Un nuevo volumen sobre el inigualable e incomparable san Juan de la Cruz La noche del deseo y transformación en el carmelo
E. Howells y P. Tyler (eds.) publican John of the Cross: Carmel, Desire and Transformación, Londres-Nueva York: Routledge, 2024, 322 pp., sobre el carmelita universal, san Juan de la Cruz
"Desde el silencio críptico la capilla segoviana, donde reposan los huesos (al menos la mayoría de ellos), sigue oyéndose el conjuro místico, ya evocado por sus versos inmortales y elaborados por sus demás escritos"
"La respuesta de los estudiosos de habla inglesa, en este volumen dirigido por dos investigadores solventes sobre la mística cristiana, es una digna respuesta a este conjuro y que nos hace llegar a nosotros el encanto de este conjuro a la vez que nos invita a bucear y beber en la misma fuente"
"Ha merecido la pena recorrer sus páginas para percatarnos de la actualidad de los planteamientos sanjuanistas y de las posibilidades de ampliar vistas y perspectivas"
"La respuesta de los estudiosos de habla inglesa, en este volumen dirigido por dos investigadores solventes sobre la mística cristiana, es una digna respuesta a este conjuro y que nos hace llegar a nosotros el encanto de este conjuro a la vez que nos invita a bucear y beber en la misma fuente"
"Ha merecido la pena recorrer sus páginas para percatarnos de la actualidad de los planteamientos sanjuanistas y de las posibilidades de ampliar vistas y perspectivas"
| Macario Ofilada
A propósito de E. Howells y P. Tyler (eds.), John of the Cross: Carmel, Desire and Transformación, Londres-Nueva York: Routledge, 2024, 322 pp.
Siempre se nos queda mucho en el tintero al escribir o hablar de san Juan de la Cruz, que junto a santa Teresa de Jesús, representa la cima de la mística cristiana. Desde el silencio críptico la capilla segoviana, donde reposan los huesos (al menos la mayoría de ellos), sigue oyéndose el conjuro místico, ya evocado por sus versos inmortales y elaborados por sus demás escritos. La respuesta de los estudiosos de habla inglesa, en este volumen dirigido por dos investigadores solventes sobre la mística cristiana, es una digna respuesta a este conjuro y que nos hace llegar a nosotros el encanto de este conjuro a la vez que nos invita a bucear y beber en la misma fuente.
Mas este empeño de ir a la fuente tiene que ser mediada por herramientas también solventes, la mayoría de las cuales son usadas por los autores (ver el elenco bibliográfico pp. 291-391), figuras reconocidas en los estudios místicos en el área anglosajona, como por ejemplo, las Concordancias de los escritos sanjuanistas del año 1990, el Diccionario de San Juan de la Cruz dirigido por E. Pacho (se cita aquí la edición de 2009), la última biografía sanjuanista de 2012 a cargo de J.V. Rodríguez, las actas del congreso abulense La recepción de los místicos (1997), etc. Falta, sin embargo, la monumental bibliografía sanjuanista (un proyecto que sigue en vías de actualización) por M. Diego (carmelita descalzo español como los ya mencionados J.V. Rodríguez y E. Pacho) que recogía la producción sanjuanista hasta 2000.
Dividido en 4 partes con sus respectivas palabras o conceptos clave (I. Carmelo, Contexto y Canonización; II Amor, Deseo y Transformación; III. En diálogo y IV. Para hoy), este volumen promete y aborda mucho, lo cual dificulta esta presentación nuestra. Todas estas partes están precedidas por una introducción global a la vida y los escritos del Místico Abulense (que no aporta nada novedoso pero sí deja en suspense la cuestión del período de la composición de la copla (Entréme donde no supe) que E. Pacho había afirmado fue escrita en el período abulense del Santo y a la Santa. Asimismo podía perfilarse más la cronología ‘estándar’ establecida por el mismo E. Pacho en confrontación con el uso y modificación por el último biógrafo J.V. Rodríguez a la luz de los logros histórico-críticos recientes, incluyendo los de autores como A. Fortes.
Este volumen colectivo toma como leitmotiv símbolo sanjuanista más potente que es la Noche (xi-xiv). De ahí el empeño de ‘reducir’ el contenido de los estudios a este símbolo, lo cual no hace justicia a la diversidad de los modos de acercamiento y a la apertura de los abanicos temáticos en cada uno de ellos.
En la primera parte, se nos ofrecen cuatro estudios de temas históricos. El primero, a cargo de T. O’Reilly (pp.13-24) es una exploración, apoyándose en gran parte en los estudios solventes del carmelita calzado holandés O. Steggink, sobre la vocación de Juan como fraile, con aspiraciones a la Cartuja y al espíritu eremítico pero con ‘arraigo carmelitano’, algo no tan recalcado en esta exploración interesante de O’Reilly. Tal vez su exposición haya podido ser más rica teniendo en cuenta que la de Juan es una interpretación del carisma teresiano (como hiciera el carmelita descalzo español D. de Pablo, por ejemplo). El segundo del renombrado y bien informado historiador de la mística B. McGinn (pp.25-46) es un resumen del camino arduo y largo hacia la glorificación, destacando la controversia quietista y también el alumbradismo, apoyándose en su exposición nítida y detallada en autoridades como I. Tellechea y E. Pacho, e incluso F. Antolín para las primera biografía (pionera en el género hagiográfico y apologético).
Tampoco ofrece novedades J. Bilinkoff (pp.47-71) en otra muestra de su exploración histórica ‘con fundamento’ hacia la glorificación del Santo pero quizá pudiera tener en cuenta el efecto del impacto de la línea de N. Doria (la observancia) que prevaleció durante siglos al respecto. Por último, la curiosa aportación de S. Banks (pp.72-81), carmelita descalza, sobre la reciprocidad y comunión de fray Juan con las monjas no es un paso adelante a las relaciones entre Juan y Teresa, tan estudiadas y definidas por grandes especialistas carmelitas y españoles como E. de la M. de Dios, T. Álvarez y E. Pacho.
Podría haber abierto más caminos sobre este filón prometedor si se hubiera detenido en el caso de la neobeata A. de Jesús, la mejor amiga de fray Juan y alabada por este como doctísima en ‘teología mística’, ahora muy en boga entre los estudiosos españoles. Al mismo tiempo podíamos señalar la benemérita publicación de las actas del congreso de historiografía teresiana para este empeño (Roma, 2009).
Está consagrada la segunda parte a la dimensión doctrinal de la obra sanjuanista. El carmelita descalzo estadounidense S. Payne, conocido por sus estudios filosóficos y del sanjuanismo en los EE.UU. (pp. 85-96), nos hace notar la preferencia del san Juan de la Cruz ‘maduro’ por la palabra ‘transformación’ (en lugar de ‘transfiguración’), hace una exposición de finura filosófica que nos lleva a la theosis, abriendo así puertas cuyas aperturas solo son aludidas o señaladas pero sin entrar de lleno en ellas en este estudio. Por su parte, el carmelita descalzo británico I. Matthew (pp.97-116) con el consabido tono de maestro de retiros que es más bien una reflexión espiritual o retiro sobre el amor perfecto que sirve como acicate para una lectura ulterior de la misma temática.
Le sigue el autor de un clásico estudio de Cántico, el afamado académico de Oxford C. Thompson (pp.117-130), quien con su maestría literaria indiscutible ha logrado transformar la ‘mirada’ en un símbolo sanjuanista, capaz de contener en sí junto con otros símbolos un microcosmos para la narrativa de Cántico, que merecería la pena explorar. Por su parte, la sacerdote anglicana T. Holland (pp.131-144) hace una exploración, sobre todo desde Llama de Amor Viva, lingüístico-teológica del abismo sanjuanista, centrado en el abrazo insondable o abisal, logrando reinterpretar, sin mención explícita de la tradición apofática, del valor positivo como gracia, unión y amor recíproco del abismo sanjuanista.
La transformación en términos de madurez del hombre en el itinerario sanjuanista, explorado desde las raíces bíblicas, es la clave acertada que nos propone el sacerdote oblato R. Rolheiser (pp.145-156) para ‘deletrear’ el sentido de la obra sanjuanista, lo cual es sin duda una clave global que ha de explorarse aún más. La brevedad de la exposición de P. Pola (pp.157-160) sobre Subida del Monte Carmelo (¿o más bien el dibujo del Monte?) como camino de transformación solo logra hacer obvio lo obvio. Más bien un testimonio personal que desemboca en santa Teresita y en su experiencia checa, este estudio clama más matizaciones. Otra vez, la figura de Job en los escritos sanjuanistas es tema de un estudio, esta vez presentando a Job como figura de la imitatio Christi por lo que damos las gracias a L. Nelstrop (pp.161-174) mas una precisión escriturística incluso una exploración teodiceal para nuestras calendas hubieran sido más ‘actuales’.
La bibliografía sanjuanista de M. Diego en los albores de este nuevo siglo ya había puesto de relieve la importancia y la amplitud del diálogo sanjuanista con otros autores y tradiciones. Esta tercera parte explora fuentes e influencias recibidas del Santo así como las vías de diálogo siempre actuales.
Además de las Sagradas Escrituras y la propia experiencia (en diálogo con la ajena), el mismo Santo confiesa su dependencia en lo que él denomina la ‘ciencia’ o los estudios, las lecturas, sobre todo en ambientes universitarios (como Salamanca e incluso en Baeza). El trabao de S. Hole (pp.178-188) sobre la influencia del Aquinate en el Místico Castellano no aporta novedades si bien hubiera podido matizar con los nuevos estudios de M.A. Díez (y no solo el que se publicó en 1962 sino la versión definitiva de 1999 bajo el título de Lecturas medievales de san Juan de la Cruz).
También ha evolucionado el citado L. Rodríguez Bezares más allá de su monografía sobre los estudios salmantinos del Santo. Sin embargo, Hole, a mi juicio, ha acertado en la clave antropológica pero no ha explorado la carga agustiniana y neoplatónica que conllevaba el tomismo, asimismo la consabida tesis del P. Crisógono de Jesús Sacramentado (su obra doctrinal no citada en este volumen pero sí su incomparable biografía sanjuanista) acerca de los autores carmelitas medievales y escolásticos.
Lo mismo puede decirse acerca de un diálogo entre E. Stein y el Santo, en este volumen a cargo de P. Tyler, con la cantidad de estudios al respecto y de las páginas de la última gran obra steiniana Ciencia de la Cruz que ciertamente merece una relectura dada la carga tomista y fenomenológica del pensamiento de la famosa discípula de Husserl (pp.209-216). Resultan refrescantes los diálogos con Catalina de Siena de la mano de E. Mavin (pp.189-196), con H. de Lubac a cargo de C. Beschart (pp.197-208) y E. Levinas por D. Perrin (217-229).
En estos tres estudios se encuentran muchas sugerencias a las que se podrían añadir mucho más. Los fenómenos descritos por santa Catalina podrían someterse a una interpretación más rigurosa desde el prisma sanjuanista. La noción de deseo del gran teólogo jesuita francés podía haberse ampliado sobre todo en relación de su consabida revaloración de la diferenciación entre lo natural y lo sobrenatural. Esto ciertamente nos podría llevar a una revaloración de la dinámica mística en la obra sanjuanista. En el caso de Levinas, en lugar de insistir en una categoría más allá de la ontología, quizá habrá que explorarse más el personalismo de este filósofo judío en confrontación con la tradición cristiana representada por fray Juan. Lo mismo puede afirmarse acerca del diálogo hecho en tiempos de la pandemia (la más reciente noche oscura colectiva) con Lacan y Baruzi por M. Murphy (pp.230-245).
Lacan y Baruzi son dos mundos distintos y deben matizarse desde sus presupuestos conceptuales. También podía haberse incluido en esta lista otro gran autor de un sistema sanjuanista también francés, G.Morel e incluso el gran especialista doctrinal del carmelo teresiano español F. Ruiz. La lista puede ampliarse puesto que cuenta la obra sanjuanista con varios intérpretes sólidos que han formado sus propias escuelas e incluso esquemas. Estos mismos también merecerían estudiarse porque son medios o prismas que nos ayudan a enfocarnos mejor en la esencia de un mensaje con valor perenne como la noche para las noches de nuestras calendas.
Hoy por hoy, san Juan de la Cruz puede interesar a los psiquiatras, sobre todo con los avances en las ciencias de la mente, con sus datos empíricos pero desde la perspectiva ‘clásica’ de la noche que se ha reducido desafortunadamente en el símbolo de los trastornos mentales y períodos mentalmente difíciles, pero ya exploradas en el siglo pasado (ver el estudio de C. Cook, pp.249-262).
Específicamente el área dinámica de la dirección espiritual puede enfocarse en casos específicos como la acedia que requiere una interpretación más rigurosa y fundamentada de la pasividad sanjuanista (cfr. el ensayo de C. Lynch, pp.263-270).
La cuestión del sufrimiento ciertamente puede verse desde la luz de las Escrituras como demuestra R. Flanagan que analiza Marcos 8, 34-35 (pp.271-278) con el riesgo de hacer generalizaciones tan escurridizas y que invita a exploraciones teodiceales desde las Sagradas Escrituras hechas con parsimonia. Y finalmente, desde la espiritualidad contemporánea nos ofrece I. Shelton una recontextualización sanjuanista desde C. Fitzgerald que abre filones pero no profundiza (pp.279-286).
Quizá el verdadero valor de trabajos de este tipo son las sugerencias y no las conquistas definitivas. Pero sí el diálogo, la palabra del y con el otro (parafraseando a Ortega), debe continuar. Pero el diálogo ha de fundamentarse en la escucha.
Es preciso escuchar más a fray Juan para redescubrir su palabra y saber la fuente de dónde ha bebido, pues esta fuente sigue fluyendo en sus obras hacia nosotros ‘aunque es de noche’, palabras estas con las que plasmó su propia noche en el calabozo toledano nuestro místico.
Pues bien, este volumen invita a una lectura detenida pero ha merecido la pena recorrer sus páginas para percatarnos de la actualidad de los planteamientos sanjuanistas y de las posibilidades de ampliar vistas y perspectivas. El sanjuanismo está en constante estado de ebullición. Y esto lo ha dejado en evidencia este meritorio volumen. Mas este mismo debería también hacerse eco de la necesidad de la escucha, algo insinuado pero no del todo afirmado. Las coordenadas de Carmelo, Deseo y Transfiguración como señala S. Hole (pp.287-290) nos siguen interpelando mientras buscamos la ‘nutrición y curación’ (p.290) que el Doctor Místico nos brinda y que han de fundamentarse en la escucha.
Nuestros parabienes a todos los responsables de este volumen enriquecedor, con sus aportaciones prometedoras, que seguramente contribuirá no poco para que aquel conjuro, que emana de la capilla segoviana, siga soplando —si bien muchas veces en silencio por los textos sanjuanistas evocados, leídos y pronunciados—, en nuestros abismos y noches transfigurantes mientras vagamos, como rezara el autor del inmortal Cántico Espiritual con ‘miedos de las noches veladores…por las amenas liras y canto de sirenas’. Gracias a este conjuro, siempre se nos queda mucho en el tintero a la hora de disertar sobre el inigualable e incomparable san Juan de la Cruz.
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