rebelarse es algo distinto de violencia , tal como queda patentizado en el sublime ejemplo del propio Jesucristo .
Bien está la actitud de la mano tendida y la apertura al diálogo, que viene propiciando la Iglesia Católica y que dicho sea de paso , para poco ha servido hasta el momento. Lo que ya no es tan recomendable , es doblar la rodilla ante unos estados que se muestran tan irrespetuosos con los creyente y con la religión. De rodillas sólo debemos ponernos ante Dios, que es el único que puede dignificar al hombre, pues como bien decía Dostoievski “ El arrodillarse ante Dios, lo infinitamente grande, nos evita tener que arrodillarnos ante lo infinitamente pequeño” Si de algo debiéramos arrepentirnos los cristianos del siglo XXI, es de haber estado más preocupados de no exasperar al enemigo que de entregarnos a la causa de Cristo
Todavía no acabo de comprender cómo y por qué en estos últimos años, sobre todo en España, los cristianos hemos sido tan sumisos, tan contemporizadores y lo que es peor tan colaboracionistas con unos regímenes, que como se ha demostrado posteriormente no eran de fiar y nos han traído lo que nos han traído. Uno repasa la triste historia de los últimos tiempos y la ve plagada de disimulos, de mirar para otra parte , de vergonzosas condescendencias, de complejos, de cobardías, tratando de justificar lo injustificable, cuando todo hubiera resultado mucho más fácil, si hubiéramos tomado en serio la recomendación de Cristo “ buscad primero el reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura”; pero mucho me temo que los cristianos no hemos estamos a la altura que los tiempos exigían .
Aún así, me queda el consuelo, de que al menos, hayamos aprendido bien la lección para el futuro inmediato, que ya está ahí. ¿ Que vamos a hacer nosotros los cristianos del siglo XXI, ahora que todas las estructuras humanas se tambalean? ¿ hemos de permitir que nos sigan engañando con falsas promesas? ¿ vamos a contentarnos con medias verdades? ¿ Vamos a seguir refugiándonos en sutiles maquiavelismos o poniendo en práctica la táctica del mal menor? Yo quiero pensar que después de haber descubierto la gran mentira que se esconde detrás de lo políticamente correcto, sólo nos vamos a conformar con las grandes verdades evangélicas, sobre las que ha de estar fundamentado todo lo humano, incluso las cuestiones políticas y sociales. Los tiempos reclaman posturas valientes y comprometidas, ¡ basta ya de actitudes ambiguas y acomodaticias!
Lo característico de nuestra cultura no es la pasión por Dios como pudo serlo en otras épocas sino la indiferencia religiosa. Los hombres y mujeres de nuestro mundo paganizado se han acostumbrado a vivir como si Él no existiera, no le necesitan para nada, ni creen que pueda ayudarle en la solución a sus problemas cotidianos, piensan que para lo único que puede servir es para complicar la vida. Es más, su presencia en el mundo les incomoda y molesta, porque viven llenos de prejuicios religiosos, que por otra parte sería fácil desmontar siempre y cuando tuvieran el valor de enfrentarse a ellos, con lo que pronto descubrirían que el miedo a Dios carece de todo fundamento. Sólo quien no conoce suficientemente a Dios puede temerlo.
A los cristianos no se nos escucha porque existe la creencia generalizada de que se vive mejor de espaldas a la religión, que se es más libre y más feliz sin un Dios a quien rendir cuentas. De alguna forma unos y otros nos hemos ido acostumbrado a esa felicidad canalla que todo lo fundamenta en el bienestar material , hemos adulterado los nobles ideales de libertad cambiándolos por una omnipermisividad irresponsable que todo lo tolera y nos hemos despojados de los preceptos morales y religiosos que servían de barreras de contención frente al abismo, para quedarnos con la conciencia personal subjetiva a la que hemos colocado por encima del bien y del mal .
Los estados modernos han sido sensibles a estas aspiraciones tribales, las han asumido convirtiéndolas en símbolos de las aspiraciones humanas, y han aprovechado la ocasión para usurpar el puesto vacante dejado por Dios, siendo ellos, ahora, los que han pasado a representar la autoridad suprema garante y garantizadora del orden por ellos establecido . Los actuales estados laicos , cuando no laicistas, en su afán de proteccionismo, han llegado a ser los árbitros supremos que todo lo regulan y controlan, que es a lo que siempre han aspirado todos los totalitarismos. Sería ingenuo pensar que unos estados con estas pretensiones estuvieran dispuestos a un dialogo religioso que tarde o temprano pudiera comprometer su situación hegemonica. Lo que yo no sabría decir muy bien es si del “homo irreligiosus” fuimos pasando a la sociedad descreída, para acabar en el estado laico con ribetes de laicistas o tal vez el proceso haya sido a la inversa. En cualquier caso, el hecho es que nos encontramos en una situación insostenible donde el orden querido por Dios ha sido trastocado, trasgredidos los imperativos primarios de la ley natural, donde se tolera el mal y no se respeta la dignidad de las personas, por lo que uno se pregunta ¿Para que queremos un estado que no sea el guardián y valedor de los derechos más sagrados e inviolables?
Los cristianos una vez superada la vieja tentación de querer imponer nuestra fe a martillazos, deberíamos comenzar a ser conscientes que tampoco es bueno vivir en situación de sumisión y postergación permanente ante un estado que trata de relegarnos a la sacristía y hacer de la religión una cuestión privada, con el pretexto de que vivimos bajo el imperio de una constitución aconfesional. Vamos a dejarnos de engañifas…. Todos los estados son confesionales , incluidos los confesionalmente laicos. Entonces… ¿ cómo se le puede prohibir a un cristiano que luche por tratar de implantar en nuestro mundo el Reino de Cristo? Cuando esta obstaculización ocurre , vienen a mi me memoria las palabras de los apóstoles que fueron pronunciadas en situación similar. “ Es preciso que obedezcamos a Dios antes que a los hombres”. La cosa no puede estar más clara. No es lícito obedecer al estado cuando trata de ostaculizar los planes de Dios, cuando atenta contra su ley o contraviene el orden natural. Los cristianos tenemos la obligación de rechazar abiertamente todas aquellas disposiciones contrarias a nuestra religión y a la moral universal , es necesario hacer frente y rebelarse, contra un estado que ha declarado la guerra a Dios. Entiéndase bien , eso sí, que rebelarse es algo distinto de violencia , tal como queda patentizado en el sublime ejemplo del propio Jesucristo .
Bien está la actitud de la mano tendida y la apertura al diálogo, que viene propiciando la Iglesia Católica y que dicho sea de paso , para poco ha servido hasta el momento. Lo que ya no es tan recomendable , es doblar la rodilla ante unos estados que se muestran tan irrespetuosos con los creyente y con la religión. De rodillas sólo debemos ponernos ante Dios, que es el único que puede dignificar al hombre, pues como bien decía Dostoievski “ El arrodillarse ante Dios, lo infinitamente grande, nos evita tener que arrodillarnos ante lo infinitamente pequeño” Si de algo debiéramos arrepentirnos los cristianos del siglo XXI, es de haber estado más preocupados de no exasperar al enemigo que de entregarnos a la causa de Cristo
Todavía no acabo de comprender cómo y por qué en estos últimos años, sobre todo en España, los cristianos hemos sido tan sumisos, tan contemporizadores y lo que es peor tan colaboracionistas con unos regímenes, que como se ha demostrado posteriormente no eran de fiar y nos han traído lo que nos han traído. Uno repasa la triste historia de los últimos tiempos y la ve plagada de disimulos, de mirar para otra parte , de vergonzosas condescendencias, de complejos, de cobardías, tratando de justificar lo injustificable, cuando todo hubiera resultado mucho más fácil, si hubiéramos tomado en serio la recomendación de Cristo “ buscad primero el reino de Dios y su justicia que lo demás se os dará por añadidura”; pero mucho me temo que los cristianos no hemos estamos a la altura que los tiempos exigían .
Aún así, me queda el consuelo, de que al menos, hayamos aprendido bien la lección para el futuro inmediato, que ya está ahí. ¿ Que vamos a hacer nosotros los cristianos del siglo XXI, ahora que todas las estructuras humanas se tambalean? ¿ hemos de permitir que nos sigan engañando con falsas promesas? ¿ vamos a contentarnos con medias verdades? ¿ Vamos a seguir refugiándonos en sutiles maquiavelismos o poniendo en práctica la táctica del mal menor? Yo quiero pensar que después de haber descubierto la gran mentira que se esconde detrás de lo políticamente correcto, sólo nos vamos a conformar con las grandes verdades evangélicas, sobre las que ha de estar fundamentado todo lo humano, incluso las cuestiones políticas y sociales. Los tiempos reclaman posturas valientes y comprometidas, ¡ basta ya de actitudes ambiguas y acomodaticias!