Ramón Baltar Abuso de autoridad
(Ramón Baltar).- El arzobispo de Barcelona se puso en evidencia prohibiendo al teólogo Juan José Tamayo dar una conferencia titulada Ignacio Ellacuría: Utopía y Teoría Crítica en una parroquia de su jurisdicción. Nada importa si el motivo fue que el orador y el tema le producen sarpullido púrpura o contentar a la caverna tridentina.
Lo primero que llama a la atención es que su eminencia reverendísima Martínez i Sistach no haya reparado en que con semejante decisión estaba desautorizando a Francisco, que ha hecho de la opción por los pobres el eje de su pontificado (en línea con la Teología de la Liberación, corriente de pensamiento de la que el mártir jesuita fue destacado representante). Lo que menos se espera de un miembro del colegio cardenalicio es que airee su malestar con el programa del papa de las periferias.
Por otra parte, vetando al combativo profesor y publicista cayó el cardenal catalán en la demasía a la que son tan proclives los titulares del poder eclesiástico cuando no lo entienden y ejercen como diaconía: condenar a los teólogos al tristísimo papel de legitimadores intelectuales de las doctrinas que refuerzan su posición dominante. Pésimo servicio prestan a la Iglesia los retrógrados que pretenden que el vino viejo de la verdad católica perdería fuerza y aromas si se trasvasara a odres nuevos.
Lo contrario es precisamente lo que tratan de hacer los teólogos que merecen tal nombre: estudiar el modo de actualizar el mensaje que envuelve la Palabra Divina alumbrada para un contexto socio-cultural muy distinto. Los resultados de su trabajo deberían ser recibidos como propuestas y discutidos dentro del gremio de especialistas, dejando al tiempo que cribe el grano. Ramo de locura, querer poner puertas al campo.
Los torpes intentos de cercenar la investigación teológica comprometida los justifican los torquemadillas con la coartada de que sus académicas lucubraciones confunden a los sencillos en su fe carbonera. ¡Los mismos a los que el Padre reveló sus secretos!