La violencia en Ucrania y Tierra Santa marcan el mensaje de Pascua del patriarca de Jerusalén Pizzaballa: "No es cierto que en el mundo sólo haya tinieblas y violencia, muerte y dolor"
"El ángel, las mujeres y los discípulos, a través de los pasajes del Evangelio que vamos a proclamar en estos días benditos, nos anuncian todavía hoy esta noticia: no estamos solos. Jesús está vivo y en él nosotros somos salvados"
"¿Es realmente posible hoy, en esta vida que es la nuestra, ver los signos de la resurrección de Cristo, escuchar los testimonios, encontrar al Resucitado? ¿Es todavía posible creer en este anuncio?"
| Pierbattista Pizzaballa, patriarca Latino de Jerusalén
¡A los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y a todos los fieles de la diócesis del Patriarcado latino de Jerusalén!
Queridos hermanos y hermanas,
De nuevo este año, la Pascua nos trae un anuncio de amor, de paz y de vida. Los signos de la resurrección nos comunican esta buena noticia hasta hoy: la piedra del sepulcro de Jesús ha sido derribada, las tinieblas ya no encierran a nadie, el sepulcro está vacío; las sábanas ya no envuelven el cuerpo de Cristo. El ángel, las mujeres y los discípulos, a través de los pasajes del Evangelio que vamos a proclamar en estos días benditos, nos anuncian todavía hoy esta noticia: no estamos solos. Jesús está vivo y en él nosotros somos salvados. En estos días de intensas celebraciones litúrgicas, todo habla de fiesta y de alegría, de un Dios que ha cambiado el destino del mundo, que ha traído una nueva luz de esperanza para la humanidad.
Al mismo tiempo, también debo reconocer que a menudo nos cuesta hacer la conexión entre lo que celebramos y lo que experimentamos. No siempre conseguimos hacer la síntesis entre vida y fe. Además, ¿cómo podemos hablar de esperanza pascual en el mundo desgarrado y violento de hoy? ¿Dónde y cómo podemos ver las señales de la resurrección, mientras somos testigos de las consecuencias del conflicto y la injusticia en todo el mundo?
Pienso en este momento en la violencia que aún hiere a nuestra Tierra Santa. El conflicto político absorbe gran parte de nuestra energía y encuentra su expresión en las repetidas tensiones violentas, que estos días parecen volver a encenderse. Pero también se expresa en el esfuerzo continuo de nuestras comunidades por construir una vida normal, aquí siempre agotadora y fatigosa: moverse, trabajar, reunirse, divertirse son operaciones nunca evidentes y nunca inmediatas. Estas situaciones crean desconfianza y corren el riesgo de apagar la esperanza que proclamamos en Pascua. Las consecuencias de todo esto aparecen a menudo en nuestros discursos, y se abren camino en muchos corazones: resentimiento, prejuicio, malentendidos, sospechas, miedos y molestias son palabras que casi nunca faltan en nuestro vocabulario.
Pienso también en lo que está pasando en este momento en Europa, en Ucrania... Un país atacado por otro país hermano, creando dramas humanos de enormes proporciones... Podría seguir enumerando extensamente situaciones en las que hablar de amor, de paz y vida parecería un simple eslogan.
¿Es realmente posible hoy, en esta vida que es la nuestra, ver los signos de la resurrección de Cristo, escuchar los testimonios, encontrar al Resucitado? ¿Es todavía posible creer en este anuncio?
¡Si es posible! Creemos en ello, y lo repetimos porque lo hemos vivido. La Pascua no es solo una palabra, no es un eslogan: es una realidad que aún hoy podemos tocar y experimentar. Tenemos que creerlo. Nosotros también queremos decir: "¡Yo creo, Señor, ayuda mi incredulidad!" (Mc 9,24).
Porque no es cierto que en el mundo sólo haya tinieblas y violencia, muerte y dolor. En el mundo también hay infinidad de amor, infinidad de personas que dan la vida por los demás, que luchan por la justicia, que trabajan por la paz. Celebrar la Pascua es reconocer y celebrar a Cristo que, a través de valientes testimonios, en Tierra Santa y en todo el mundo, nos muestra la fuerza del amor que aún sabe verdaderamente derribar piedras y dar luz a la vida de miles de personas, ya sea aquí o en otro lugar.
“Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz” (Rom 13,12). Sí, a eso nos llama la Pascua nuevamente este año: a convertirnos en testigos que, con su acción, su oración, el don de su vida, sigan llevando al mundo la luz que brotó del sepulcro de Cristo.
¡Felices Pascuas! ¡Cristo ha resucitado!
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