"¿Cuántos curas 'rojos' están hoy censados en la CEE?" Curas "rojos"
"La tipificación como parte del “rojerío”, resultaba entonces de extremado peligro, no solo para el cuerpo, sino también para el alma. Es decir, con amenazas de muerte, y con la condenación eterna"
"Muy pocos, prácticamente nulos, fueron los intentos de los obispos en cuyas diócesis estaban incardinados los curas “rojos”, sin apenas mover un milímetro sus báculos y mitras"
"Además de conmiseración, pena y tristeza, causa risa la calificación de cura “rojo” con que también a un servidor de ustedes, tuvieron a bien calificarme, por ejemplo, por haber yo escrito, publicado y defendido en aquellos tiempos a favor de la coeducación -niños y niñas- en los centros escolares"
"Además de conmiseración, pena y tristeza, causa risa la calificación de cura “rojo” con que también a un servidor de ustedes, tuvieron a bien calificarme, por ejemplo, por haber yo escrito, publicado y defendido en aquellos tiempos a favor de la coeducación -niños y niñas- en los centros escolares"
Con palabras-“palabros”- semi dogmáticamente proclamadas , impresas y, a veces, hasta administrativamente selladas, a determinados sacerdotes de tiempos pasados y aún presentes, se les clasificaba de “comunistas”, “marxistas”, “heterodoxos” y, en definitiva, de “rojos”. El “Nihil Obstat” jerárquico, al dictado de la justicia y de la caridad, brilló y brilla sistemáticamente por su ausencia, aventurándome a estimar, dejando constancia de ello, que sus “placet” los inspiraron y mantuvieron y, en ocasiones indulgenciaron, los propios obispos.
Urge destacar que la tipificación como parte del “rojerío”, resultaba entonces de extremado peligro, no solo para el cuerpo, sino también para el alma. Es decir, con amenazas de muerte, y con la condenación eterna, previa expulsión del ejercicio -ministerio canónico, al mínimo gesto a favor, que ejecutara la “autoridad competente”, sin ahorrarse el aval expreso y por ser esta “ la santa voluntad de Dios” y la de “Nuestra Santa Madre la Iglesia”.
Recientemente el recuerdo de los nombres de algunos de estos sacerdotes se nos ha hecho presente en los obituarios, con discretas alusiones a sus “vidas y milagros”, que hubieron de afrontar por vocación, purgados y repurgados con “mónitums” canónicos y estancias carcelarias clericales, como en la “concordataria” de Zamora, castigados con procedimientos “humanos y divinos”, por autoridades eclesiásticas y civiles, a las que la “Carta Colectiva del Episcopado Español” les confería plenos poderes por su forzada condición pontificia. de “Cruzada”.
Muy pocos, prácticamente nulos, fueron los intentos de los obispos en cuyas diócesis estaban incardinados los curas “rojos”, sin apenas mover un milímetro sus báculos y mitras condenando la reclusión de los mismos, atareados episcopalmente en el litúrgico menester de la preparación de los varales del palio bajo el que habría de hacer su devota y triunfal entrada en las catedrales “Franco, Caudillo de España, por la gracia de Dios”. A Mons. Añoveros, Antonio de nombre y obispo por vocación, se le puso a su servicio un avión con sus motores a punto en el aeropuerto de Sondica, para un exilio de la nacional católica España, que se llegó a creer inminente,
Creo con honestidad que, quienes sustituyeron y sustituyen ahora a los obispos firmantes de la “Carta Colectiva” -Cruzada-, debieran haber seguido el “iter” – “Vía Crucis”- de los citados curas “rojos” incardinados en sus diócesis, haberles reparado algunos de los gravísimos perjuicios a los que fueron sometidos y, a su muerte, entonar retahílas penitenciales en sufragio de sus almas, haciendo públicos sus nombres al menos en los medios oficiales de comunicación propiedad de la CEE, como LA COPE o LA TRECE. Es lo mínimo.
Además de conmiseración, pena y tristeza, causa risa la calificación de cura “rojo” con que también a un servidor de ustedes, tuvieron a bien calificarme, por ejemplo, por haber yo escrito, publicado y defendido en aquellos tiempos a favor de la coeducación -niños y niñas- en los centros escolares. El Cabildo en pleno de mi diócesis me envió una carta que conservo, en la que se me declara “hereje” – es decir, “rojo”-, con sus correspondientes consecuencias. (En la actualidad, todos los colegios, y los seminarios que quedan, son centros de coeducación, entre otras razones, porque, de no serlo, no les sería posible firmar el concierto estatal, privándoseles de su dotación económica)
Tal “rojez” engrosó mi ulterior “suspensión a divinis” – posteriormente levantada, por haber atrevido a denunciar públicamente la existencia de una “Rota de las Ventas”, chiringuito seudo-canónico, que en dependencias de una parroquia madrileña del barrio de Las Ventas mantenían unos” monseñores romanos”, con la colaboración de unos abogados matrimonialistas, que impartían y facilitaban las “nulidades- anulaciones” matrimoniales, al mejor postor o “postora”, menos caro y mucho más rápido.
¿Cuántos curas “rojos” están hoy censados en la CEE? ¿Por qué causas? ¿A cuantos obispos les será aplicable el título de “rojos”, si se los despoja de sus solideos, de sus cáligas, mitras, ornamentos, signos y símbolos que se dicen “sagrados”? ¿Cuántos obispos son “rojos” de verdad, porque la lectura del Evangelio les convence y orienta su actividad pastoral, en mayor y más devota proporción a como lo hace y lo hará el Código de Derecho Canónico?
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