"Audaces fortuna iuvat", en apoyo al Papa Francisco José María Aguirre Oraa: "Nada de papolatrías, un Papa reformista"
"Cuando Francisco fue elegido, intuimos que otra manera de ser Papa se entronizaba en la Iglesia… Quería realizar reformas en la Iglesia y además de calado. Venía del Sur, del Sur mundial y del Sur eclesial"
"La Iglesia ha cambiado siempre y Francisco se ha manifestado de muchas maneras, yo señalo tres: Una Iglesia fraternal, abierta y sinodal"
"Yo creo que Francisco diría conmigo: Bienvenidos los votos, las elecciones, las consultas; malditos los oscurantismos, los carrerismos, los amiguismos..."
"El desafío al que se enfrentan la fe cristiana y la iglesia es de una gran envergadura … Por ello los cristianos debemos ser audaces. Y el Papa también. Lo esperamos como el agua del cielo. Audaces fortuna iuvat"
"Yo creo que Francisco diría conmigo: Bienvenidos los votos, las elecciones, las consultas; malditos los oscurantismos, los carrerismos, los amiguismos..."
"El desafío al que se enfrentan la fe cristiana y la iglesia es de una gran envergadura … Por ello los cristianos debemos ser audaces. Y el Papa también. Lo esperamos como el agua del cielo. Audaces fortuna iuvat"
| José María Aguirre Oraa Profesor de Filosofía jubilado de la Universidad de La Rioja
La verdad es que no soy nada papista y nunca he querido serlo, precisamente porque soy cristiano católico. Aprendí muy pronto en mis estudios teológicos que el papa era Obispo de Roma, «primus inter pares» y de ninguna manera era el monarca absoluto y autoritario de una Iglesia estructurada de manera supervertical. Antes y después del Concilio Vaticano II se trabajó bastante en la teología católica sobre esta figura del Papa que volvía a situarse dentro del Pueblo de Dios en una igualdad radical con todos por el bautismo y sin atisbo de mando absoluto. El autoritarismo cedía el paso a la primacía eclesial basada en la autoridad moral.
Por eso, cuando Francisco I fue elegido y salió al balcón a saludar a todos los fieles reunidos en la plaza de San Pedro y les pidió (a ellos) una bendición y que rogaran por él, intuimos que otra manera de ser Papa se entronizaba en la Iglesia. Un Papa, como también ha habido otros, que era consciente de su finitud, de su fragilidad, de que no era el Gran Jefe de la Iglesia católica, sino más sencillamente el Obispo de Roma. «Todo aquel que ejerza un cargo en la Iglesia, que sea vuestro servidor...». Y no para repetirlo sin cesar como si fuera un papagayo, sino para practicarlo de verdad, para ejercerlo sin cesar.
Pronto se vió que Francisco quería realizar reformas en la Iglesia y además de calado. Venía del Sur, del Sur mundial y del Sur eclesial. Y comenzó a realizar cambios y a plantear alternativas doctrinales y de organización. «Eclesia semper reformanda», la Iglesia siempre en proceso de reforma, esto lo tenemos muchos católicos en el ADN de nuestras convicciones religiosas.
La Iglesia ha cambiado siempre a lo largo de las diferentes épocas de su existencia y lo seguirá haciendo si quiere ser fiel a sí misma y a los hombres y mujeres de cada coyuntura histórica. La fe hay que practicarla en la diversidad de las situaciones históricas y culturales y no hay más remedio que pensarla en cada actualidad para no repetirla como un corpus ideológico inmutable. Algunos piensan que la doctrina cristiana es inmutable, de la misma manera que en nuestros tiempos mozos los autoritarios y franquistas pontificaban con gran aspaviento que los principios del Movimiento Nacional eran inmutables. De auténtica risa. Los principios del Movimiento inmutables, una contradicción evidente a todas luces. «Eclesia semper reformanda»
A mi modo de ver la incidencia de Francisco se ha manifestado de muchas maneras en todo el tiempo que lleva, pero yo lo voy a concretar fundamentalmente en tres puntos.
La Iglesia debe trabajar por la fraternidad humana, por la justicia social en el mundo. Debe ser voz de los hombres y de las mujeres empobrecidos y explotados, voz de los pobres sin más. Ese será su timbre de gloria, su distintivo más claro. Ese es un punto clave que proviene, mal que le pese a quien le pese, de los esfuerzos y planteamientos de la teología de la liberación. Quien persiguió a este movimiento, sabe que ni lo doblegó ni lo tumbó. Sigue adelante, como movimiento creativo que es. Sin mucho ruido, pero sin descanso. Francisco lo avala. Gustavo Gutiérrez es reconocido. Francisco lo abraza. Y también Leonardo Boff y otros teólogos conocidos son rehabilitados
Francisco insiste también en que la Iglesia salga de susestructurados (y a veces estrechos) límites para abrirse a las fronteras. Y las fronteras son los lugares donde los cristianos debemos estar atentos a otras voces humanas para escuchar sus propuestas y sus palpitaciones. Son las voces de la ciencia que no podemos ignorar. Ahí también se muestra la inteligencia y el empeño humanos para conocer nuestro mundo y para construir adecuadamente nuestro hábitat. Y además sabemos que ahí se muestra el espíritu y el aliento Dios. Y son las voces de las reivindicaciones feministas que pugnan por una igualdad real de mujeres y de hombres superando concepciones y prácticas patriarcales muy enraizadas. Y acercarse a las fronteras de otras iglesias cristianas y de otras religiones, para abrirnos a perspectivas y prácticas que pueden ser comunes o convergentes con nuestra fe. El Espíritu de Dios sopla donde quiere...
"Las fronteras son los lugares donde los cristianos debemos estar atentos a otras voces humanas para escuchar sus propuestas y sus palpitaciones. Son las voces de la ciencia que no podemos ignorar"
Y Francisco anhela una Iglesia participativa, sinodal, en la que todos los bautizados, más allá de nuestras funciones, vivamos una igualdad radical que se concrete en las estructuras de participación y de estructuración de la vida eclesial y del poder ejercido en ella.
Los conservadoressuelen decir (sin sentido por otra parte, son poco demócratas) que la Iglesia no es una democracia. Yo acostumbro responder a esta afirmación falaz que la Iglesia es más que una democracia, es una fraternidad que se debe plasmar en sus estructuras. Nadie va a defender que la Iglesia se vuelva atea por los votos de sus miembros, pero sí se debe estructurar el poder en la Iglesia de manera que se rompa el clericalismo y el jerarquismo vertical.
¿Acaso no eligen las órdenes religiosas de manera democrática a sus dirigentes? ¿Acaso no se elige a cristianos para ocupar determinados cargos y funciones en la Iglesia? ¿Acaso no hay un proceso de consulta popular para aspirantes a sacerdotes que deben cumplir determinados requisitos para poder ordenarse? ¿Acaso no son los cardenales los que eligen al Papa y se dice entonces que ha sido elegido por el Espíritu? Yo creo que Francisco diría conmigo: Bienvenidos los votos, las elecciones, las consultas; malditos los oscurantismos, los carrerismos, los amiguismos...
"Yo creo que Francisco diría conmigo: Bienvenidos los votos, las elecciones, las consultas; malditos los oscurantismos, los carrerismos, los amiguismos..."
Por eso hay que seguir fomentando un pluralismo eclesial, que permita el que diferentes voces puedan expresarse en la Iglesia para poder responder con mayor sentido a los retos que la fe cristiana tiene en nuestra actualidad.
Los conservadores y tradicionalistas no suelen ser muy dados al pluralismo eclesial. Les molesta mucho que no se les obedezca cuando están en el poder y fácilmente acusan de desvío doctrinal o eclesial y hasta de legitimidad todo intento de novedad en lo doctrinal, en lo organizativo o en lo moral. Ellos son el cauce de la ortodoxia verdadera. En lugar de escuchar y valorar, para acertar en la misión que debemos cumplir, se saca el bulldozer para arrasar y liquidar todo lo que se mueve.
Existen movimientos y jerarcas de este tipo en la Iglesia católica que amenazan las lógicas planteadas por Francisco. Y además con poder, influencias y... dinero. No hay que dejarles campar a sus anchas, de manera que monopolicen la doctrina y el poder. Todo a la vez. Atención, porque nos estamos jugando la credibilidad global y la significatividad de nuestra Iglesia. Y con esto no se juega.
Por todo ello, me encuentro bastante identificado con estas palabras del director de cine Marco Bellochio que leí hace poco. Y además tienen un sentido mayor ya que proceden de un hombre que no se declara cristiano: «El Papa Francisco tiene una mente muy abierta. Dice siempre que hay que construir puentes y no muros. Es muy sensible al mantenimiento de la paz. Está tratando de hacer todo lo posible para contribuir al final del conflicto en Ucrania. Es una voz muy progresista, hasta el punto de que los políticos italianos se refieren al Papa en lugar de a otros líderes de la izquierda. Parece que los socialistas ya no existieran. Ni los marxistas. No existe una arquitectura ideológica en nuestro país y el Papa es el más izquierdista de todos ellos. Es el único en la sociedad italiana que habla a favor de la acogida de los inmigrantes. Es tan abierto que ahora incluso habla a favor de la homosexualidad y del divorcio, personas que ya no están excomulgadas como antes».
El desafío al que se enfrentan la fe cristiana y la iglesia es de una gran envergadura. Revitalizar la fe y hacerla significativa para la vida y la existencia de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo es un reto acuciante y perentorio. A esto nos llama el Papa. A desplegar la solidaridad y la esperanza. Sin esperanza no hay futuro. Nos perdemos en las glorias del ayer y no activamos nuestra praxis cristiana fraterna. Y esto es poco cristiano. Por ello los cristianos debemos ser audaces. Y el Papa también. Lo esperamos como el agua del cielo. Audaces fortuna iuvat. Solo a los audaces les ayuda la suerte (o la providencia). Tenemos que ser la esperanza de los hombres y mujeres sin esperanza.
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