"Crear un futuro humano un poco más digno de la naturaleza humana y cósmica" Potuit, decuit ergo fecit

Potuit,decuit ergo fecit
Potuit,decuit ergo fecit

"La histórica frase fue la que animó y sustentó al Papa Pío IX a proclamar el discutido dogma de la Inmaculada Concepción de María"

"Me temo que mi procedimiento contra mis enemigos depredadores podía basarse en el 'potuit, decuit, ergo fecit'"

"Hemos buscado históricamente -seguimos haciéndolo- y con facilidad asombrosa, justificaciones para nuestros abusos de todo tipo: la dignidad de la Institución y de sus ministros, los intereses de ¡Dios! y de la humanidad, el futuro de la nación y de sus instituciones (casi divinas)..."

“Podía (Dios) hacerlo, convenía hacerlo, luego lo hizo” (Duns Scoto)

Sucedió mientras tomaba un café con un amigo hispano, comandante jubilado de la Marina americana. Su casa de campo se anclaba sobre un pequeño cerro de un pueblito indio cercano a la ciudad de Albuquerque, en Nuevo México, USA. Estaba en pleno vigor la llamada Guerra del Golfo (Kuwait, 1990), promovida por Estados Unidos de América. Así razonaba mi amigo entre sorbo y sorbo de un magnífico café colombiano: Podemos hacer que Estados Unidos tenga el petróleo de Medio Oriente que necesitamos, tenemos ejércitos para ello. Por otro lado, esto parece razonable para nuestro gran País. Luego, se lo quitamos, y ¡ya está! ¿Por qué dejar de hacerlo?

Este tipo de pseudo razonamiento podemos analizarlo -con un poquito de picardía intelectual- en todos los estamentos de las diferentes instituciones humanas, tanto religiosas como civiles. Por ejemplo, la histórica frase fue la que animó y sustentó al Papa Pío IX a proclamar el discutido dogma de la Inmaculada Concepción de María. Y todo partió de la elucubración -tan de moda entonces- de un teólogo franciscano del s. XIII, Duns Scoto. Para muchos pensadores posteriores, esto abrió el peligroso camino al modus operandi en Política, en Asociaciones civiles, y por supuesto en el mundo eclesiástico. Dicho en román paladino: ¡Podemos, nos interesa, luego, a por ello!

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Pío IX

Residiendo en la capital asturiana, entre otros pequeños quehaceres de un jubilado, cultivaba yo un pequeño huerto. Algo tuve que ir aprendiendo de agricultura, entre otras cosas, la lucha contra la labor ruinosa de caracoles y babosas, los grandes devoradores de los tiernos vegetales. Eran capaces de arrasar en una noche una docena de nacientes repollos. Eran el enemigo número uno de mi huerto, y les declaré una guerra sin cuartel, primero, ecológica, química más tarde.

Un día, vino a verme un amigo con su niño, y me sentí orgulloso ante ellos de mi pequeña hazaña hortícola. En un determinado momento, mis ojos tropezaron con media docena de caracoles agazapados y esperando la noche para atacar. Les dediqué toda mi adrenalina aplastándolos uno por uno con mi pie. Pero, quise que el infante disfrutara también con la tarea exterminadora, indicándole que los aplastará con su pie. Enseguida me di cuenta del gesto de rechazo del pequeño, y cambié de opinión con disimulo, para no herir sus sentimientos, adecuadamente inculcados en la escuela.

Me temo que mi procedimiento contra mis enemigos depredadores podía basarse en el “potuit, decuit, ergo fecit”. Mi pie era arma suficiente  para masacrarlos, me parecía razonable defenderme contra mis competidores hortícolas, y procedí a su erradicación. Pienso ahora que Duns Scoto no andaba tan desacertado al aplicar los tres verbos latinos al pensamiento y actuar humano frente al interés personal  o colectivo.

Tras reflexionar sobre estas vivencias personales, he optado por llevar mis conclusiones al mundo Eclesiástico Romano, pero también a aquel otro de las relaciones sociales, y especialmente al campo político actual en España, sin dejar, como creyente, de buscar y apoyarme en el mensaje que Jesucristo nos han transmitido. Como entes inteligentes, apoyados, aún más, por grupos ideológicos  poderosos, hemos buscado históricamente -seguimos haciéndolo- y con facilidad asombrosa, justificaciones para nuestros abusos de todo tipo: la dignidad de la Institución y de sus ministros, los intereses de ¡Dios! y de la humanidad, el futuro de la nación y de sus instituciones (casi divinas)...

Pero, ¿para qué tanto esfuerzo justificativo? Siguiendo a un conocido filósofo y al símil de su famosa “Navaja de Ockham”, es fácil caer en la cuenta de que las explicaciones son muchísimo más sencillas. Y volvemos a Duns Scoto: Tenemos (tengo) poder para hacerlo, es lo más razonable (faltaría más), luego a por ello con todos los medios que sean necesarios. Algunos piensan que esto es dejar muy atrás las misma teorías al mismo Maquiavelo en su bestseller “El Príncipe”.

Inmaculada

El uso de los todos medios políticos o militares disponibles, en España, en Ucrania y en Gaza especialmente, nos dejan ver claramente (por supuesto si nos somos fanáticos o ciegos) este modus operandi, tan de llevar y traer. No es el objeto de esta limitada reflexión personal el ahondar en este tema, pero sí saldría al quite de la disculpa de siempre: bueno, todos somo corruptos, siempre ha sido así, y otros rintintines que todos podemos conocer. Simplemente afirmaría que no lo mismo un chubasco que nos hace sacar el paraguas y nos estropea el paseo, que un huracán que se lleva por delante todo lo que pilla. O sea, la solución no es banalizar temas tan importantes.

Creo que todavía quedan (quedamos) personas con ganas de ejercitar aquel don del intelecto para solucionar nuestros problemas relacionales. A mí, me inspira fortaleza el sentir a Jesús de Nazaret inspirándome a aportar mi granito de arena en el intento de crear un futuro humano un poco más digno de la naturaleza humana y cósmica.

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