Los progenitores hacen la criatura que Dios les da Concebir y acoger

(Juan Masiá Clavell, s.j.).- En el tercer domingo de Adviento meditamos sobre la maravilla de creatividad de toda concepción y alumbramiento.

No basta la fecundación de la mujer por el varón para que nazca nueva vida, no basta el encuentro biológico del óvulo y el espermatozoo. Si la fertilización puede llamarse "momento" (sabemos que ese "momento" dura más de veinte horas, es un proceso, como es proceso la anidación del pre-embrión en el seno y es un proceso la constitución biológica de una nueva individualidad durante las semanas tercera a la octava), la concepción es algo mucho más amplio y profundo, con mayor amplitud temporal y mayor profundidad humano-divina.

Concepción es un sustantivo, pero concebir es un verbo. Es más apropiado el verbo para significar este proceso.

Gabriel es símbolo de la palabra creadora del Espíritu de Vida. Anuncia que la vida concebida se hará nueva criatura, Se le aplica el verso del profeta Sofonías: "El Señor dentro de tí se alegra contigo y se renueva su amor" (Sofonías 3,17).

El alumbramiento de la vida concebida será fruto del amor de Dios que bendice el amor de los progenitores. La palabra que lo dice es "palabra de gracia, de gratuidad", que es el leit motiv del evangelista Lucas.

María dice, con razón, "hágase en mí", es decir, la madre acoge que ocurra esa creación (pro-creación) dentro de ella. Lo que , aunque no se hace sin ella y sin el padre, pero los desborda a ambos, es algo que ocurre en ellos y los supera. Los progenitores hacen la criatura que Dios les da. Dios les da la criatura que ellos hacen.

Así es en todo nacimiento. Concebir vida y alumbrar criatura nueva es el enigma y maravilla de creatividad de todo nacimiento, de lo cuál el nacimiento de Jesús es símbolo y epifanía. Como escribía Juan Pablo II, "la Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano " (Evangelium vitae, n.1).

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