Extraido de "Trama divina, hilvanes humanos" Ed. PPC NATIVIDAD DEL SEÑOR: Palabra y carne
Ser hijo de Dios, razón para la locura de la alegría, por el rio de sentido y verdad que viene en esas venas de amor tan paterno como materno, en la adopción definitiva entre el pesebre y la cruz, lugares donde la ternura y lo vulnerable se abrazan, la tierra y el Espíritu se glorifican.
| Jose Moreno Losada
…La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan 1,1-18
Poder para ser hijos de Dios
El misterio es tan único como asombroso. La Palabra se hizo carne. El que hizo el mundo se hace criatura y revela lo inaudito, lo que podría volver loco al ser humano si se hiciera consciente de esta verdad sagrada, del evangelio definitivo para toda una historia de la salvación. Se trata del misterio de la vida: “si acoges a Dios, si te abres a su nombre, a su persona, que llega a nosotros en la vulnerabilidad de la carne, él te dará el poder para ser hijo de Dios, a ti que eres tan vulnerable”.
Sentencia de la vida: Palabra y carne
Querido Jesús S., no me sorprendió, era a tono con tu inquietud espiritual y tu deseo de ser humano, viviendo la vida con la mayor intensidad que puedes y con la paz y armonía que no sé si tienes, pero estoy seguro de que la concedes a los que te rodean y con los que compartes tu vida. También sé que la encuentras y la acoges en ellos mismos, viendo lo que te llega con los ojos profundos de la mirada que trasciende y llega a la verdad sencilla y desnuda, aunque pueda estar envuelta de tonos y colores muy variados.
Me escribiste hace unos días y me enviaste un trozo de lo que había sido guion en tu proyecto de vida que compartes en el grupo de profesionales cristianos. Un grupo tocado de una humanidad muy viva, miembros de familias con hijos en edad infantil, algunos llegando ya a la adolescencia, con la pareja o el trío, trabajando los dos – Angelines- con sentido de la profesión entregada, participando en responsabilidades en vuestros ámbitos de trabajo, con horarios entregados que los determinan más los otros que uno mismo. Os reunís cuando podéis y si no, lo hacéis vía online. Todo un milagro de la fe y de lo humano, pero ahí permanecéis queriendo tener proyecto de vida para que el vivir sea un proceso querido y no se nos vaya la existencia por los agujeros de una actividad que nos queda vacíos además de agotados y extenuados.
Recuerdo la anécdota, cuando estando yo en la playa veía a un padre con sus hijos que llegaban a la arena, con la fuerza paterna las sombrillas, los asientos, los juguetes, las bolas… y hacía mi escrito poético, bello, dulce… y tú me respondías con los sentimientos del padre que no le gusta la playa y está de ella hasta los pelos, que los niños se pelean entre ellos, que el mástil de la sombrilla no entra de ningún modo y vives en la inseguridad de si volará el paraguas. La madre se quedó en casa ultimando algo de comida…vamos que la poesía era para mí, porque el padre estaba haciendo lo que tenía que hacer, siervo inútil. Posiblemente gozaría cuando se encuentre solo, aunque sea un rato, para descansar…cosa un poco difícil.
Yo le ponía palabra, como poeta místico, pero tú ponías la mística de la carne, de la realidad vivida, del quehacer reglado, rutinario, para llevar adelante la vida, unas veces con más ganas y otras con menos. El misterio de lo diario y de la carne. La vida de lo diario en el quehacer del curso: la casa, el matrimonio, los hijos, el trabajo, las relaciones, la familia, etc. Marca un trajín y un quehacer que más que vocacional se hace determinante, entrar en la carne de lo real por la vida de lo verdadero, en lo que te vas dejando hacer en el proyecto del existir.
Me comentabas cómo en los cuarenta años, cuando muchas cosas ya están “conquistadas” y consolidadas, el matrimonio, los hijos, el trabajo, hay que vivir con la verdad y el sentido que se te revela en ellas. Vas descubriendo como horizonte del propio vivir, el nacimiento de lo real, su valor, su misterio, su tesoro. Ahí entendía yo las líneas que me dabas a comulgar, como pan de vida compartido en el camino de Emaús. Recuerdo lo que me decías:
“Un momento emocional”
Frágil…como una caña en medio de la tormenta, sabiéndose caña y mirando el universo.
Pequeño… como un caracol en la carretera, donde cada paso está llamado a conocer y sentir el camino con todo su ser.
A la deriva… como una semilla alada en la brisa, que no sabe dónde va… pero confía…
Afortunado…como quien encuentra un tesoro y lo vuelve a esconder. Y es feliz sabiendo que lo conoce, aunque no lo posee…porque poseerlo le llevará a vender todo lo que tiene y tiene mucho... y sabe que estará vendiendo sus cosas durante el resto de su vida.”
Seguías con una afirmación de sentido descubierto que recibo como traducción verdadera del versículo lucano que nos habla de la verdadera señal del tesoro, del absoluto, cuando nos dice: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Tú lo expresabas con la profundidad de la propia experiencia y de tu fe viva: “la vulnerabilidad de la vida es su valor, el cuidado su tesoro”.
La salvación es carne nacida y amada
Hoy en este día de Navidad, de la Palabra hecha carne, se nos invita a abrirnos a lo carnal, a la vulnerabilidad de la vida como el lugar del valor único del absoluto, no hay otro para llegar a la verdad, para descifrar la realidad que vivimos y en la que somos. Sólo la vulnerabilidad nos da valor, pero sólo se hace tesoro si se cuida. Ahí está tu fe, tu revelación, y ahí está el dogma de la Encarnación vivido a pie de calle, de familia, de paternidad, de matrimonio, de profesión, de ciudadanía, de iglesia… nuestra salvación está en el cuidado amoroso de la vulnerabilidad compartida. Es Navidad.
Cómo algo tan pequeño puede venir a salvarme?”
(Dani Fernández-Sólo tienes que avisar)