"Nada de cuestionarios previos, nada de condiciones, nada de temas tabú. 'Pregunten lo que quieran'" Javier Fariñas: "El Papa nos abrió las puertas a las preguntas y, cuando le pedimos dos en el tiempo de descuento, nos respondió con un sencillo 'Dale'"
"Francisco, de pie, nos tendió la mano sonriente, nos invitó a sentarnos y se puso a la escucha"
"Es más una ilusión que un deseo pensar que nuestros entrevistados te pongan tan pocos impedimentos como Francisco. Nada de cuestionarios previos, nada de condiciones, nada de temas tabú. 'Pregunten lo que quieran'"
"A nosotros nos abrió las puertas a las preguntas y cuando le pedimos dos en el tiempo de descuento, nos respondió con un sencillo 'Dale'. Y se las hicimos"
"A nosotros nos abrió las puertas a las preguntas y cuando le pedimos dos en el tiempo de descuento, nos respondió con un sencillo 'Dale'. Y se las hicimos"
| Javier Fariñas, redactor jefe 'Mundo negro'
El 15 de diciembre, sobre las 11 de la mañana, varios coches oficiales con matrícula diplomática estaban aparcados delante de una de las fachadas del cortile de San Dámaso. En ellos habían llegado los nuevos embajadores de Belice, Bahamas, Tailandia, Noruega, Mongolia, Níger, Uganda y Sudán, que presentaban a esa hora sus cartas credenciales al papa Francisco.
Sin las alharacas propias de la diplomacia, nosotros llegamos a pie y nos indicaron que debíamos esperar en una sala pequeña junto a la puerta de entrada al Palacio Apostólico. Al rato, comenzaron a salir las delegaciones de los ocho países, algunos de ellos ataviados con trajes típicos de sus países de origen. Nos acompañaron a la segunda logia, dejamos todo lo prescindible en una estancia y nos dispusimos a esperar nuestra hora. Las 11 y media.
Con una puntualidad casi suiza nos hicieron pasar. Francisco, de pie, nos tendió la mano sonriente, nos invitó a sentarnos y se puso a la escucha. Después de entregarle unos ejemplares de la revista –nada más ver la portada verde de nuestro Especial África 2022 nos dijo que ya la tenía y que la consultaba– y una pequeña ujamaa –nos la había regalado la Hna. Maria Pedron, una misionera comboniana que trabaja desde hace décadas en Mozambique, cuando estuvimos con ella allí hace algunos años–, le hicimos una breve presentación de nuestro trabajo, colocamos micrófono y grabadora y Francisco se adelantó: «Pregunten lo que quieran».
No sé qué recoveco mental hace que cuando recuerdo esas palabras –«Pregunten lo que quieran»– venga a mi cabeza una cosa que me dijo hace ya algún tiempo el periodista Alfonso Armada cuando le pedí que nos diera claves de cómo contar el continente africano. «África se cuenta igual que se cuenta Lavapiés». Con la misma naturalidad, con la misma sencillez, con el mismo entusiasmo. Con la misma normalidad con la que el sucesor de Pedro te dice que le preguntes lo que tengas previsto. Es más una ilusión que un deseo pensar que nuestros entrevistados te pongan tan pocos impedimentos como Francisco. Nada de cuestionarios previos, nada de condiciones, nada de temas tabú. «Pregunten lo que quieran». El periodismo, en ocasiones, es más sencillo de lo que muchas personas quieren hacernos ver.
Y también en clave periodística, la entrevista a Francisco me lleva a recordar la que hice a otro compañero de profesión, Xavier Aldekoa, cuando publicó su estupendo Océano África. Sobre la ausencia de África en los medios de comunicación, apuntaba a la teoría de que «los medios de comunicación se rigen por lo que es influyente, no por lo que es importante. (…) Nos movemos mucho por eso, y África no está en ese sector de influencia». Sin embargo, para el Papa lo influyente y lo importante van de la mano. La Misión y los misioneros. África y los africanos. Los migrantes y sus valores. «Hay que ir a los pueblos, no a las ideas», nos dijo. Lo influyente y lo importante.
La entrevista está ahí, para quien quiera leerla. Hablamos de la Misión, de los misioneros, de sus viajes a África, de los migrantes. Y ahí, cuando nos indicó que tenía que seguir con su agenda y que debíamos terminar, le pedí «dos preguntitas más».
«Dale», respondió. Del mismo modo que cuando se asomó al balcón central de San Pedro, el día de su elección, se despidió de los presentes dando las buenas noches y deseando que tuvieran un buen descanso, a nosotros nos abrió las puertas a las preguntas y cuando le pedimos dos en el tiempo de descuento, nos respondió con un sencillo «Dale». Y se las hicimos.
Apagué la grabadora. Guardé los cachivaches propios de la profesión. De pie nos despidió, sonriendo y agradeciendo. Igual que nosotros.
A la salida, nada de coches diplomáticos en el cortile de San Dámaso. Más allá de la hora del Ángelus dejamos el Vaticano por la via de Santa Ana.
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