"La Iglesia de América Latina tiene ahora el reto de hacer avanzar o no este proceso sinodal" "Querida Amazonía". ¿El inicio de una nueva recepción creativa del camino sinodal?
La emergencia de una «nueva hermenéutica» genético-inductiva en el magisterio de Francisco y el desafío de una nueva hora para las Iglesias locales de América Latina
El Sínodo para la Amazonía ha de ser leído como un evento procesual abierto. No podemos leer la nueva Exhortación Apostólica como un texto aislado sin relación alguna con todo el proceso pre-sinodal, el acontecimiento vivido en Roma durante la etapa de su celebración y el inicio del camino post-sinodal que se emprende desde hoy
Sin un proceso de inculturación ministerial, que brote de las comunidades, bajo un proceso genético-inductivo, terminaremos creando un nuevo proceso de clericalización
Se abre una nueva hora latinoamericana: convertirnos en una Iglesia sinodal
Francisco recupera el momento eclesiológico de la Iglesia. El actual pontificado se comprende en el marco de una nueva fase en la recepción del Concilio Vaticano II que ha generado un proceso de eclesiogénesis, una Iglesia en transición, guiada por la emergencia de una hermenéuticagenético-inductiva inspirada en el magisterio y la vida eclesial latinoamericana, y en sus raíces ignacianas. En esta fase transicional coexisten distintos modelos eclesiológicos que han hecho resurgir nuevos debates en torno a la recepción del Concilio y la evolución del magisterio.
El modelo hasta ahora reinante, aún no superado, de corte piramidal y clerical ha llevado a un fracaso institucional que quedó al descubierto, entre otras cosas, al revelarse las causas que motivaron la renuncia de Benedicto XVI.
En este contexto, Francisco ha impulsado el inicio de un proceso de recepción creativa del Concilio. Más que reformar estructuras eclesiales, ha buscado convertir mentalidades, redireccionar los modos de proceder institucionales a la luz de un modelo de Iglesia misionera y sinodal.
En esta encrucijada se sitúan las discusiones actuales sobre la recepción de la nueva Exhortación Apostólica "Querida Amazonía" (QA). La parresia que se muestra en su lectura de lo ecológico y lo teológico-cultural, a partir de los procesos de inculturación en los pueblos indígenas, no puede poner de lado las serias y necesarias consideraciones, de orden hermenéutico y eclesiológico, en razón del conflicto de interpretaciones que ha generado. Si la visión de una ecología integral no se traduce en una nueva eclesiología no lograremos avanzar en la posibilidad de una reforma institucional. Podemos hablar de una nueva hora para la Iglesia latinoamericana ya que la actual fase del pontificado de Francisco la coloca ante un desafío, una encrucijada eclesiológica y ministerial.
1. "No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales" (AL 3)
Francisco suele aportar claves de lectura e interpretación al inicio de sus Exhortaciones. En Amoris Laetitia se avizora, con claridad, una hermenéutica genético-inductiva del magisterio, que emerge como fruto de un proceso eclesio-genético que acontece a partir de la relación que se establece entre las Iglesias locales y las culturas en las que hacen vida y les dotan de forma específica. En este sentido, se valora más la inculturación de la doctrina antes que la formulación de leyes universales, ya que "las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general […] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado" (Amoris Laetitia 3). Así lo explica el Papa:
"Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella (...). En cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general […] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado»" (Amoris Laetitia 3).
El experto del CELAM y miembro del Equipo Teológico de la CLAR, Rafael Luciani presentó su conferencia titulada «La sinodalidad como proceder», en el marco de la III Reunión para la reestructuración del @CelamWeb . ¿Estamos ante un fracaso institucional? https://t.co/Kublbtk0l7
— Rafael Luciani (@rafluciani) February 29, 2020
Esta perspectiva manifiesta la novedad, no carente de complejidad, de un magisterio que se sitúa al interno de un pontificado de reforma, es decir, de transición, que está en búsqueda de "nuevos caminos para la Iglesia" en fidelidad creativa a la letra y el espíritu del Concilio Vaticano II. Pero también abre a la posibilidad de considera la evolución teológico-cultural de la doctrina como consecuencia de los procesos de inculturación en cada Iglesia local. De ahí que es de suma importancia comprender el criterio que aporta Amoris Laetitia al sostener que "no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales". La razón se encuentra en el mismo texto: "todo principio general […] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado".
Esta hermenéutica genético-inductiva del magisterio ha sido aplicada por Francisco, no sólo para casos de doctrina, sino también en relación al magisterio social de la Iglesia. Así lo expresa en Laudato Sí: "en lo que respecta a las cuestiones sociales, esto se puede constatar en el desarrollo de la doctrina socialde la Iglesia, que está llamada a enriquecerse cada vez más a partir de los nuevos desafíos" (Laudato Sí 63).
Si bien es cierto que la inculturación se convierte en la clave fundamental para comprender la génesis de la vida eclesial, o eclesiogénesis, se realiza a partir de la iniciación de procesos y no de reformas estructurales. Se concede, así, primacía al ejercicio de discernimiento y evolución de los modelos teológico-culturales que sostienen tanto a la doctrina como a las estructurales eclesiales. Francisco lo explica aludiendo al principio según el cual "el tiempo es superior al espacio" (Evangelii Gaudium 222), porque "darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno" (Evangelii Gaudium 223). Por tanto, "el objetivo de estos procesos participativos no será principalmente la organización eclesial, sino el sueño misionero de llegar a todos" (Evangelii Gaudium 31).
Esta lógica de los procesos, que se realiza mediante una evolución genético-inductiva, define al estilo y al tipo de magisterio de Francisco. Los procesos son siempre transversales, lo cual significa que la evolución de un aspecto puntual afecta al resto en virtud del principio según el cual "todo está conectado" (Laudato Sí 91). Por ejemplo, no podemos hablar de la relación con Dios sin el otro/a y sin la naturaleza, como tampoco podemos hablar de ecología integral o de inculturación si no se encuentran canales y caminos eclesiales locales que deriven también en nuevos ministerios que afecten al modo de ser Iglesia en su totalidad.
Esta hermenéutica que va emergiendo en el magisterio de Francisco tiene raíces hondas en su experiencia como jesuita. Se puede trazar ya a los inicios de su pontificado a la luz de dos claves fundamentales que aparecen, de forma concreta, en sus Exhortaciones: la opción por los procesos de discernimiento antes que la imposición de una rigidez doctrinal, y la noción del pensamiento como realidad incompleta y abierta. La conjunción de estos dos principios desemboca en una necesaria y sana evolución de la doctrina, como lo ha hecho ver en las introducciones a sus Exhortaciones postsinodales. Así lo explicó él mismo en el 2013, durante una entrevista concedida a Antonio Spadaro SJ:
"el estilo de la Compañía no es la discusión, sino el discernimiento, cuyo proceso supone obviamente discusión. El aura mística jamás define sus bordes, no completa el pensamiento. El jesuita debe ser persona de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto" (Antonio Spadaro, Entrevista al Papa Francisco, publicada en L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, Año XLV, n. 39 (2.333), viernes 27 de septiembre de 2013).
Así se explica el rechazo del Papa a los inmediatismos o a las indiferencias que, personas o grupos, pueden mostrar a la hora de buscar soluciones a los conflictos, tanto en lo social como en lo pastoral y eclesial. Francisco propone lo que él describe como una "tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso" (Evangelii Gaudium 228). De este modo, se conseguirá una "unidad profunda o superior" (Evangelii Gaudium 226-230).
Teniendo en mente las distintas posiciones eclesiológicas y ministeriales que entraron en conflicto durante el Sínodo para la Amazonía, el Papa escribe en la Exhortación Apostólica que "la verdadera respuesta a los desafíos de la evangelización está en la superación de las «dos propuestas», encontrando otros caminos mejores, quizás no imaginados. El conflicto se supera en un nivel superior donde cada una de las partes, sin dejar de ser fiel a sí misma, se integra con la otra en una nueva realidad. Todo se resuelve «en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna». De otro modo, el conflicto nos encierra, «perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada»" (QA 104). La tercera vía, la que entiende como solución, pasa por la búsqueda de un nuevo eslabón que genere otro proceso. Aparece, nuevamente, una hermenéutica abierta que nunca cierra temas, sino que los abre a nuevos procesos que lleven a un nuevo eslabón superador de los anteriores, con el reto de pensar, incluso, lo aúnno imaginado.
El riesgo puede estar, sin embargo, en limitar el discernimiento a las posiciones en conflicto dentro el Aula Sinodal, sin discernir y reconocer la autoridad teológica de los procesos sinodales en todo su conjunto y complejidad. Sólo si estos procesos son vinculantes al Sínodo derivarán en una nueva eclesiología sinodal capaz de representar a todo el Pueblo de Dios. No se puede confundir la sinodalidad con el Sínodo, ni entender al Sínodo como la figura más lograda de la sinodalidad. La situación actual, en aras a una reforma eclesial, requiere avanzar en la aceptación de una unidad coherente y vinculante entre el sensus fidei fidelium y el depositum fidei. De otro modo, no se superará el modelo hasta ahora más reinante, piramidal y clerical, que sigue impidiendo nuevos caminos que favorezcan la construcción de una Iglesia sinodal.
2. "Una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal" (QA 2)
A la luz de lo expuesto anteriormente, el Sínodo para la Amazonía ha de ser leído como un evento procesual abierto. No podemos leer la nueva Exhortación Apostólica como un texto aislado sin relación alguna con todo el proceso pre-sinodal, el acontecimiento vivido en Roma durante la etapa de su celebración y el inicio del camino post-sinodal que se emprende desde hoy. Una lectura interconectada del Sínodo para la Amazonía (pre-en-post), el Documento Final del Sínodo y la nueva Exhortación Pastoral "Querida Amazonía" es fundamental, sabiendo que esta relación puede abrir una “nueva fase” en la recepción del pontificado de Francisco, antes que cerrarla o acabarla. Una fase en la que pudiera estar apareciendo el inicio del principio de la evolución de la doctrina, aún sin plena ni explícita consciencia de ello. Incluso, aunque la Exhortación no logra llegar a este punto, están dados los elementos para avanzar en esta dirección si se asume, con autoridad, una lectura interconectada que sea vinculante entre los distintos eslabones del proceso pre-en-post sinodal.
Al reducir la lectura de la Exhortación a un texto en sí mismo, aislado, y no como parte de un evento, algunos han entendido que ha sucedido un quiebre del actual pontificado paragonado a lo que ocurrió con Humanae Vitae (1968) durante el pontificado de Pablo VI. Otros han hablado de la hora oscura de América Latina que ha traicionado a la sinodalidad al no confirmar, de modo explícito, algunos temas que fueron votados y pedidos por la mayoría de los sinodales. En ambos corremos el riesgo de leer el magisterio de Francisco con los criterios y bajo los estilos de los pontificados anteriores, sin valorar la novedad genético-inductivo de la hermenéutica que emerge a la luz de una eclesiología que concede primacía a las Iglesias locales y a sus procesos propios de inculturación, con la consecuente evolución del magisterio que esto puede producir. Para Francisco, los procesos llevan siempre a otros procesos o "nuevos eslabones" (EG 223), "duros y prolongados" (EG 24), "inacabados y llamados a crecer" (AL 218), realizados durante un "camino largo" (EG 225), porque "se trata de generar procesos más que de dominar espacios", tanto intelectuales como existenciales (AL 261).
Rafael Luciani from @CelamWeb - Can Francis' Amazon exhortation create a new moment for Latin America? https://t.co/CHPD0KBsyP
— Rafael Luciani (@rafluciani) February 29, 2020
En este contexto, la Exhortación ha de ser situada a la luz de todo el proceso sinodal—que aún teniendo momentos coyunturales positivos en lo ecológico-cultural y deficientes en lo eclesiológico y ministerial— sigue abierto a nuevas posibilidades que exigirán del involucramiento de todos/as, tanto personas como instituciones, en aras de nuevos aportes o eslabones —como los llama Francisco. Si se quiere avanzar, hay que situar la lectura de la Exhortación en el marco de una hermenéutica circular que él mismo ha propuesto entre el “Documento Final del Sínodo” (DF) y la “Exhortación Apostólica” (QA). Esta clave la ofrece en los primeros números de la Exhortación. Ahí dice que el texto de la Exhortación no sustituye al Documento Final del Sínodo (QA 2), sino que lo asume (QA 3) e invita, no sólo a leerlo íntegramente (QA 3), sino a aplicarlo (QA 4). Así lo manifiesta:
"no desarrollaré aquí todas las cuestiones abundantemente expuestas en el Documento conclusivo. No pretendo ni reemplazarlo ni repetirlo. Solo deseo aportar un breve marco de reflexión que encarne en la realidad amazónica una síntesis de algunas grandes preocupaciones que ya expresé en mis documentos anteriores y que ayude y oriente a una armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal" (QA 2).
Independientemente de las interpretaciones que se puedan hacer de estos primeros números, el Papa introduce una circularidad hermenéutica, por vez primera en el magisterio universal, entre el peso de un Documento Final de un Sínodo regional y el Magisterio pontificio que le sigue, al punto de llamar a aplicar un documento sinodal en el marco de una "armoniosa, creativa y fructífera recepción de todo el camino sinodal" (QA 2). En este proceso de recepción, se sitúa la Exhortación, como un eslabón más. En palabras de Francisco: "con esta Exhortación quiero expresar las resonancias que ha provocado en mí este camino de dialogo y discernimiento" (QA 2). El Sínodo no terminó con la Exhortación ni la Exhortación manifiesta una posición unidireccional ante todo lo discutido y aprobado en el Sínodo. Para Francisco, avanzar o no, requerirá de un involucramiento de "todo el Pueblo de Dios" en los caminos abiertos. De ahí que diga, enfáticamente, casi como un grito: "Dios quiera que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo, que los pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos de la Amazonia se empeñen en su aplicación" (QA 4). Esto deja abierta la puerta, según se defina la interacción entre los distintos sujetos que conforman el pueblo de Dios —pastores, consagrados/as, laicos/as—, a un discernimiento en conjunto que lleve a su aplicación. Una tarea que exigirá, aún con mayor precisión, definir lo que es y cómo se ejerce la sinodalidad en la Iglesia.
A pesar de esta visión que abraza a todo el magisterio de Francisco, surge la gran interrogante de que aún no se ve madurada la diferencia entre Sínodo y sinodalidad, lo cual provoca, en este caso, una especie de ruptura entre el proceso pre-sinodal y el actual post-sinodal. En la primera etapa del proceso la sinodalidad se dio y se logró aplicar y madurar el método genético-inductivo de esta hermenéutica de un modo impecable, de abajo hacia arriba, siguiendo una eclesiología del Pueblo de Dios. Sin embargo, este proceso no fue reconocido como vinculante, con autoridad teológica, en la Exhortación en cuanto al aporte eclesiológico. Si se reconoció al territorio como lugar teológico, no sólo en lo ecológico sino, sobretodo, en su realidad sociocultural, cabe la pregunta, entonces, si el sensus fidei fidelium vale sólo para la dimensión ecológica, excelentemente desarrollada y acogida, y no para la eclesiológica cuyo reconocimiento y asunción implica la necesidad de emprender una reforma estructural y no solamente de las mentalidades. Especialmente de los ministerios eclesiales.
3. "Una nueva pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas" (QA 97)
La Iglesia de América Latina tiene ahora el reto de hacer avanzar o no este proceso sinodal. Se nos ha invitado a iniciar la recepción de todo el proceso sinodal (QA 2), y no sólo de la Exhortación. Por ello, vivimos una etapa crucial que medirá si nuestra Iglesia regional está a la altura de asumir este desafío y dejarse inspirar por el llamado a “desbordarse” que nos hiciera el Papa para avanzar en la formulación de una nueva eclesiología ministerial que responda a "una nueva cultura eclesial marcadamente laical" (QA 94), antes que clerical.
Para comprender el estilo eclesial que puede avizorar el Papa Francisco, sirve leer la recepción conciliar que él mismo traza (QA 61). Cita a “Medellín”, símbolo de una Iglesia fuente que representó un nuevo modelo eclesial a la luz de la opción por los pobres; luego se refiere a “Santo Domingo” que fue la Conferencia que aportó la noción de conversión pastoral y un modelo eclesial de comunidad de comunidades; sigue con “Puebla” que reafirmó la opción por los pobres y agregó la opción por los jóvenes; y, finalmente, se refirió a “Aparecida” que es la base eclesiológica de Evangelii Gaudium llamando a construir un modelo de Iglesia discípula-misionera, en salida hacia las nuevas periferias, con el reto de proponer nuevos caminos y formas de expresión.
Reflexión eclesiológica, teológica y pastoral de @rafluciani y @mauloco29 en la reunión del @CelamWeb para el proceso de reforma de este organismo colegial en una Iglesia sinodal y hacia la implementación de "Querida Amazonía" https://t.co/QXUobxMyvv @vaticannews_e @ReligionDigit
— Rafael Luciani (@rafluciani) February 27, 2020
Recientemente, el 3 de octubre de 2019, en su discurso con ocasión del 40 aniversario de Puebla —la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano—, el Papa trazó, con mayor precisión, esta misma línea de recepción que recoge ahora en Querida Amazonía. Habló del Concilio, señaló a Evangelii Nuntiandi en relación al camino sinodal emprendido por Pablo VI, y mencionó a las Conferencias de Puebla y Aparecida refiriéndose al magisterio Latinoamericano. En esta cadena, dice Francisco, se encuentran las raíces de Evangelii Gaudium, la visión programática de su pontificado. A su vez, reafirmó que no podemos pasar por alto la eclesiología del Pueblo de Dios de Puebla y reconoció la labor profética de Gustavo Gutiérrez, fundador de la teología de la liberación.
Ha sido el aporte de la eclesiología, la que ha hecho de América Latina una Iglesia fuente. La influencia de América Latina en el magisterio de Francisco recuerda lo que aconteció entre el magisterio de Pablo VI y el magisterio de la Iglesia latinoamericana. Así como Medellín hizo una recepción de Populorum Progressio, especialmente en cuanto a la promoción humana (PP 20), Pablo VI introduce la opción por los pobres hecha en Medellín en la tríada Evangelización, Justicia y Liberación que aparece en la II Asamblea General del Sínodo de los Obispossobre la Justicia en el Mundo en 1971. El tema será asumido nuevamente en la III Asamblea General del Sínodo de Obispos en 1974 bajo el lema “La evangelización del mundo contemporáneo”. El fruto de esta recepción del magisterio latinoamericano en Pablo VI queda incorporado en el magisterio universal en 1975 en Evangelii Nuntiandi.
En Francisco se aprecia esta misma circularidad en la que el magisterio latinoamericano nutre al magisterio universal, especialmente en la visión eclesiológica de Aparecida y Evangelii Gaudium.
La novedad latinoamericana fue el haber traducido laopción por los pobres en toda una eclesiología inspirada en el modelo de una Iglesia pobre y para los pobres. Este mismo reto se presenta hoy en Querida Amazonía, cuyo llamado a la conversión ecológica integral debe aún traducirse en una nueva eclesiología, la de una Iglesia Sinodal (Cf. Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015) llamada a repensar la ministerialidad, inculturada y pluriforme, y a la luz del modelo eclesial Pueblo de Dios como se manifiesta en el Documento Final del Sínodo.
Por ello, la actual fase del pontificado de Francisco deriva de un proceso de eclesiogénesis que supone, entonces, la asunción de distintos niveles de conversión que convergen entre sí: la conversión pastoral, que representa la raíz genuinamente latinoamericana de la recepción conciliar; la conversión sinodal, que expresa la continuidad y profundización de la letra y el espíritu del Concilio; la conversión ecológica que abre la Iglesia a una nueva relación con el mundo de modo intercultural e interdisciplinar. Pero estas tres conversiones sólo tendrán sentido dentro de un nuevo modo de ser Iglesia, a la luz de una eclesiología que sepa asumir la nueva hora de unaconversión ministerial. Si la cohesión entre los distintos niveles de conversión no se da, se corre el riesgo de perder el momento eclesiológico.
Este es el horizonte teológico-pastoral que marca una nueva fase en la Iglesia latinoamericana después del Sínodo para la Amazonía y que será decisivo para continuar la recepción del proceso sinodal a la luz de un nuevo modelo eclesiológico. Lo complejo de esta fase es que aún no está el nuevo modelo, porque nos encontramos en una fase eclesial de transición. Incluso, Francisco habla de lo "aún no imaginado" (QA 104). Vivimos en una tensión entre el viejo modelo predominante, basado en una cultural eclesial clerical que ha fracasado, y otro modelo apenas emergente, llamado a construir lo que será una cultura eclesial laical, que aún no encuentra el modo y la forma de responder ante los nuevos retos pastorales de la Iglesia hoy.
La Exhortación invita a crear lo que puede ser un nuevo organismo eclesial regional (QA 97). Esta estructura será clave para forjar una unidad entre la conversión ecológica integral y la conversióneclesiológica ministerial. Es en esta conjunción donde se puede hablar de una Iglesia con rostro amazónico (QA 61,77,94), a diferencia de lo que es y hace una ONG (QA 64). En la entrevista publicada en el libro “Sin Él no podemos hacer nada”, el Papa Francisco le recuerda al periodista Gianni Valente que la Iglesia no es una ONG. Por ello, la finalidad propia de la nueva estructura eclesial no puede concentrarse sólo en lo socio-ambiental per se, sino en articular e implementar "una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas" (QA 97), lo cual supone rescatar la autoridad de las Iglesias locales en el marco de una eclesiología discipular-misionera. Eclesiológicamente hablando, los procesos de discernimiento teológico-culturales deben ayudar a formular e implementar "nuevos ministerios" y "ritos propios" (QA 82) pedidos. De este modo se estará respondiendo pastoralmente a los nuevos desafíos socioculturales de las Iglesias locales en dicha región con miras al cumplimiento de la misión evangelizadora de toda la Iglesia.
En el marco de una eclesiología de las Iglesias locales, y no universalista, se ubica este nuevo organismo llamado a constituirse por las "Iglesias locales de diversos países sudamericanos". Así lo expresa Francisco:
"Aliento la profundización de la tarea conjunta que se realiza a través de la REPAM y de otras asociaciones, con el objetivo de consolidar lo que ya pedía Aparecida: «establecer, entre las iglesias locales de diversos países sudamericanos, que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas». Esto vale especialmente para la relación entre las Iglesias fronterizas" (QA 97).
Por todo ello, podemos afirmar que estamos ante el inicio de una nueva hora de la Iglesia en América Latina, que se presenta como oportunidad y reto. Nada ha sido "cerrado". "El camino de recepción de todo el proceso sinodal continúa" (QA 2-4) pero se resitúa ahora —con gran novedad— bajo la responsabilidad y la parresia que tengan las Iglesias locales de la región, valiéndose de la tradición y la madurez de la Iglesia latinoamericana como Iglesia fuente.
4. "Una forma encarnada de llevar adelante la organización eclesial y la ministerialidad" (QA 85)
Querida Amazonía representa un magisterio abierto y en proceso, fruto de una etapa de reforma y con el fin de buscar nuevos caminos "aún no imaginados" (QA 104). La clave de esta búsqueda se ofrece a la luz de la relación que presenta entre inculturación y ministerialidad:
"la inculturación también debe desarrollarse y reflejarse en una forma encarnada de llevar adelante la organización eclesial y la ministerialidad. Si se incultura la espiritualidad, si se incultura la santidad, si se incultura el Evangelio mismo, ¿cómo evitar pensar en una inculturación del modo como se estructuran y se viven los ministerios eclesiales?" (QA 85).
Se supera la teología preconciliar de las misiones, por la que los misioneros eran aquellos/as enviados a tierras de misión. El proceso de evangelización presentado por Francisco en Querida Amazonía se acerca más a Ad Gentes que parte del testimonio evangélico (AG 24), de las pequeñas comunidades ambientales integradas por todos los fieles en torno a la Palabra (AG 15), y en diálogo con la realidad local (AG 6; 11). Desde esta experiencia de inculturación primera se debe llegar a nuevas expresiones ministeriales que respondan a cada realidad teológico-cultural (AG 15; 19). El mismo decreto Ad Gentes es muy claro en señalar que «no basta con que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo, ni que desarrolle el apostolado del testimonio (...). Para la implantación de la Iglesia y para el desarrollo de la comunidad cristiana son necesarios varios ministerios, que, suscitados por el llamado divino en el seno de la misma comunidad de los fieles, deben ser favorecidos y cultivados por todos con diligente cuidado; entre estos ministerios se cuentan las funciones de los sacerdotes, de los diáconos y de los catequistas y la Acción Católica» (AG 15).
Seguimos trabajando en la reunión para la reestructuración del @CelamWeb exponiendo junto a @mauloco29 los criterios de una eclesiología sinodal y el desafío de la región Amazónica @ReligionDigit@Revista_VN@Reflex_Lib@vaticannews_es@clar_vr@centrogumilla@SrNatBpic.twitter.com/6LkbRBUkun
— Rafael Luciani (@rafluciani) February 25, 2020
Según el Papa, "no se trata sólo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados que puedan celebrar la Eucaristía" (QA 93), lo cual sería replicar el esquema clerical si sólo se piensa desde esta óptica sin pensar en una reforma de la vida entera de las comunidades eclesiales, lo cual implicaría crear nuevos ministerios y favorecer los carismas. Por tanto, "Este sería un objetivo muy limitado si no intentamos también provocar una nueva vida en las comunidades" (QA 93). "Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad, que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar (...) concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical (...). que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos" (QA 94).
Ante una cultura pastoral clerical que sigue dominando, se propone pensar en formas nuevas que emerjan de una nueva "cultura eclesialmarcadamente laical" (QA 94). Poco avanzaríamos hacia la reforma de una Iglesia que sea sinodal y ministerial si nuestros esquemas pastorales siguen proponiendo formas clericales de atención y acompañamiento a las comunidades. Siguiendo la tradición latinoamericana aquí resuena el llamado de Medellín, en 1968, a pasar de una pastoral de sacramentalización a otra de evangelización. También Aparecida, en el 2007, pidió superar la pastoral de conservación centrada en parroquias y sacramentos, e iniciar un proceso de conversión pastoral y misionera. Es aquí donde podemos comprender la importancia histórica de este proceso sinodal llamado a dar el paso hacia una nueva eclesiología.
En este contexto podemos decir que, si la propuesta de ordenar viri probati está sustentada en un modelo de "sacerdocio sagrado" cuyo único fin e "identidad exclusiva" es la sola oferta sacramental, sea de la Eucaristía como de la Reconciliación, entonces seguiremos manteniendo el esquema de la cultura clerical en la pastoral católica. La Exhortación cae en una tremenda contradicción al presentar la figura del presbiterado bajo la definición del sacerdocio. Esta interpretación del ministerio ordenado —como veremos más adelante— impide centrar la ministerialidad en torno a las comunidades. Una propuesta de nuevos ministerios sólo tendrá sentido si se construyen y viven desde y en las comunidades. Estas son el centro y el eje estructurador que ayuda a caminar desde la eclesialidad primera hacia la eclesiología. Con profecía Medellín habló de esto al decir que las comunidades han de ser el núcleo fundamental de toda la Iglesia.
Podemos rescatar de la Exhortación algunos elementos importantes a considerar para la creación de nuevos ministerios y proponer así un nuevo eslabón de la cadena. A la hora de crear nuevos ministerios para las mujeres, el Papa pide que deben tener formas “institucionales”, dotados de “estabilidad", con "reconocimiento público" y bajo el "envío por parte del obispo” (QA 103). Aún más, la finalidad que se establece para estos nuevos ministerios es incidir “en la organización y en las decisiones de las comunidades”. Otra de las formas que propone es "pensar en equipos misioneros itinerantes" (QA 98).
Sin embargo, a la par de estos criterios, encontramos a largo del capítulo 4 un choque de eclesiologías que no permite avanzar en la reforma o conversión ministerial. En su conjunto, este capítulo no logra superar la cultura eclesial clerical reinante. Cosa que sí hace el Documento Final. De ahí que la Exhortación, si es leída como texto aislado, es un texto eclesiológicamente contradictorio, incluso preconciliar en ciertas afirmaciones sobre el ministerio ordenado y el rol de las mujeres.
De ahí que se aprecia un retroceso, que la contradice, cuando se refiere a la figura del presbítero. Dicha involución se presenta en relación al Decreto Presbyterorum Ordinis (PO 4) del Concilio Vaticano II. Este Decreto indica, con toda claridad y en clave misionera, que "los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura (Mc 16,15)". Lo que da primacía a la identidad del ministerio presbiteral, según el Concilio, es "primum habent officium Evangelium Dei omnibus evangelizandi" (PO 4), es decir, que su identidad está "principalmente" en la "Palabra". Por el contrario, la Exhortación usa la palabra sacerdote más que presbítero. La palabra presbítero sólo aparece una vez (QA 90), mientras que habla de “sacerdocio jerárquico” (QA 87), que “derrama gracia” (QA 88) y cuya “gran potestad” (QA 88) se centra en los “sacramentos de la eucaristía y el perdón” (culto). Es esto lo que, según la Exhortación, da su “identidad exclusiva” (QA 88), quasi ontológica, más no, como estableció el Concilio, primum —primero y ante todo—la Palabra, el anuncio del Evangelio (PO 4). Si esta visión de la figura del presbítero, entendido desde lo sacerdotal y sagrado es la que domina realmente y se asume, entonces se cae toda la novedad que puede representar la sinodalidad en la actual etapa eclesial. No puede se realizada una Iglesia auténticamente sinodal junto a esta noción del presbiterado.
Además de presentar una involución respecto del Concilio, se evidencia una clara contradicción. Por una parte, se insiste en la necesidad de la celebración de la "Eucaristía" en lugares donde hay ausencia de presbíteros, pero, por otra, no logra ofrecer ninguna solución pastoral a esta necesidad específica. ¿Cómo hacer si los laicos son los encargados de liderar las comunidades cuando todos sabemos que no hay presbíteros disponibles en la región para presidir los sacramentos de la eucaristía y la reconciliación? Sabiendo que este fue el argumento presentado por los padres sinodales, la Exhortación no prevé solución alguna. Aún cuando está consciente de que una comunidad auténtica se construye en torno a la Eucaristía y la Palabra (QA 84), pone de lado cualquier solución pastoral para que la Iglesia provea este derecho de las comunidades.
El problema que se plantea en Querida Amazonía, es más complejo que la sola aprobación de los viri probati. Sin un proceso de inculturación ministerial, que brote de las comunidades, bajo un proceso genético-inductivo, terminaremos creando un nuevo proceso de clericalización. Un elemento de gran importancia es que el proceso de inculturación se presenta en términos de superación de la cultura occidental, reconociendo que "el cristianismo no tiene un único modo cultural y no haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde" (QA 69). Esto llama a cambiar el modelo teológico-mono-cultural que ha inspirado a la eclesiología durante el segundo milenio.
¿Qué hacer, entonces, mientras surge un nuevo modelo marcadamente laical y centrado en las comunidades que supere la pastoral de sacramentalización por la de evangelización, como lo pidieron Medellín y Aparecida? ¿cómo entender, entonces, lo que se planteó en el Documento Final sobre la necesidad de aprobar viri probati? El ministerio ordenado de los viri probati representa una posible solución, pero sólo en el marco de lo provisional y transitorio, ante la necesidad de velar por la cura pastoral. Por ello, aún cuando esto no fue aprobado por vía de la propia Exhortación, se hace necesaria su aplicación por vía de la legislación eclesiástica ya existente mientras se logre una auténtica reforma de la ministerialidad.
5. Viri probati ¿una solución provisional, pero necesaria, en esta fase de transición hacia "comunidades cristianas de base como el primero y fundamental núcleo eclesial" (Medellín 15,10)
Muchas expectativas fueron generadas en torno a la aprobación de los viri probati, ya que dos tercios de los padres sinodales votaron a favor. Aún cuando el aporte de Querida Amazonía no pueda reducirse a la aprobación o no de los viri probati, tampoco podemos mirar hacia otro lado ante la necesidad pastoral de dar este paso en la Iglesia y que, planteado como se ha hecho, no tiene otra solución, por los momentos, que la institucionalización de los viri probati en la región. De hecho, el tema no ha sido cerrado. Por el contrario, está abierto en un proceso eclesial mayor cuando el Papa asume íntegramente el Documento Final y lo manda a aplicar, teniendo como resultado de facto el inicio de un nuevo proceso de discernimientopastoral que pueda llevar a la evolución de la doctrina sacramental y a la reforma del ministerio ordenado.
Ante la postura del Documento Final que lo pide y la Exhortación que refiere a la aplicación de dicho Documento, podemos sostener, sin temor alguno, que se han abierto las puertas para que las Iglesias locales puedan iniciar procesos de “discernimiento y toma de decisiones” pastorales a partir de lo que ya establece el código de derecho canónico en relación a este tema. Vale la pena preguntarnos si los dos tercios de padres sinodales que votaron a favor de la aprobación de los viri probati, son capaces de implementar estos procesos en sus respectivas diócesis y dar el paso que hace falta. La misma Exhortación pone este reto al decir que
"en las circunstancias especificas de la Amazonia, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella «hace la Iglesia» y llegamos a decir que «no se edifica ninguna comunidad cristiana si esta no tiene su raíz y centro en la celebración de la sagrada Eucaristía»" (QA 89).
Este texto sitúa a quienes no querían la figura de los viri probati en una triste contradicción respecto de la misión de la Iglesia y el derecho de los fieles, porque, al final, están afirmando que, en la mayoría de las comunidades de la región, incluso en otros países y regiones donde exista ausencia de clero, no hay comunidades cristianas, porque no hay celebración de la Eucaristía. Así como se plantea el tema en el texto, desde una eclesiología netamente sacramental, pareciera entonces que hay una inmensa contradicción que lleva a la imposibilidad de la Iglesia de cumplir con su misión.
La solución provisional que Francisco estaría dejando abierta es recurrir a la aplicación de lo establecido ya en el Código de Derecho Canónico que ofrece el procedimiento para que los obispos, luego de discernir las necesidades de las comunidades, puedan pedir la posibilidad de ordenar a hombres casados, así como implementar el diaconado, en función de las necesidades sacramentales de las comunidades. La Iglesia, a través de sus regulaciones canónicas, entiende que "ser varón casado" constituye un impedimento para ser ordenado. Pero esto no es una irregularidad, sino un "impedimento de derecho eclesiástico" y no "divino". Por tanto, no toca al dogma ni a la doctrina, sino a la disciplina eclesiástica.
Ante los impedimentos, el propio código de derecho canónico de la Iglesia latina provee la posibilidad de otorgar la concesión de una "dispensa" que puede ser confirmada por la Sede Apostólica, una vez que un obispo local la pida. Para conceder dicha dispensa, el código establece que debe haber una "causa justa y razonable". En tal sentido, los sacramentos no son una concesión de la Institución eclesiástica a un grupo de fieles, sino un derecho que tienen y deben recibir todos los fieles y miembros del Pueblo de Dios. Al ser derecho, las autoridades eclesiásticas tienen el deber de escuchar a los fieles y proveerles sus derechos o, de otro modo, caerían en un incumplimiento de la misión de la misma Iglesia, en la que sirven, y aún más, estarían negando, intencionalmente, que las comunidades de fieles ya existentes, no sean reconocidas como auténticamente cristianas. Esta solución sería sólo provisional, aunque necesaria en razón de la cura pastoral de las comunidades, hasta que exista la voluntad de emprender un proceso de reforma del ministerio mismo. Se trata, pues, de instituir algo nuevo, pero, de tal modo, que «las formas nuevas salgan de las formas ya existentes mediante un desarrollo en cierto modo orgánico» (SC 23). Como sostenía Congar: «no es posible sacar del Nuevo Testamento un tipo de organización que se impusiera jure divino de manera absolutamente normativa. Son las Iglesias las que, con su disciplina, organizan ministerios teniendo en cuenta lo que la Escritura pueda decir al respecto». La necesidad de pensar en nuevos ministerios ha sido manifestada, desde hace años, por el teólogo brasilero Antonio José de Almeida.
Hasta que no se logre una nueva eclesiología sinodal y se coloque al centro a la comunidad como su eje estructurador, no se podrá superar la cultura clerical reinante. Durante la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos Francisco señaló hacia dónde debía ir la reforma:
“el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Lo que el Señor nos pide, en cierto sentido, ya está todo contenido en la palabra «Sínodo». Caminar juntos —laicos, pastores, Obispo de Roma” (Francisco, Discurso en la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17 de octubre de 2015).
Pero esto implica que:
“en la Iglesia, la sinodalidad se vive al servicio de la misión. Ecclesia peregrinans natura sua missionaria est, «ella existe para evangelizar». Todo el Pueblo de Dios es el sujeto del anuncio del Evangelio. En él, todo Bautizado es convocado para ser protagonista de la misión porque todos somos discípulos misioneros. La Iglesia está llamada a activar en sinergia sinodal los ministerios y carismas presentes en su vida para discernir, en actitud de escucha de la voz del Espíritu, los caminos de la evangelización” (Comisión Teológica Internacional, La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia, 2 de marzo, 2018, n. 53).
Se abre una nueva hora latinoamericana: convertirnos en una Iglesia sinodal.
Rafael Luciani
Experto del CELAM y miembro del Equipo Teológico de la CLAR
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