Antonio Aradillas Viveros de obispos

(Antonio Aradillas).- Teniendo rigurosa y sagradamente en cuenta los resultados registrados en la última Asamblea Plenaria del Episcopado Español, es de obligado cumplimiento reflexionar sobre los mismos, no sin antes dejar clara constancia de que, sin necesidad de mentar al Espíritu Santo, los votos son "palabras de Dios" en cualquier sistema, por supuesto, democrático, como en este caso.

Y de entre tantas consideraciones como salen al paso, el hecho de que los obispos se sigan nombrando como hasta el presente es, sin duda, para la mayoría de los católicos, la causa principal de la situación "pre" o "anti" franciscana, en la que tanto su presidencia como sus respectivas Comisiones han quedado para el próximo trienio.

En los "viveros", o "terrenos adonde se trasplantan desde la almáciga los arbolillos", en este caso episcopales, se hallan las raíces de los llamados, que no elegidos, a presidir las diócesis. Unos cuantos ejemplos contribuirán al esclarecimiento de un tema de tanta gravedad en la Iglesia, solo con que nos aproximemos al mismo con responsabilidad, sentido común, fe y esperanza de que, pese a doto, hay solución para su enmienda.

Llama la atención, por ejemplo, que, de entre los 80 obispos partícipes de la referida Asamblea Plenaria, un puñado de ellos proceda de la diócesis de Ávila, precisamente lugar de nacencia del actual Cardenal Presidente. El reciente nombramiento para la extremeña diócesis de Plasencia -"ut placeat Deo et homínibus"- completa el listado de los también abulenses de Burgos y Salamanca.

Las bienintencionadas preguntas que podrían formularse al respecto, son muchas y jugosas. ¿Es que santa Teresa no hay más que una? ¿Es que don Alfonso de Madrigal, el obispo llamado "El Tostado", con sus libros y su sabiduría, abulense, fue también único y universal?

Valencia fue, y es "vivero de obispos". Es de suponer que la semilla de los todopoderosos, nobles y prolíficos, Borjas -Borgias para los italianos-, no sigan todavía engendrando nuevos retoños.

La referencia al cardenal Rouco Varela, presidente que fue de la Conferencia, es insoslayable. De una veintena de obispos, hoy con derecho a voto, él fue su promotor, a los que hay que añadirles los ya jubilados y, por supuesto, algún otro que lleva uno de sus apellidos, sin que tal contingencia pueda suscitar ecos de nepotismo o de compadreo.

En tiempos pretéritos del Nacional Catolicismo, la diócesis de León, sobre todo sus comarcas rurales serranas, proporcionó al episcopologio español un amplio elenco de candidatos a presidir las sedes catedralicias del resto de España. Proceder de León y de su montaña, fue signo de "episcopalidad" señera y acreditada. Dócil y trabajadora. Fiel y disciplinada. Hay quienes explican la existencia de este "vivero de obispos" a la presencia y actividad en la capital leonesa de un obispo adicto al Régimen, con el cargo y ministerio de "Capellán Mayor" -"Asesor Religioso"-, del sindicalismo vertical.

¿Recomendaciones personales?. Pues sí. En esta ocasión me permito transcribir al pié de la letra, parte de un escrito recientemente publicado:

"En 1971, muerto don Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, la Secretaría de Estado comenzó a estudiar la sucesión, ya antes de que la Congregación para los Obispos iniciara el expediente... Eduardo Martínez Somalo, después cardenal, me reveló que se inclinaba por proponer a Ángel Suquía. Quería saber mi opinión, informes personales y oficiales ...Pero a las pocas semanas, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, entonces arzobispo de Toledo, fue nombrado para Madrid, y año y medio después, a Suquía lo ascendieron (sic) al arzobispado de Santiago de Compostela".

Por aquello de la influencia cardenalicia de don Eduardo Martínez Somalo, y de sus altos cargos en la Curia Romana, es posible que piensen algunos que la Comunidad Autónoma de La Rioja, con sus tres catedrales, se haya convertido también en "vivero de obispos..."

Es conocido y comentado por propios y extraños que la pertenencia en alguno de sus grados, o el roce, trato y comunicación frecuente con determinados movimientos "religiosos" de tendencia conservadora "et ultra", multiplican todavía "usque ad summum", las posibilidades "episcopables" de algunos.

Aunque a algunos les de la impresión de que se trata de épocas irreversiblemente pretéritas, otros son de la opinión de que hay tiempos que no pasan nunca, aunque parezca lo contrario.

La foto que se adjunta es la portada de un calendario del año 1962, con publicidad del Banco Asturiano de Industria y Comercio de Oviedo. En la misma perduran las imágenes captadas en la catedral el 13 de abril de 1890, "día en que fueron consagrados las Rdmos. señores Nozaleda, Castro y Hevia Campomanes. Los seis eminentes prelados, todos hijos de esta provincia de Oviedo, presididos por el consagrante arzobispo de Sevilla cardenal Fray Ceferino Gonzáles, también ovetense".

Sorprende a muchos que en la historia novelada del ínclito Clarín, titulada La Regenta, esta piadosa y pudiente señora no hubiera logrado "arzobispear" a su director espiritual, el señor Magistral de la catedral.

Curiosamente para muchos es un sorprendente misterio que desde los más remotos tiempos la Iglesia respete y exija el sistema democrático en los conventos y en los Institutos religiosos, en las constituciones y estatutos que han de ser aprobados, por la correspondiente "Congregación Pontificia de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica", por lo que resulta más chocante que en las designaciones episcopales, los procedimientos electorales sean obviados con rigor, "sobre seguro" y "en el nombre de Dios e intervención del Espíritu Santo".

Así las cosas, documentadas o "documentables", con garantías orales y escritas, apuntar la necesidad de que dimitan de sus rangos episcopales la mayoría de nuestros obispos, que de alguna manera se sientan aludidos, es, a la vez un deber moral y una exigencia ejemplarmente religiosa.

En la Iglesia no deben caber, ni registrarse tales nombramientos de tanta importancia en su pastoral y en su teología. Instar a tantos teólogos e historiadores, no oficialmente "vaticanistas", a que profundicen en medidas y procedimientos "burocráticos" de esta envergadura y jaez, es una de las obras de misericordia que ha de afrontarse en el organigrama jerárquico actual.

En el hipotético caso de que esta aseveración sea causa de escándalo y tachada de injusta, es posible que la solución se encuentre en el estudio y en la reflexión de los procedimientos seguidos en la selección de los "episcopables".

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