"Francisco tiene más capacidad de escucha (sinodalidad) que este grupo de 'rebeldes sin causa'" Casimiro Bodelón: "Máximo apoyo para el Papa Francisco, cargado de años, frágil de salud, pero de cabeza lúcida y pulso firme"
"Si algo debería tener, como principio básico, cualquier creyente bien anclado, es no perder la capacidad de decidir en conciencia, dentro de la comunidad de creyentes, sin dejarse llevar ciegamente por banderías de uno u otro color o militancia"
"Mi invitación de simple creyente, miembro de base con voz, voto y libertad de conciencia, consiste en pedir máximo apoyo para el Papa Francisco, cargado de años, frágil de salud, pero de cabeza lúcida y pulso firme hasta ahora"
"Dios nos lo conserve el tiempo suficiente para que los graznidos nada evangélicos de estos cuervos que revolotean la Sede Pontificia no lleguen a infectar las conciencias de la numerosa comunidad de creyentes, que pastorea Francisco con buen pulso y humildad de magnífico Pastor"
"Dios nos lo conserve el tiempo suficiente para que los graznidos nada evangélicos de estos cuervos que revolotean la Sede Pontificia no lleguen a infectar las conciencias de la numerosa comunidad de creyentes, que pastorea Francisco con buen pulso y humildad de magnífico Pastor"
| Casimiro Bodelón Sánchez, psicólogo clínico
Como miembro de la comunidad de creyentes, observo desde mi atalaya que, en la institución católica, se empieza a crear un movimiento para resquebrajar la universalidad. La presión de este movimiento quiere llevarnos a los creyentes de base a oponernos a las directrices que emanan del pontificado del papa Francisco. Los cabecillas son un grupito de cardenales, (Walter Brandmüller, Raymond Burke, Juan Sandoval, Robert Sarah, entre otros), un número algo mayor de obispos, más sacerdotes y, proporcionalmente, un buen número de fieles creyentes del orbe católico, todos bajo el denominador común de “conservadores”.
"Los cabecillas son un grupito de cardenales, (Walter Brandmüller, Raymond Burke, Juan Sandoval, Robert Sarah, entre otros), un número algo mayor de obispos, más sacerdotes y, proporcionalmente, un buen número de fieles creyentes del orbe católico, todos bajo el denominador común de 'conservadores'"
Personalmente, como creyente, no digo amén absoluto ni a los llamados conservadores (ultraconservadores), anclados en Nicea o, al menos, en Trento; ni a los autodenominados como “progresistas” (ultraizquierda), que no sé si creen en Jesús y en su evangelio, o simplemente en ideologías sin peso ni contenido evangélico. Unos y otros se atrincheran en imágenes papales, al igual que en los inicios del cristianismos; "yo soy de Pedro, yo de Pablo, yo de Andrés o de Juan". Si algo debería tener, como principio básico, cualquier creyente bien anclado, es no perder la capacidad de decidir en conciencia, dentro de la comunidad de creyentes, sin dejarse llevar ciegamente por banderías de uno u otro color o militancia. La comunidad no debe convertir a sus miembros en un rebaño ovejuno, movido por el principio de "¿dónde va Vicente? donde va la gente…, y que decida el presidente".
"Si algo debería tener, como principio básico, cualquier creyente bien anclado, es no perder la capacidad de decidir en conciencia, dentro de la comunidad de creyentes, sin dejarse llevar ciegamente por banderías de uno u otro color o militancia"
A lo largo de mi vida, y peino abundantes canas, muchos me han preguntado si soy practicante… Mi respuesta automática siempre ha sido la misma: "¿qué entiendes tú por practicante?" La mayoría me respondió: "te pregunto si vas a misa los domingos". La respuesta que salía de mi boca desconcertaba a algunos, instruía a otros y dejaba ojipláticos a no pocos. Con un ejemplo real lo aclararé.
Durante un tiempo (más de diez años), estuve en la Asociación Leonesa de Caridad atendiendo en el comedor, como voluntario, al colectivo de transeúntes (comida y cenas). Un domingo, dos policías (siempre presentes a la entrada y en la sala previa al comedor, como apoyo a nuestro servicio y para evitar conflictos), se dirigieron a mí, pues les extrañaba mi presencia asidua en esta obra social de voluntariado. En un aparte, con sumo respeto y con gran interés me preguntaron si yo era creyente. Sin tapujos y con absoluta naturalidad les respondí que sí lo era. Entonces uno de ellos, casi pidiéndome disculpas por el interrogatorio, dio un paso más: "y ¿eres practicante?" Me sonreí y, con la misma naturalidad, les pregunté a ambos: "¿qué me queréis preguntar al decirme si soy practicante?"; "si vas a misa los domingos". En un ambiente de absoluta normalidad y confianza mutua, les respondí:
"Pues, ya veis. Hoy es domingo y esta es la misa en la que pongo en práctica mi fe. Os puedo asegurar que físicamente estaría más cómodo sentado en un banco de mi parroquia, con calefacción incluida, participando en la eucaristía, que es comunión y acción de gracias; pero mi servicio de comunión y acción de gracias, hoy, para mí es éste de atender en el comedor a los transeúntes y a los sin hogar y luego me iré a casa a comer con mi familia. Si puedo, durante la semana, iré a misa otro día que tenga turno libre aquí, porque la misa vale lo mismo cualquier otro día, porque no es un rito al que se asiste y produce efectos mágicos. No hay efectos mágicos ni en los ritos ni en las creencias, sólo compromiso personal en favor del que te necesita y al que atiendes, sin que le cobres por atenderle, como hizo el Maestro Jesús: “Él pasó haciendo el bien, sin cobrar” -dice el Evangelio-. Esto es lo que da sentido a mis creencias. Los ritos, los templos, para mí nunca han sido sagrados; sí lo son las personas, y por eso yo vengo aquí a prestar un servicio a las personas, como voluntario, como creyente y como practicante. Esto es lo sustantivo, el resto es un adjetivo, o a lo más, un epíteto".
"No hay efectos mágicos ni en los ritos ni en las creencias, sólo compromiso personal en favor del que te necesita y al que atiendes, sin que le cobres por atenderle, como hizo el Maestro Jesús"
Estos dos policías, aún en ejercicio, siguen siendo muy buenos amigos y me aprecian tanto como yo a ellos, que me agradecieron la explicación (¿catequética?) sobre el sentido de mi conducta en el servicio social voluntario. Nunca les preguntaré sobre sus creencias, porque no necesito saberlo; valoro sí su buen hacer como servidores públicos, el resto es del fuero interno de cada uno de ellos.
¿Qué mensaje quiero mandar hoy con esta reflexión a unos y otros, dentro y fuera de la comunidad de creyentes a la que pertenezco, a los ultras de uno u otro sesgo? Pues, sencillamente, sin estridencias ni grandes pretensiones, sí en román paladino, quiero llamar la atención a esos cardenales, obispos y sacerdotes, más amantes de los ritos, de las paredes de los templos, (sus dominios) y del Derecho canónico (¡poco evangélico en más de un canon!), que de las personas. Ellos se oponen frontalmente al papa Francisco, (al que algunos califican, sin rubor ni respeto, de hereje), porque no les ha pasado la mano por el lomo o les ha llamado a capítulo en muchas ocasiones, recordándoles el valor evangélico de las personas y la gravedad del abuso del poder. Esos tales no vengan invocándonos la tradición, que en muchos casos y circunstancias ha sido una verdadera "traición" al mensaje evangélico. Ya sabemos que ellos estaban más contentos con el grito "¡santo súbito!" a su doliente y agotado Juan Pablo II.
Todo papa tiene cosas que gustan a unos y disgustan a otros. El Papa Francisco, como los anteriores tiene muchas luces y algunas sombras, (todos son personas humanas, que no divinas), pero, desde luego tiene menos afán de poder que sus declarados enemigos y, por supuesto, más capacidad de escucha (sinodalidad) que este grupo de "rebeldes sin causa". Por lo que mi invitación de simple creyente, miembro de base con voz, voto y libertad de conciencia, consiste en pedir máximo apoyo para el Papa Francisco, cargado de años, frágil de salud, pero de cabeza lúcida y pulso firme hasta ahora. Dios nos lo conserve el tiempo suficiente para que los graznidos nada evangélicos de estos cuervos que revolotean la Sede Pontificia no lleguen a infectar las conciencias de la numerosa comunidad de creyentes, que pastorea Francisco con buen pulso y humildad de magnífico Pastor.
No es mi estilo comulgar con ultras (del color que sean), porque la fe es un don del buen Dios y mi libertad de conciencia nunca la depositaré en manos de nadie, y menos en manos de ansiosos de poder. Necesitamos conciencias formadas, con capacidad de decisión y de opciones personales; así pues, ni eis-odós, ni ex-odós; prefiero sin-odós: caminar pensando juntos, sin someter a nadie ni excluir a nadie y cada uno en su casa, pues de "ocupas" estamos hasta los epidídimos.
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