"Se trata de un símbolo pagano por todos sus costados e interpretaciones" Antonio Aradillas: "Réquiem por las mitras"
"¿Cuál es la verdadera procedencia histórica de las mitras? ¿Acaso en su origen estuvo, y sigue estando, Mitreo, el dios de los persas?"
"Todas las mitras están exornadas de unas 'ínfulas', palabra definida por la docta y reverencial RAE, como 'presunción y soberbia' y 'darse importancia'"
"En la Iglesia –y más si es, y está, 'en salida'-, están de más las mitras. Sobran, distraen, entorpecen, aturden y escandalizan"
"En la Iglesia –y más si es, y está, 'en salida'-, están de más las mitras. Sobran, distraen, entorpecen, aturden y escandalizan"
Con excepción de alguna que otra “travesura” cívico-religiosa de ciertos obispos y arzobispos y algún cura párroco y acólito, descolocados, es justo reconocer que el comportamiento ciudadano del clero, y pueblo de Dios en España, - a instancias de la misma Conferencia Episcopal –CEE-, fue ejemplar en los días de la Semana Santa pasada, fieles a las normas generales establecidas contra los satánicos “coronavirus”, merecedores de ser arrollados por torrentes de aguas lustrales, además con todos los predicamentos litúrgicos o para-litúrgicos. Por fin, parece que comienzan ya a entenderse las “autoridades políticas y religiosas –o viceversa- en su diversidad de estamentos, todo ello en beneficio del pueblo, que es lo que importa y seduce.
Desde el forzado retiro- desierto, espiritual y físico, al que se nos ha sometido con generosidad, en previsión de posibles contagios y contaminaciones, y convenientemente servidos por programas religiosos de la TV “oficial” y de la TRECE “episcopal”, muchos hemos dispuesto de tiempo y de ocasión para percatarnos, por ejemplo, de cuantos signos y símbolos siguen vigentes y operativos en la Iglesia y en su liturgia, sobre todo en los miembros de su jerarquía, únicos protagonistas de los actos religiosos, prohibidos terapéuticamente para el pueblo fiel, por lo de los besos y abrazos de paz, y la distancia a observar entre los componentes de una comunidad, y más de la que por sí lo es, y que precisamente se llama “Iglesia”, es decir, “reunión o asamblea”.
Por mi cuenta y riesgo, pero con el asentimiento de muchos, cristianos o no, aseguro una vez más que el uso y abuso de las mitras, que episcopalmente se hacen presentes en las “funciones” religiosas de las misas y otros actos solemnes de culto, celebrados estos días sagrados, merecen reflexión ascética, mística, penitencial y, por encima de todo, con los santos evangelios en las manos, con o sin incensarios….
La mitra, “santo y seña” de la función –ministerio episcopal, demanda revisión profunda de carácter eminentemente religioso que, con seguridad, le abriría las puertas a su desaparición lo antes posible. Se trata de un símbolo pagano por todos sus costados e interpretaciones, carente de todo tipo de lecciones y atractivos mínimamente espirituales, tanto en la dirección a Dios, como en el servicio al prójimo, presente o ausente de la celebración que se dice piadosa, y mucho menos adscritos a los miembros de la jerarquía, a quienes la liturgia les obsequia con ritos y ceremonias cercanos a los propios y específicos de la divinización.
Con los elementos de juicio de los que dispone una gran mayoría de los componentes del pueblo de Dios, gracias al grado de formación y cultura con que ya cuenta, descubrir que la mitra carece de sentido y contenido religiosos, ya ni siquiera con uso entre los paganos, es una auténtica gracia de Dios. Desde tal planteamiento de educación en la fe, y con el nudo y puro deseo de profundizar en el mismo, aprovecho esta ocasión para formularle a los liturgos y expertos en Ciencias Sagradas, preguntas como estas:
¿Qué significan y qué “predican” las mitras y los portadores de ellas?¿Por qué se las sigue prodigando en la liturgia sagrada con tanto relieve, exactamente jerárquico? ¿Cuál es la verdadera procedencia histórica de las mitras? ¿Acaso en su origen estuvo, y sigue estando, Mitreo, el dios de los persas?¿ Acaso fueron Mitríades, el dios del Ponto, del sol y del toro, de la fuerza y los cuernos, en tiempos mitológicos de Alejandro Magno, en la amalgama y pantomima religioso- política resultante que formaron, quienes todavía hacen perdurar la mitra, con la carga de “veneno” correspondiente, de la que hicieron uso los devotos del dios de los persas, para seguir eternizándose, él y los suyos, en el trono imperial?
¿Quién no se echa a temblar al descubrir, con temor “santo”, que el veneno, los Sumos Sacerdotes y los Generalísimos del ejército persa, sigan presentes, como elementos y signos de la religión cristiana, pese a la cercanía religiosa existente entre los términos “signo” y “sacramento”? ¿Cuál es la función- magisterio de los liturgos en relación con las ceremonias y ritos sagrados? ¿Acaso es la de canonizarlos o beatificarlos y ya está? ¿Cuántos son los obispos a quienes les impusieron las mitras -“mitra” significa también “cargo de obispo o arzobispo”-, sin pensar s siquiera cuanto y por qué esta se pone o se quita en determinados momentos de la celebración eucarística y “función sagrada”, con la consiguiente distracción que esto les significa a los celebrantes, a los “asistentes” y “participantes”? ¿Qué son, y hasta donde llegan, los conceptos de “religión”, de “cristiana”, de “mitología” y de “mitra”?
A la importancia que tienen las mitras, así descritas y calificadas, es indispensable añadirle el dato de que –“¡vanidad de vanidades”¡- todas ellas están exornadas de unas “ínfulas”, palabra definida por la docta y reverencial RAE, como “presunción y soberbia” y “darse importancia”.
En la Iglesia –y más si es, y está, “en salida”-, están de más las mitras. Sobran, distraen, entorpecen, aturden y escandalizan. En tiempos “coranovíricos”, y en mayor proporción en los no “coronavíricos”, sería litúrgicamente aconsejable que, más que mitras, los obispos fueran portadores de “mascarillas”. Cuestan y molestan menos, son más des-contaminantes y fáciles de interpretar su sentido y su contenido imperiales jerárquicos a la luz del servicio a la comunidad, es decir, a la Iglesia de los pobres.