La complejidad del cristianismo "Dar a Platón lo que es de Platón, a Zaratustra lo que es de Zaratustra y a Jesús lo que es de Jesús"

Platón, Zoroastro y Jesús
Platón, Zoroastro y Jesús

"Echando un vistazo panorámico a la historia del cristianismo, descubrimos que dos factores externos lo complejizan y dificultan descubrir el legado de Jesús de forma clara e inequívoca"

"Son la llamada «lectura griega», que ha influido en el movimiento de Jesús desde el siglo III ec, y el «factor iraní» (o «factor zoroástrico»), que ha influido en el judaísmo e, indirectamente, en el cristianismo desde el siglo VI aec, a través de la propia cosmovisión de Jesús"

"Merece la pena profundizar en la complejidad del cristianismo, aunque sea en breves pinceladas (como aquí), porque dificulta y, en algunos casos, imposibilita ver con claridad las propuestas de Jesús"

"Es importante distinguir. Dado que el cristianismo es una formación compleja de elementos diversos, es bueno recurrir al método tomista de distinción, diferenciación y purificación para poder ver las diferencias"

Echando un vistazo panorámico a la historia del cristianismo, descubrimos que dos factores externos lo complejizan y dificultan descubrir el legado de Jesúsde forma clara e inequívoca: la llamada «lectura griega», que ha influido en el movimiento de Jesús desde el siglo III ec, y el «factor iraní» (o «factor zoroástrico»), que ha influido en el judaísmo e, indirectamente, en el cristianismo desde el siglo VI aec, a través de la propia cosmovisión de Jesús. 

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Merece la pena profundizar en la complejidad del cristianismo, aunque sea en breves pinceladas (como aquí), porque dificulta y, en algunos casos, imposibilita ver con claridad las propuestas de Jesús. 

Influencia de las ideas platónicas en la formación de la teología  cristiana. II – El barril de Newton

La lectura griega

Las sensacionales conquistas militares de Alejandro Magno de Macedonia en Oriente Próximo en el siglo III aec hicieron que la cultura helénica se extendiera por grandes extensiones de tierra y culturas muy diferentes, llegando a importantes ciudades de la época, como Antioquía en Siria, Alejandría en Egipto e incluso la lejana Roma, que surgió como el centro virtual de un gran imperio. Un signo bien conocido de esta influencia arrolladora es el hecho de que los Evangelios, aunque describen un movimiento surgido en una cultura semítica, están escritos en griego.

Es en este contexto en el que el neoplatonismo, una de las «olas» más significativas de este tsunami cultural, inundó el joven movimiento cristiano, como describo en pocas palabras.

Cuando, en el año 244 ec, el filósofo alejandrino Plotino de Licópolis (203-269) apareció en Roma, en aquel momento el centro de un Imperio en rápido crecimiento, y abrió allí una escuela de filosofía neoplatónica para jóvenes de la élite intelectual romana, alcanzó en pocos años un renombre extraordinario. Con él, una forma griega de entender al hombre y la historia, concretamente una interpretación platónica del ser humano y del sentido de su existencia, penetró de forma convincente en la intelectualidad del Imperio romano. Esta filosofía, en realidad un arte de vivir, no dejó de penetrar en el cristianismo letrado e intelectualizado de la época, sobre todo a través de los llamados «Padres de la Iglesia», que son los intelectuales cristianos del primer milenio del cristianismo. A través de sus numerosos escritos, los Padres de la Iglesia intentaron sintetizar el pensamiento platónico con la cosmovisión evangélica. Con ellos, el platonismo se «cristianiza» al mismo tiempo que el cristianismo se «platoniza».

Las ideas maestras del platonismo son bien conocidas: bajo el mundo divino, no contaminado por el mal, existe la materia, donde la luz divina sólo penetra en forma de sombra (véase el 'mito de la caverna' de Platón). La materia es el último reducto de las tinieblas. El cuerpo humano, morada del alma en la materia, es un espacio ambiguo: puede dejarse seducir por las formas vanas de la materia o fascinar por la luz inmaterial. El cuerpo es una prisión y una tumba, pero también puede convertirse en un trampolín hacia la luz. El alma necesita distanciarse de los impulsos del cuerpo mediante el amor a las realidades espirituales, o más bien la purificación del amor. El hombre necesita apartarse del mundo material y acercarse al espiritual. El alma necesita arrancarlo todo de sí para amar lo invisible, cerrar los ojos ante la materialidad y esperar al Dios que viene, igual que, antes del amanecer, nuestros ojos esperan la llegada de la luz del sol. Cuando el sol llega, rápidamente se apodera de todo. La luz espiritual disipa la oscuridad de la materia. 

La mayoría de los Padres de la Iglesia creen que el encuentro entre el neoplatonismo y el cristianismo conduce a un enriquecimiento del mensaje de Jesús. Sólo algunos de ellos, como Basilio de Cesarea (330-379), se dieron cuenta de que en el proceso de espiritualización, la perspectiva social, tan presente en los Evangelios, corría el riesgo de desvanecerse y que, por tanto, no podía hablarse de una «síntesis» entre cristianismo y neoplatonismo, ya que los elementos de la «fusión» eran heterogéneos. Se trataría más bien de una 'amalgama', de una hibridación, de una reunión de elementos heterogéneos. Pero esta crítica no prevalece. Prevalece la idea de que el drama de la vida cristiana tiene lugar entre el alma y Dios. Los impulsos del cuerpo tienen que ser controlados y posiblemente eliminados, mientras que el vértice de la experiencia cristiana se convierte en el éxtasis, la contemplación de Dios. Pues, imbuido de un sentido religioso agudo y místico, el neoplatonismo hace que muchos confundan las cosas y ya no sean capaces de distinguir claramente la diferencia entre las enseñanzas de Jesús y las de Platón. 

Conviene subrayar aquí que la interpenetración entre cristianismo y neoplatonismo se produce lentamente, casi de forma imperceptible, y no siempre aparece con claridad en los textos. No siempre es fácil saber si un padre de la Iglesia es un pensador cristiano o un neoplatónico que trabaja con imágenes y símbolos cristianos. 

San Agustín de Hipona

Es el caso de Agustín de Hipona (354-430). Formaba parte de un grupo de amigos no cristianos del norte de África que viajaron de Cartago a Roma y luego a Milán en compañía de Mónica, la madre cristiana de Agustín. El grupo busca trabajo en Italia, renuncia gradualmente a una vida de placer y comienza a buscar la sabiduría. Se trata de un grupo selecto, que cultiva elevados ideales de vida, tiene una gran perspicacia, formula excelentes directrices morales y sigue un elevado modo de vida. Tras probar varias filosofías de vida, el grupo entra en contacto con la espiritualidad neoplatónica y, casi al mismo tiempo, cuando llegan a Milán, quedan impresionados por Ambrosio, un obispo cristiano, gran orador y figura de alta estima moral. El grupo de amigos se instala entonces en una finca de un pueblo de las afueras de Milán llamado Cassiciacum. Allí, todos leen e intercambian opiniones. Son idealistas en busca de un alma espiritual, que han dejado atrás los placeres de la carne pecaminosa. 

La situación de los esclavos que les rodean no retiene la atención del grupo. En un pasaje de las Confesiones de Agustín (7, 8), queda claro que, para él, la esclavitud es algo normal, parte de la vida. En resumen, el modo de vida del grupo en Cassiciacum facilita el acercamiento entre cristianismo y neoplatonismo, pero obstaculiza el sentido evangélico. En sus Confesiones, Agustín afirma que la sabiduría neoplatónica combina bien con la bíblica, como deja claro en dos pasajes de ese libro: Si persistiera en el saludable sentimiento que he derivado de ellos (los libros de los platónicos), pensaría que si alguien aprendiera sólo de estos libros (dejando a un lado los libros bíblicos), también podría alcanzar el mismo afecto espiritual (Confesiones, 7, 26). Me di cuenta de que todo lo verdadero que leí en los libros de los platónicos se encontraba en ellos (en los libros bíblicos) (Confesiones, 7, 27). Agustín sólo ve originalidad en el cristianismo en los temas morales: el ascetismo, la obediencia, la humildad, el control del cuerpo, la búsqueda de la vida perfecta, la introspección, la organización de la Iglesia, el patriarcado y, sobre todo, la convicción inquebrantable de recorrer el camino correcto (dogmatismo). No hay nada en las Confesiones que haga referencia a un Dios que opte por el sufrimiento, por los esclavos. 

Después de que Agustín fuera bautizado por Ambrosio, el grupo regresó al norte de África, donde el converso vivió unos años en una finca familiar de Tagaste. Finalmente transforma esta residencia en una ermita, donde -en compañía de algunos amigos también convertidos al cristianismo- vive una vida monástica, mientras es obispo de la ciudad. 

Es una hermosa trayectoria vital, pero sinceramente, uno tiene que preguntarse: ¿no es Agustín un idealista neoplatónico que trabaja con imágenes y símbolos cristianos? En otras palabras: ¿la «lectura griega» del mensaje cristiano se ajusta a la genuina tradición de Jesús? 

El factor iraní

En el siglo VI a.C. surgió en las tierras del antiguo Irán una poderosa oleada de civilización que ha durado dos mil quinientos años y que hoy no muestra signos de menguar. La tradición atribuye el origen de esta «ola» a Zaratustra, un sabio iraní que vivió entre el 628 y el 551 a.C. y consiguió despertar en la gente una ética de responsabilidad personal y esperanza. Esto supuso una novedad en el panorama cultural y moral de aquellos tiempos antiguos. Con Zaratustra, aparecieron en el espacio pan-mesopotámico narraciones hasta entonces desconocidas, que se extendieron a las culturas vecinas (como la judía, por ejemplo). Cambiaron las relaciones entre los seres divinos y humanos, los individuos y los estados, los vivos y los muertos. 

El zoroastrismo, la misteriosa religión que cambió a Occidente, practicó  Freddie Mercury e influyó en "Game of Thrones" - BBC News Mundo

No se sabe cómo se produjo este giro. Todo lo que sabemos es que Zaratustra inauguró una ética de la decisión, superando a las religiones tradicionales basadas en la fatalidad. Antes de Zaratustra, el cosmos se entendía como un entramado de múltiples relaciones que debían armonizarse para que todo funcionara bien. El arte de la vida solía consistir en acomodarse al «destino» (marcado por los dioses), en glorificar a los poderosos del momento o incluso en simples gestos de etiqueta. El modelo era la sociedad divina y el orden se trazaba observando las estrellas y el movimiento de los planetas (la luna, por ejemplo). De ahí la importancia de la astrología y los oráculos, es decir, las señales de un mundo exterior. Los ritmos inalterables del macrocosmos marcaban los destinos del microcosmos, del que formamos parte, y dictaban sus reglas y armonías. Zaratustra rompe con esta visión e interpreta la vida humana desde el principio de la responsabilidad personal. 

Sucede que, a raíz de las lecciones de Zaratustra, aparecen con el tiempo narrativas de oposición radical entre Dios y Satán, el Bien y el Mal, la Santidad y el Pecado, el Cielo y el Infierno, la Salvación y la Condenación. Son estas narraciones las que han resistido la prueba del tiempo y han llegado hasta nosotros.

El Imperio persa, que más tarde se asentó en Irán, respetaba las enseñanzas de Zaratustra, por lo que siguieron guiando a los pueblos de la región hasta la época de Mahoma en el año 636 d.C. Pero fue la helenización la que difundió las intuiciones zoroástricas por todas partes. Como he escrito más arriba, el líder macedonio Alejandro Magno, en el 330 a.C., abrió horizontes y penetró en el mundo pan-mesopotámico, de modo que la región mediterránea se encontró de repente con la herencia iraní. La ética de la responsabilidad está apareciendo por todas partes, mientras que las actitudes de etiqueta religiosa, conformidad y armonía están decayendo. Bajo la influencia, directa o indirecta, de tradiciones procedentes de Zaratustra, las nuevas religiones helenísticas ya no hablan de conformidad con los designios divinos, sino de liberar al mundo de Satán. La religión se convierte en un campo de batalla entre el bien y el mal. El orden del mundo, tradicionalmente ejemplificado por las siete esferas planetarias, deja paso a la ascensión a un mundo más allá de las «esferas», el mundo de la libertad y la responsabilidad. 

El zoroastrismo es probablemente la religión que, hasta el día de hoy, ha ejercido una mayor influencia en la historia de la humanidad, en Occidente e incluso en partes importantes más allá. Ha influido en el judaísmo, el cristianismo, el islam, el neoplatonismo, el estoicismo y el pitagorismo. Incluso el monacato cristiano lleva marcas zoroástricas. Imágenes como Cielo e Infierno, Dios y Satán, Salvación y Condena, Santidad y Pecado se propagan universalmente. 

"Fue la lectura de la frase Vi a Satanás caer como un rayo (Lc 10, 18), atribuida a Jesús en los evangelios de Mateo y Lucas, la que me hizo sospechar de la influencia de las narraciones zoroástricas en sus discursos"

Fue la lectura de la frase Vi a Satanás caer como un rayo (Lc 10, 18), atribuida a Jesús en los evangelios de Mateo y Lucas, la que me hizo sospechar de la influencia de las narraciones zoroástricas en sus discursos. Me di cuenta de que Jesús lleva consigo imágenes e ideas del antiguo mundo iraní. Creo que esta influencia es el resultado de la enseñanza que recibió en la sinagoga a lo largo de su infancia y adolescencia. Porque la enseñanza en la sinagoga, aunque siempre fue genuinamente judía, seguía impregnada de imágenes de las antiguas religiones de Mesopotamia. Hoy, por ejemplo, los biblistas coinciden en que los nueve primeros capítulos de la Biblia se inspiraron en imágenes de las antiguas culturas mesopotámica, iraní y egipcia.

El joven galileo Jesús, mientras asiste a la sinagoga los sábados, queda impresionado por la ola iraní. El rabino le explica que en el Jardín del Edén, Satanás aparece en forma de serpiente tentando al primer hombre para que peque (Génesis 3 y Apocalipsis 12:9 y 20:2). Y que el rey David es incitado a pecar por Satanás (1 Crónicas 21:1). El «Señor Satanás», el Gran Opositor a YHWH, el Mayor de los demonios, el Jefe de los ángeles caídos (Zacarías 3:2), el Seductor y Acusador del pueblo de Dios, el Intruso en la corte celestial (Libro de Job), el Falsario y Engañador (Job 1-2), pasa a ocupar un lugar importante en el imaginario judío y, en consecuencia, en el de Jesús. El rabino, quizá sin darse cuenta, trabaja con imágenes iraníes. No entra en detalles sobre el origen de Satán, sólo comenta que cayó de su posición original como ángel debido a su orgullo (1 Timoteo 3:6), llevándose consigo a otros ángeles caídos, una narración zoroástrica.

Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo - InfoVaticana

Estas narraciones tradicionales, captadas por el judaísmo, pueden presentarse del siguiente modo: En el Principio, Dios crea un mundo bueno. Pero poco después de la creación de Adán, se produce una rebelión entre los ángeles, liderada por Satanás. Miguel derrota a Satanás y lo expulsa del cielo. En venganza, seduce a Adán en el paraíso terrenal bajo la apariencia de una serpiente (Gn 3). Adán peca y la muerte, la enfermedad y otras innumerables desgracias se abaten sobre la humanidad. Los ángeles rebeldes coquetean con las hijas de los hombres, también son expulsados del cielo y relegados al inframundo, de donde suelen salir para causar daño a los humanos. En resumen, debido a la constante labor de Satanás y sus seguidores, el mundo cae en las redes del pecado. No hay escapatoria.

El Libro del Apocalipsis, de finales del siglo I, cuenta la misma historia, pero introduce la imagen del Dragón. Cuenta cómo, en la guerra librada en el cielo, el arcángel Miguel y sus ayudantes libraron una guerra contra el Dragón. El Dragón y sus secuaces reaccionaron, pero se vieron impotentes y cayeron a tierra. El Dragón, el grande, la antigua Serpiente, el que es llamado Divisor y Adversario, el que engaña al mundo entero, este Dragón cayó a la tierra. Fue arrojado a la tierra con sus compinches (Ap 12, vv. 7-10). Luego, tras mil años en prisión, volvió a salir para engañar a las naciones con mentiras. Hoy, está activo en los cuatro rincones de la tierra y consigue reunir naciones tan numerosas como granos de arena a la orilla del mar, igual que hicieron Gog y Magog cuando hicieron la guerra contra Israel (Ap 20, vv. 7-8).

Por eso, la imagen de una oposición radical entre Dios y Satanás es recurrente en los discursos de Jesús. Para él, como para los primeros discípulos, Satanás (que originalmente significa 'Adversario') es el gran símbolo del mal, como demuestran nombres como Enemigo, Tentador, Maligno, Príncipe de este mundo, Aliento impuro, Demonio, Belcebú, Seductor, Provocador, Engañador, Mentiroso, Separador (el término griego diabolos significa: 'el que separa'), Dragón (en el Apocalipsis), Serpiente (en el Génesis). Aunque no hay muchos textos en los Evangelios que traten de un enfrentamiento directo entre Jesús y Satanás (sólo Mt 4,1-11 [tentación en el desierto], Mc 3,22 [poder de Jesús para expulsar demonios] y Lc 10,18 ['Vi a Satanás caer como un rayo']), lo que queda claro en las narraciones evangélicas es que Jesús pone fin al reinado de Satanás sobre el mundo. El Evangelio de Marcos, por ejemplo, estructura toda la vida pública de Jesús en torno a una lucha incesante entre Jesús y Satanás. En él, el Reino de Dios aparece como una victoria sobre el Reino del Adversario (Mc 3, 23-27).

Nuestra dificultad para comprender la tradición zoroástrica procede básicamente del hecho de que los eruditos tienden a prestar poca atención a la porosidad que caracteriza las relaciones interculturales. El judaísmo de la época de Jesús estaba impregnado de imágenes y narraciones procedentes de Mesopotamia y del antiguo Irán. Y las lecciones que Jesús recibe en la sinagoga concuerdan con las recomendaciones de Zaratustra. Hablar de la influencia de la «tradición zoroástrica» en Jesús no es, por tanto, algo extraño, sino que se deriva de un acercamiento a su figura en consonancia con una mayor definición histórica.

Hoy podemos ver que numerosas imágenes transmitidas dentro del cristianismo, con un fuerte impacto en las clases populares, tratan de la oposición entre la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira, el ángel y el diablo, el cielo y el infierno, la salvación y la condenación. Para los cristianos corrientes, Satanás sigue siendo el gran adversario, el diablo, el demonio, el dragón del mal, Lucifer. El mayor drama del mundo es el que enfrenta a Dios y Satanás. Con la fuerza de siglos de transmisión, aparece la figura de Jesús Salvador (Redentor). La retórica del infierno, por ejemplo, aunque ya ha desaparecido del discurso de la institución cristiana, sigue resonando poderosamente entre los creyentes.

Karl Jaspers - Wikipedia, la enciclopedia libre

La visión de Karl Jaspers

En 1948, el filósofo alemán Karl Jaspers publicó un texto basado en una intuición, que formuló de la siguiente manera: en un periodo de aproximadamente seiscientos años, entre el siglo VI a.C. y el comienzo de la era cristiana, surgieron en distintas partes del planeta percepciones y «artes de la vida» de carácter revolucionario. Llamó a este periodo la «Era Axial» y creyó detectar signos de tal «Era» en Israel (con profetas como Isaías), Grecia (con Sócrates y Platón), China (con Confucio), India (con Buda), Irán (con Zaratustra) y Galilea (con Jesús). 

Se trata de una gran intuición que tuvo poco impacto a finales de la década de 1940, pero que hoy, casi ochenta años después, parece ayudarnos a situar el cristianismo en el amplio abanico de la historia de la humanidad. El cristianismo sería partícipe de ese mega-movimiento de cambio, en términos de mentalidad y de acción, que la escritora inglesa Karen Armstrong, en un bestseller de 2006, presentó bajo el título La gran transformación. En la misma línea, D. MacCulloch, profesor de historia eclesiástica en la Universidad de Oxford (Inglaterra), publicó recientemente un libro titulado Christianity: the First Three Thousand Years (Nueva York, Penguin, 2009). Estamos acostumbrados a pensar que el cristianismo tiene dos mil años de antigüedad, pero MacCulloch amplía los horizontes, de modo que entran en el campo de visión las «artes de la vida» griegas, mesopotámicas e iraníes, anteriores a la aparición del movimiento de Jesús. Siguen vivas en el cristianismo que profesamos hoy. Con ello, MacCulloch cuestiona la idea de Jesús como única fuente del cristianismo histórico. 

Hay detalles en la liturgia católica, que a menudo pasan desapercibidos, que apuntan a influencias más allá de Jesús. ¿De dónde procede la mitra de los obispos? Signo casi desapercibido de una herencia muy antigua, la mitra la llevaban hace más de dos mil quinientos años los sacerdotes de Mitra, uno de los principales dioses del antiguo Irán. Mitra aparece en textos antiguos que datan de hace milenios, como el Avesta iraní y el Rig Veda hindú. En la época del Imperio Romano, se le veneraba como protector de las legiones. Y a partir del siglo IV, aparece en las cabezas de los obispos católicos. Uno se pregunta: junto al Mitra de los antiguos iraníes, ¿no está el Tao de los chinos, el Bodhisatta de los budistas tibetanos, el Brahma de los indios, el Alá de los árabes, la «Caravana del Amor» del andalusí Ibn Arabi y, en los años de la lucha por la independencia de la India (1946), el Vishnu de Gandhi, inspirador de la Satyagraha? A su manera, la mitra episcopal muestra que, en la escena mundial, el Zaratustra iraní, el Confucio chino, el Buda indio y el Mahoma árabe están junto al Jesús judío. 

Esta vocación universal de la idea cristiana fue mal percibida y comprendida en las primeras décadas del movimiento de Jesús (entre los años 30 y 50). Los primeros discípulos apenas se dieron cuenta de que, pensándolo bien, el universalismo está en el corazón del mensaje de Jesús de Nazaret. Aquí hay que tener en cuenta que en las palabras y los gestos de Jesús, el universalismo entra como un atisbo, no impregna por completo su forma de hablar y actuar (véase el episodio de la mujer cananea). Jesús sigue siendo fundamentalmente judío, piensa en categorías judías y sigue tradiciones judías. Así que es comprensible que los discípulos de la primera generación pensaran que el mensaje de Jesús estaba restringido al mundo judío y no entendieran cómo un no judío podía participar en el movimiento. Fue gracias a la intuición de un «forastero», el fariseo Pablo de Tarso, que la afirmación del valor universal del mensaje de Jesús comenzó a extenderse por todo el movimiento, aproximadamente veinte años después de la muerte de Jesús:

No hay judío ni griego,

no hay esclavo ni libre,

no hay ni hombre ni mujer:

todos sois uno en Jesús el Ungido (Gal 3:28).

Mitraísmo - Wikipedia, la enciclopedia libre

Fue necesario que el autor ateo Alain Badiou, en 1997, señalara que el universalismo es la verdadera dimensión del mensaje de Jesús (Badiou, A., Saint Pau., La Fondation de l'Universalisme, Presses Universitaires de France, París, 1997), para que esta idea renaciera en la teología actual. Con su característico estilo retórico de escribir, Pablo da la impresión de que se dirige a todos los habitantes de Corinto, Roma o Tesalónica. Es más, Pablo parece escribir a los habitantes de todo el mundo. La idea universalista impregna su forma de escribir. En realidad, sus cartas se dirigen a grupos de unas pocas docenas de personas como mucho. Pero Pablo está imbuido de la idea del universalismo del mensaje de Jesús. Por ello, son sus textos los que dan forma, expresión y amplia difusión a la idea universalista y, de este modo, constituyen la primera literatura universalista de la que tiene constancia la humanidad. Por primera vez en la literatura universal, alguien escribió explícitamente que el universalismo es la verdadera dimensión de la historia humana, su verdadera vocación. 

"Hoy nos damos cuenta con creciente claridad: a menos que el judío dé su mano al griego, el hombre libre al esclavo, el hombre a la mujer, no habrá paz en este mundo"

Hoy nos damos cuenta con creciente claridad: a menos que el judío dé su mano al griego, el hombre libre al esclavo, el hombre a la mujer, no habrá paz en este mundo. Esta es la inspiración básica de no pocos teólogos actuales, como Dietrich Bonhoeffer, que habla de vivir sin Dios en Dios, o Roger Lenaers, que aborda la cuestión de ser un cristiano moderno, José María Vigil, cuando nos insta a experimentar el pluralismo religioso, José María Castillo, cuando valora la historicidad de Jesús, Shelby Spong, cuando nos enseña a leer los Evangelios con ojos frescos, Joseph Moingt, cuando escribe sobre vivir según el espíritu del cristianismo, José Comblin, cuando dice que el Evangelio no es religión. Y tantos otros.

Para muchos cristianos, la forma en que se vive el cristianismo hoy en día parece provenir únicamente del Evangelio de Jesús. No suelen notar influencias externas en el cristianismo. Nunca han oído hablar de que el zoroastrismo o el neoplatonismo tengan algo que ver con su forma de practicar la religión cristiana. Nunca se han hecho preguntas como, «en el cristianismo de mi fe, ¿qué viene de Platón, qué viene de Zaratustra, qué viene de Jesús?» Esto es comprensible, porque las imbricaciones del cristianismo tanto con el zoroastrismo como con el neoplatonismo están arraigadas en siglos de historia y están integradas en la forma en que solemos entender el cristianismo.

Aun así, es importante distinguir. Dado que el cristianismo es una formación compleja de elementos diversos, es bueno recurrir al método tomista de distinción, diferenciación y purificación para poder ver las diferencias. Aquí podemos parafrasear un dicho de Jesús y decir que necesita 'dar a Platón lo que es de Platón, a Zaratustra lo que es de Zaratustra y a Jesús lo que es de Jesús'. Porque aquí, como ya dijo Basilio de Cesarea, no se trata de 'síntesis' (entre la lectura griega, el factor iranio y el Evangelio de Jesús), sino de 'amalgamas', es decir, de composiciones de elementos heterogéneos. Platón, aunque presenta un «arte de vivir» de gran valor, no contempla las relaciones sociales en las que están implicados los seres humanos y que constituyen una de las principales ideas maestras de Jesús. Una tarea aún más delicada es desentrañar el factor iraní, tan presente en el cristianismo actual, porque está en el origen de imágenes universalmente extendidas como «Jesús salvador», el «juicio final» y la «condenación eterna», que están en contradicción con el mensaje de Jesús sobre «Dios Padre».

Termino aquí, querido lector, y espero que mi texto te sea de alguna utilidad. 

Dia da ascensão de jesus cristo ou dia da ressurreição do filho de deus  sexta feira Conceito do dia da ascensão | imagem Premium gerada com IA

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