"Retransmitidas por TV, son algo más que un atrevimiento" Antonio Aradillas: "Las misas 'coronavíricas' ¿son misas?"
Después de haber "oído", "escuchado", "asistido" o "estado presente" en mi casa, ante el televisor, apenas si conseguí "virtualmente" sentirme partícipe
¿Son y pueden ser llamadas y tenidas en cuenta las retransmisiones de las misas "virtuales", con consideración y calificación de misas verdaderas?
¿Cómo pueden conjugarse en estas ceremonias y en sus alrededores, los verbos esencialmente "eucarísticos" como los de celebrar-cconcelebrar, participar, presidir y comulgar?
En las tres misas "episcopales", las homilías fueron leídas y, por supuesto, con la correspondiente entonación doctrinal, nada similar a la empleada por el papa Francisco…
¿Cómo pueden conjugarse en estas ceremonias y en sus alrededores, los verbos esencialmente "eucarísticos" como los de celebrar-cconcelebrar, participar, presidir y comulgar?
En las tres misas "episcopales", las homilías fueron leídas y, por supuesto, con la correspondiente entonación doctrinal, nada similar a la empleada por el papa Francisco…
El hecho es que en el territorio político y en el laboral-profesional, ante el comportamiento de los “coronavirus”, al menos en España, los posibles remedios y soluciones, o no llegaron, o llegan irreversiblemente tarde. Algo similar hay que reseñar en relación con el territorio eclesiástico y no solo en cuanto de relaciona con los virus, sino con situaciones generalizadas de semejante importancia y relieve en cuanto a la teología y a la moral. Una y otra, si llegan, no aportan soluciones aproximadamente satisfactorias. El Evangelio es síntesis sempiternamente clara y al alcance de muchos. Pero, o no son leídos o interpretados con fidelidad sus versículos, o estos nos son escamoteados, por no coincidir su contenido con lo legalmente aceptado y canonizado “por” y “en” la institución eclesiástica
Aporto aquí y ahora mi grano de arena en el diálogo establecido en nuestro RD, sobre la conveniencia, necesidad u obligación de cumplir con el “precepto” dominical de la celebración eucarística siguiendo los programas de TV con sus ceremonias, ritos y homilías, subrayando por mi parte estas sugerencias:
Lo de la misa como “precepto” suena litúrgicamente mal. Tal declaración y consiguiente pecado, -en el caso de no ser atendida-, resulta más que discutible. Los catecismos han de apresurar su solución con argumentos más serios y asequibles.
¿Son y pueden ser llamadas y tenidas en cuenta las retransmisiones de las misas “virtuales”, con consideración y calificación de misas verdaderas? ¿Son misas estas misas? ¿Es misa-misa una misa celebrada en solitario? ¿Le conferiría Jesús tal condición a estas ceremonias, por piadosas que sean y estén pletóricas de las mejores intenciones y propósitos?
Con los evangelios en la mano, y actualizadas las reseñas que perduran de ellas en las Iglesias de los Apóstoles y en las primeras comunidades de las que hay nítida y rigurosa constancia, seguir llamando misa a las misas retransmitidas por TV es algo más que un atrevimiento, por sagrado que sea. Al menos, requiere las debidas explicaciones “por quienes corresponde” , comenzando en nuestro caso por los supremos liturgos diocesanos, es decir, por sus obispos.
¿Cómo pueden conjugarse en estas ceremonias y en sus alrededores, los verbos esencialmente “eucarísticos” como los de celebrar –concelebrar, participar, presidir y comulgar? ¿Qué es eso de comulgar espiritualmente”? ¿Qué necesidad hay de encender velas, de partir el pan, beber en el cáliz, arrodillarse, santiguarse, y seguir las orientaciones dictadas por miembros de movimientos “religiosos”, quienes precisamente por eso y por otros “detalles” similares, lleguen a considerarse como mas cristianos –“obras de Dios”-, acaparando la mayor y meritoria parte de la religiosidad inherente a la Iglesia, por Iglesia?
Precisamente redacto estas sugerencias después de haber “oído”, “escuchado”, “asistido” o “estado presente” en mi casa, ante el televisor, obligado a confesar que, por larga y ancha que sea mi imaginación, apenas si conseguí “virtualmente” sentirme partícipe de bienes comunitarios que entraña cualquier celebración religiosa “en vivo y en directo”, como en el caso de la santa misa.
Por cierto, y como nota altamente significativa, advierto con reverencial y colorista sorpresa, que las tres misas -tres- fueron presididas por otros tantos obispos… ¿Pero es que no hay curas por esos pueblos de Dios, y en las periferias de las ciudades, para suplir a los obispos, precisamente a la hora de la rememoración y recuerdo del sacrificio-banquete eucarístico? ¿Tan escasos estamos de curas? ¿Es que nos sobran obispos, o es que estos, por lo de los colorines, resultan ser más “televisivos”, como un argumento más para suscitar y mantener la piedad y la atención entre los potenciales televidentes?
En este contexto escasamente sacramentalizado, además del celebrante-obispo, no se vio a ninguna mujer, ni en el presbiterio, ni en el entorno del altar. Seguramente que ya se habrían hecho presentes, preparando las “cosas”, y volverán a hacerlo a su terminación, para limpiarlas y dejarlas “como los chorros del oro”. Es tarea-ministerio todavía propios y exclusivos del “devoto sexo femenino”. De sacerdotes, obispos o diáconos, nada de nada y quienes -ellos y ellas- defiendan lo contrario, ¡sean anatematizados/as!
No podría ponerle el punto y aparte a estas bondadosas sugerencias, si dejara de reseñar mi extrañeza de que en las tres misas “episcopales” referidas, las homilías fueron leídas y, por supuesto, con la correspondiente entonación doctrinal, nada similar a la empleada por el papa Francisco…
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