"Solo toca esperar y ver cómo queda -según los médicos y él mismo- física y mentalmente, una vez salga del hospital" ¿Renunciará Francisco?

¿Renunciará Francisco?
¿Renunciará Francisco?

"Otra cosa es que pueda regresar al Vaticano muy tocado y que, a su ya limitada movilidad, se sume una nueva dificultad que le impida relacionarse con cierta normalidad, tanto con sus colaboradores más directos como con la gente"

"Entiende que la reforma de la Iglesia por él iniciada sigue estando necesitada de ser liderada por él"

"Francisco sabe que las corrientes conservadoras y tradicionalistas -tanto eclesiales como sociales- no le perdonan sus críticos desmarques del capitalismo"

"Es igualmente consciente de que, en el interior de la Iglesia -y también fuera- hay mucha gente que no le perdona estar pretendiendo inaugurar un nuevo modelo de comunidad cristiana en el que se toma en serio que todo el pueblo de Dios es “infalible cuando cree”

Pues visto lo visto hasta ahora, no parece que el Papa Bergoglio esté por la renuncia, a pesar de tener 88 años y estar ingresado en el Gemelli desde el pasado 14 de febrero a causa de una neumonía bilateral, además de por otros graves problemas respiratorios. Y no lo parece porque, durante su estancia en el hospital, ha seguido gobernando mientras no se lo ha impedido su debilitada salud.

Otra cosa es que pueda regresar al Vaticano muy tocado y que, a su ya limitada movilidad, se sume una nueva dificultad que le impida relacionarse con cierta normalidad, tanto con sus colaboradores más directos como con la gente. Supongo que entonces se lo pensará.

Es cierto que, una vez elegido el año 2013, le presentó a Tarsicio Bertone -el entonces secretario de Estado- una carta firmada con su renuncia: “en caso de impedimento -le dijo- por razones médicas o lo que sea, aquí tienes mi renuncia”. Es cierto, igualmente, que, en alguna ocasión posterior ha sostenido que “la Iglesia no se gobierna con las rodillas, sino con la cabeza”. Por tanto, solo toca esperar y ver cómo queda -según los médicos y él mismo- física y mentalmente, una vez salga del hospital.

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Gemelli
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Mientras tanto, se han disparado las especulaciones de todo tipo. Las más sonadas son las que insisten en que presente la renuncia y que haya, cuanto antes un Cónclave para elegir un nuevo papa que -muy probablemente- ya no sea un Francisco II o un Juan XXIV, sino un conservador Juan Pablo III o Pío XIII. He aquí un buen argumento para llenar unas cuantas páginas de periódicos y muchas horas de televisión. 

De todas las especulaciones que vengo oyendo y leyendo, me están llamando la atención las referidas a intentar saber por qué una persona mayor y enferma quiere seguir al frente de la Iglesia. No creo que sea el aferramiento al poder. No veo a Francisco en esa longitud de onda. Más bien creo que es porque entiende que la reforma de la Iglesia por él iniciada sigue estando necesitada de ser liderada por él. Y esta especulación –en el caso de que fuera consistente- se presta a una doble lectura o interpretación.

En primer lugar, de reconocimiento y admiración. Francisco sabe que las corrientes conservadoras y tradicionalistas -tanto eclesiales como sociales- no le perdonan sus críticos desmarques del capitalismo; su decidida e incansable apuesta por los pobres y los parias del mundo (que se lo pregunten a D. Trump y a J. D. Vance cómo les ha sentado la carta que ha escrito a los obispos estadounidenses invitándoles a estar al lado de los emigrantes, pase lo que pase); su decidida apuesta por una economía y un mundo ecológico; su antimilitarismo y pacifismo; su cercanía a los homosexuales; su condena sin paliativos de la pederastia eclesial y, en general, su voluntad de aplicar lo aprobado en el concilio Vaticano II y superar la implementación involutiva padecida durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. 

Pero es, igualmente consciente de que, en el interior de la Iglesia -y también fuera- hay mucha gente que no le perdona estar pretendiendo inaugurar un nuevo modelo de comunidad cristiana en el que se toma en serio que todo el pueblo de Dios es “infalible cuando cree” o, con una expresión más laica, que todos los cristianos son soberanos en los asuntos referidos al gobierno, al magisterio y a la organización de la Iglesia. Y que, por lo tanto, no solo hay que combatir sin desmayo todo atisbo de clericalismo, sino, sobre todo, revisar el ejercicio del poder en la Iglesia y propiciar un cambio radical al respecto, empezando -con una expresión suya- por “la conversión del papado”.

Los tres 'Informe RD' que hemos dedicado al Sínodo de la sinodalidad
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Algo de esto se puede apreciar -cierto que de manera muy modesta- en el Documento final del Sínodo mundial de 2024 sobre la sinodalidad que, ratificado por él, ha propuesto a todas las diócesis del mundo para que hagan una lectura implicativa del mismo. 

Pero he dicho que la decisión de Francisco de seguir al frente de la Iglesia no me ha de impedir reconocer que -a fecha de hoy- hay varios puntos en su gestión que me gustaría que implementara con más rapidez y un poco más de coraje.

Me fijo en dos: el primero, referido a la famosa “conversión del papado” y, por extensión, del poder episcopal y clerical. Entiendo que para que tal “conversión” sea creíble, urge superar el actual modelo de gobierno y magisterio eclesial, desmedidamente unipersonal absolutista y monárquico, y, lamentablemente, tratado de manera muy insuficiente en el Documento final del Sínodo mundial de 2024.

Y el segundo, referido al papel de las mujeres en la Iglesia. Valoro muy positivamente las responsabilidades que está repartiendo a algunas de ellas en el Vaticano, pero le invito a que, imaginando lo que Jesús de Nazaret hubiera hecho en nuestros días, abriera las puertas de la Iglesia para que, las que lo quisieran, pudieran acceder al sacerdocio ministerial, es decir, al diaconado y, con el tiempo, al presbiterado y al episcopado.

Revuelta
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La verdad es que sus fuerzas son muy limitadas y mucha y dura la tarea que le queda por hacer. Veremos qué puede ultimar. Si es que puede…

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