Recluidas con su agresor Además de maltratadas, "coronaviruladas"
A las mujeres separadas, o en vías de separación, maltratadas por sus esposos, pareja o como se llamen, los “coronavirus” se están ensañando con ellas de manera cruel
Desdichadamente esta Iglesia llamada “oficial”, ha contribuido, y contribuye, en larga proporción al anti feminismo feroz que caracteriza la “educación” civil y “religiosa” en la que estamos inmersos
Y en parte explica, con contundencia y claridad lo de que “la maté porque era mía”…
Y en parte explica, con contundencia y claridad lo de que “la maté porque era mía”…
Las estampas, escenas y situaciones que hoy obligan a plantearnos los “coronavirus”, eran realmente impensables hace tan solo un puñado de semanas. Por muy desarrollada que se tuviera la imaginación, a nadie les hubiera sido posible representar algunas de ellas, revistiéndolas de circunstancias concretas, con nombres y apellidos, tiempos y lugares. La política, la Iglesia, la familia, el trabajo, la falta del mismo, la profesión y su ejercicio, la mentalidad, el sentido del dinero, el de la vida y el de la muerte, la filosofía, la economía y aún la misma teología … no hubieran facilitado, sino todo lo contrario, el registro de tales estampas y situaciones en el marco de la historia y menos en la del siglo XXI.
El punto principal de referencia de esta reflexión se concentra aquí y ahora, en el seno de no pocas familias, que con fórmulas más o menos “matrimoniadas”, aunque con cierto proyecto inicial de estabilidad, decidieron programar sus vidas sin descartar también las de sus propios hijos.
Tal y como refieren las crónicas, y siendo tan fácil asomarse a los respectivos recintos domésticos, comprobar el martirio que les supone sobre todo a las mujeres vivir –sin con-vivir- con sus esposos y padre de sus hijos, es de una gravedad intolerable y maldita.
A las mujeres separadas, o en vías de separación, maltratadas por sus esposos, pareja o como se llamen, los “coronavirus” se están ensañando con ellas de manera cruel. Los hijos lo perciben inesquivablemente y, en multitud de casos, teniendo que ser testigos inocentes del comportamiento odioso, y hasta del derramamiento de sangre y muerte de sus propias madres, a manos de sus mismos padres…
“Vivir con”, pero, a la vez, sin “con-vivir”-, en ocasiones hasta por imperativo legal- es causa, ocasión y explicación de muertes, cuyos regueros de sangre aparecen en los medios de comunicación social, titulando secciones reservadas ya de antemano para las afrentosas informaciones de este signo. Recluidas ahora con su agresor, por exigencias del estado de excepción declarado, en sus “hogares”, falta y sobra con que se encienda, aunque sea esporádicamente, una leve chispa, que automáticamente se convierta en chispazo que hace arder la institución familiar y sus componentes y moradores, siendo la mujer la sacrificada en primer lugar, aunque en ocasiones, también lo sea el hombre provocándose el suicidio.
Pese a que los obituarios “coronavíricos” resulten ser tan abundantes en los tiempos y circunstancias en las que vivimos, en las que apenas si el “pico”, “curva” o “montaña” señalen y aporten elementos de reconfortantes optimismos, la letanía del rosario en sus misterios dolorosos, con nombres y apellidos de mujeres maltratadas y sacrificadas, no cesa de aparecer en los noticiarios, aunque en lugares discretos, por acaparar los principales los producidos por los detestables “coronavirus” y asimilados.
Lamento con sinceridad y vergüenza ritual, inhumana y anti- evangélica, la situación y el estigma de “maltratada” con la que, con tan desdichada y humillante frecuencia, se les obliga a instalarse hoy a multitud de mujeres aún dentro de la institución de la Iglesia oficial, con la invención de argumentos bíblicos, vergonzosos, mendaces y en flagrante disonancia con el comportamiento, la doctrina y la palabra del mismo Jesús de Nazaret.
Desdichadamente esta Iglesia llamada “oficial”, ha contribuido, y contribuye, en larga proporción al anti feminismo feroz que caracteriza la “educación” civil y “religiosa” en la que estamos inmersos, y que en parte explica, con contundencia y claridad lo de que “la maté porque era mía”…