"Se vuelve a producir la corrupción del Evangelio por la influencia de la religión" Las Iglesias y la guerra en Ucrania: Kirill ha puesto la religión al servicio de la guerra
"Cercano al Kremlin e inspirador de las justificaciones de Putín a la hora de invadir Ucrania, ha mostrado la imagen más elocuente de la religión al servicio de la guerra"
"La ruptura histórica de la Iglesia ortodoxa de Ucrania con la de Moscú, no sólo es clara, sino irremediable. Esta vez el cisma parece irremediable"
"Si las religiones tuvieran a su favor el testimonio de la unidad y la comunión, al menos coincidirían todas en reprobar moralmente una guerra que avergüenza por su brutalidad"
"Dios acompaña a un pueblo abatido, también con personas nobles y de buena voluntad, que demuestran que la solidaridad y la acogida no son patrimonio de ninguna religión"
"Si las religiones tuvieran a su favor el testimonio de la unidad y la comunión, al menos coincidirían todas en reprobar moralmente una guerra que avergüenza por su brutalidad"
"Dios acompaña a un pueblo abatido, también con personas nobles y de buena voluntad, que demuestran que la solidaridad y la acogida no son patrimonio de ninguna religión"
| Marco A. Velásquez Uribe
Ante la desoladora realidad que golpea al pueblo de Ucrania, apena ver el grotesco panorama de la Iglesia Ortodoxa Rusa presidida por el patriarca Cirilo (Kirill), quien técnicamente es el Papa de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Cercano al Kremlin e inspirador de las justificaciones de Putín a la hora de invadir Ucrania, ha mostrado la imagen más elocuente de la religión al servicio de la guerra. Las declaraciones y homilía reciente de Cirilo lo demuestran. Lamentablemente, la conducta de Kirill deja al descubierto la aberración de la bendición cristiana a una nueva guerra brutal. Eso es poner el Evangelio al servicio de causas nacionalistas que contradicen la esencia de la Buena Nueva.
Literalmente, se vuelve a producir la corrupción del Evangelio por la influencia de la religión, sentando así un grave precedente que entorpece la tarea universal de multiplicar la esperanza en el mundo.
El ecumenismo dentro de la desmembrada Iglesia Ortodoxa revela sus múltiples fracturas históricas. En efecto, la Iglesia Ortodoxa de Ucrania remite precisamente al patriarcado de Moscú, presidida por Cirilo. Así, la justificación de Kirill a la guerra en Ucrania refresca la profunda herida de la comunión en la Iglesia ortodoxa de Moscú, en cuyo camino a la Invasión de Putin, además de la conflagración, que tiene al mundo en vilo, implica una grave crisis religiosa, que se manifiesta, precisamente, cuando los pueblos que sufren el flagelo de la guerra necesitan más que nunca del servicio de la esperanza, cuando la gente más necesita a Dios.
He tenido que escucharlo dos veces porque no daba crédito. Sí, el patriarca Kirill (el "Papa" de la Iglesia Ortodoxa) efectivamente dice esto.👇 https://t.co/MOLpsK8KlL
— Bricio Segovia (@briciosegovia) March 6, 2022
La ruptura histórica de la Iglesia ortodoxa de Ucrania con la de Moscú, no sólo es clara, sino irremediable. Esta vez el cisma parece irremediable. Aunque con ello queda manifiesto el testimonio de la contradicción que implica la falta de unidad y comunión de las Iglesias cristianas, contradicción que una vez más radica en las jerarquías.
Las divisiones y el poder de la Iglesia Ortodoxa de Moscú es también una fuente de conflicto con la Iglesia Católica, cuya distancia histórica no logra fortalecer los vínculos de una amistad herida, que en el momento actual limita la actuación de Francisco y resta fecundidad al servicio que la Iglesia Católica podría prestar para aminorar el curso de una guerra que ha ido demasiado lejos. Es evidente que la actuación del Vaticano ha sido modesta, carente de parresía profética, en gran parte condicionada por el objetivo de no acrecentar las divisiones con Kirill y con el mismo Kremlin. Es evidente que la política importa más que la religión.
Mientras se acrecienta el dolor indescriptible de la guerra que sufre el pueblo de Ucrania, los cristianos tendremos que conformarnos con admitir nuestra impotencia, y tal vez nuestra complicidad, elevando al Cielo nuestro clamor que, tal vez no aminore el enorme sacrificio de un pueblo que espera más que palabras.
Si las religiones tuvieran a su favor el testimonio de la unidad y la comunión, al menos coincidirían todas en reprobar moralmente una guerra que avergüenza por su brutalidad y por la expectación pasiva que delata profundas contradicciones.
Pero, como a nadie le falta Dios, el pueblo de Ucrania recibe la solidaridad concreta de esos pueblos vecinos, que sin más expresión que la humanidad de sus anfitriones, se vuelve generosa y conmovedora. Nada de eso se hace en nombre de ninguna religión, sino sólo en virtud de la más genuina referencia a la fecundidad que moviliza al corazón humano.
Así también, sea en los subterráneos que protegen aterradoramente del implacable bombardeo, así como en el éxodo interminable de millones de ucranianos que se dirigen derrotados a una tierra extraña, pero generosa, en cada uno de esos lugares del horror y de la esperanza, hay una Iglesia viva que con rostros de creyentes, de presbíteros o de obispos, que acompañan y testimonian que Dios camina con el querido pueblo de Ucrania. Y así Dios acompaña a un pueblo abatido, también con personas nobles y de buena voluntad, que demuestran que la solidaridad y la acogida no son patrimonio de ninguna religión.
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