Antono Aradillas No mundanizar la Navidad
(Antonio Aradillas).- Desde la sagrada cátedra de la santa misa matinal que celebra el papa Francisco en la capilla de la Casa de Santa Marta, le pidió al Señor que "los cristianos nos preparásemos para rechazar cualquier tentación de "mundanizar" -mundanear la Navidad..." En español, tal término es transmisor de la idea de "atender en demasía las cosas del mundo, o sociedad humana, a sus pompas y placeres" que, en sentido ascético y moral, "uno de los enemigos del alma".
Una vez más, el papa -este papa- está en todo, vive y convive en el mundo, atento a las realidades temporales, y a las otras, con los pies en el suelo, y recorriendo, paso a paso, el calendario litúrgico, al igual que el civil, con todas, o casi todas, sus consecuencias tanto personales como colectivas o comunitarias. Reflexionar sobre la Navidad en la que, tal y como adoctrina el papa, "no nace un árbol, sino Jesús", es tarea privilegiadamente cristiana.
- Principio y fundamento de la reflexión litúrgica y, por supuesto, cristiana, es el de que "el Señor viene -está viniendo- cada día y en cada momento", con la intención luminosa y doctrinalmente actualizada de que, como siempre en la Iglesia es Navidad, se ha de estar y vivir plenamente en disponibilidad de Adviento, es decir, de advenimiento.
- Pero una cosa es la doctrina y la teoría, y otra distinta es la práctica, tal y como reconoce el papa, instando al pueblo cristiano a rechazar todo atisbo - indicio o sospecha- de "mundanizar" la fiesta. El hecho cierto es que la Navidad y sus alrededores, se nos han desacralizado en tales proporciones, que cualquier relación con la prevista y celebrada en el calendario litúrgico, resulta pura coincidencia.
- La Navidad- Navidad, aún reconociendo con gozo, algunos de los méritos sobre todo familiares, que enaltece y celebra, es fiesta pagana. En su programación, desarrollo y "virtudes" intervienen acentuada y definitoriamente los "Grandes Almacenes", con la fuerza persuasiva y el convencimiento que derrochan los eslóganes publicitarios, al filo de robarle a cualquiera toda -casi toda- posibilidad de incorporarse a las mismas como personas o seres libres..
- El tiempo de Adviento, con el color morado de los ornamentos sagrados, lecturas bíblicas, prédicas, exhortaciones, homilías, y representaciones piadosas, da la impresión de haber sido hoy pensado, planificado, trabajado y dedicado en exclusiva, o fundamentalmente, a efectuar "las compras propias de la Navidad" y sus aledaños , con escasos límites para la ponderación, y por imperativo impertérrito de comprar por comprar, y después "sea lo que Dios quiera".
- Vanidades, gastos, derroches, hipocresías, comidas y cenas pantagruélicas, lujos de toda clase y condición, zambombas...vencen en buena lid, y sistemáticamente, en la batalla, o batallitas, establecidas con los villancicos, el portal de Belén con sus estrellas, pastores, ovejas, camellos y mulas, sin faltar a tan sacrosanta cita la presencia de los Reyes, uno de ellos, con la piel de color negro, procesionando sus dones ante la cuna en la que reposa el Niño Jesús.
- Le sobra razón al papa Francisco al denunciar que la Navidad se ha "mundanizado" de forma tan clamorosamente pagana, por lo que es preciso y urgente cristianizarla en profundidad. Es posible que todavía se esté a tiempo en tan ardua tarea, dado que no son pocos los signos que permanecen en colectivos, entidades organismos y organizaciones religiosas o no tan religiosas.
- Las razones que justifiquen su conservación y vigencia son muchas y de diversos colores. La solidaridad, la inocencia, la pobreza, la consistencia y la fe de los Reyes Magos, las estrellas que se pierden para aparecer después, la menguada y falaz estrategia de Herodes, las lavanderas del río en cuyo cauce "los peces beben y vuelven a beber", el encuentro con la familia que puntualmente se efectúa "por Navidad", obsequios y regalos, sorpresas, tambores y panderetas... son elementos navideños que debieran faltar jamás en las programaciones del Año Cristiano, tanto por "año" como por "cristiano".
Esforzarse por embridar los procesos de "mundanización" de la Navidad - y de la mayoría de las fiestas del ciclo litúrgico-, es -será- parte importante del ministerio de la conversión - reconversión de la Iglesia, en la que la publicidad comercial y la cívica, política y social están ya a punto de hacerla naufragar, despojándola del sentido y contenido humano y cristiano.