Francisco descansa en paz, definitivamente, bajo un mármol Roma entierra el cuerpo de un Papa que hizo historia

Mientras tanto, la caja de madera que contenía los restos mortales de un Papa que pasa la última página de su larga vida era ovacionada en sucesivas ocasiones de un funeral con especial sabor argentino
"Sin nuestro Francisco y con un Papa que esperamos ver andar por el mismo sendero que transitó quien, para mí, ya es santo”
| Xavi Pete, agencia Flama. Enviado especial al Vaticano
Francisco descansa en paz, definitivamente, bajo un mármol. Lo hace en una tumba que desde este fin de semana ha pasado a convertirse en punto de referencia para que millones de católicos del planeta puedan acercarse a la basílica de Santa María la Mayor de Roma para sentirlo espiritualmente cerca, como lo harán muchos de los que este sábado grababan para siempre en sus retinas el traslado de los restos mortales del argentino a ese templo.
Pero la jornada en que el punto central era la sepultura del primer Papa latinoamericano arrancaba horas antes, cuando la plaza de San Pedro recibía una inundación de fieles para acompañar una misa exequial presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, que recordaba el compromiso de Jorge Mario Bergoglio por la paz.

Pidiendo a Francisco que bendijera desde el cielo tanto a la Iglesia como a todos los cristianos, el purpurado glosaba su figura, llena “de innumerables gestos y exhortaciones a favor de los refugiados y los desplazados”, y era la voz principal de una ceremonia en que otras voces, las de los coros de la Capilla Sixtina, y el órgano dominado por el sabadellense Josep Solé, titular de la basílica vaticana, emocionaban a una multitud llena de sacerdotes, religiosos, laicos, jóvenes y adolescentes, familias enteras, desfavorecidos, transexuales, turistas y miles de periodistas, entre otros muchos grupos sociales.
De hecho, el instrumento de Solé resonaba en momentos que eran clave en esta ceremonia, como por ejemplo en la entrada y la salida del féretro, observado desde las primeras filas por parte de algunos de los grandes líderes planetarios y por obispos y cardenales de todo el mundo. Un hecho que reforzaba todavía más el clima de solemnidad que este catalán conseguía, y que ya había vivido anteriormente a raíz de la muerte de Benedicto XVI, en 2022. “Estoy contento porque en esta ocasión también ha cantado mi hijo Daniel, mientras yo tocaba el órgano”, decía más tarde Solé, un más de los 200.000 cristianos en San Pedro.

Mientras tanto, la caja de madera que contenía los restos mortales de un Papa que pasa la última página de su larga vida era ovacionada en sucesivas ocasiones de un funeral con especial sabor argentino. Precisamente eran las banderas con el escudo de la República Argentina las que predominaban en medio de las de decenas de países que eran representados.
Como por ejemplo España, desde donde católicos de todos los puntos del mapa se hacían presentes evidenciando una instantánea principalmente familiar: “Hemos venido con los niños y nos hace ilusión que vivan un momento histórico como este, tal como lo hicimos nosotros cuando éramos pequeños y veníamos a despedir a algún Papa”, remarcaba un hombre de Madrid.
El último trayecto de Francisco
Después de dos horas bajo el insistente sol romano, llegaba uno de los momentos más icónicos del adiós a Bergoglio mientras este era transportado en su vehículo oficial por las arterias principales de Roma hasta Santa María la Mayor. “Ha sido una experiencia conmovedora e impactante, sobre todo por encontrarnos con tantos jóvenes como nosotros”, aseguraba una chica del País Vasco que intentaba caminar entre un río de cuerpos, banderas, cámaras de fotografiar y rosarios que dibujaban un paisaje difícil de encontrar en la ciudad del río Tíber.

“Ha sido un regalo haber podido despedir a un compatriota como él después de tantas lecciones como las que nos ha dado”, admitía, desde las entrañas del Vaticano, una mujer de Buenos Aires y para quien la escena de San Pedro “era como estar dentro de la nave de una iglesia, llena de santos y pecadores, y poder sentir el cielo en la Tierra”.
Y, entre caras de resignación y respeto, las de la pobreza también tenían representación, como por ejemplo cuando una mujer de corta altura, ayudada por un bastón para poder andar equilibradamente, buscaba los ojos de los centenares de miles de fieles para pedirles limosna por la gran vía vaticana que conecta la plaza principal del cristianismo con el Castillo de Sant’Angelo.

Personas pobres recibiendo el Papa
Cuarenta personas con una vida vulnerable y como las que Francisco tuvo entre ceja y ceja durante su pontificado recibían el cuerpo sin vida del Papa a las puertas de un templo que también ha vivido un antes y un después a raíz de este histórico acontecimiento. Un gesto cargado de simbolismo en el último momento en que el féretro del pontífice veía la luz natural y se adentraba en un templo que será su casa para siempre jamás.
“A partir de ahora viviremos con la alegría que él nos encomendaba”, añadía una de las muchas religiosas latinoamericanas que acudían a la cita, “pero sintiéndonos algo más huérfanas”. “Ha sido el padre de la Iglesia que quiere ser, a partir de este momento, más como él”, continuaba otra monja de su congregación, la de las Sirvientas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, y que también se pudo despedir de los despojos de Bergoglio en la Casa de Santa Marta, donde ha vivido Francisco, a inicios de esta semana.

“Para mí ya es un santo”
La celebración, que continuaba en las calles próximas a una de las cuatro basílicas mayores de Roma después de una sepultura íntima, escribía el punto y final de una semana que ya es recordada en Roma como “la peor semana de la historia reciente después de la Semana Santa”. Así la definía un joven de Asís que estaba en una ciudad que probablemente vea canonizar a otro joven, Carlo Acutis, este 2025. “Esto será, pero, sin nuestro Francisco y con un Papa que esperamos ver andar por el mismo sendero que transitó quien, para mí, ya es santo”, observaba posteriormente el italiano.
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