"Y mintiendo, dirán toda clase de mal contra vosotros por mi causa" (Mt 5,11) Joseba Kamiruaga: "Lo más irónico de los ataques a Francisco es que, para golpearle, acaban diciendo verdades importantes de forma simple"
"Las Bienaventuranzas, proclamadas por Jesús en la Montaña … una sacudida que Jesús lanza para hacer añicos la tibieza y la imperturbabilidad con la que a veces hemos llevado la fe como se lleva un cómodo vestido de fiesta"
"Porque nada puede ser peor que una mentira bien construida, difundida por todos los medios posibles y luego hecha pasar y vendida como verdad: su poder llega a ser tal que convence también a grandes masas"
"El sueño de una Iglesia que no ocupa espacios sino que inicia procesos y que se desprende de las rémoras del moralismo y de la condena para hacerse abrazo del ser humano parece ser un sueño demasiado atrevido"
"Y en esa crítica late incluso una verdad extraordinaria: Francisco no es un Papa religioso. Exactamente … sabe que en el corazón del Evangelio no está la religiosidad hipócrita de los escribas y fariseos, sino el amor a Dios y al prójimo. El discurso "social" del Papa se vincula profunda y sabiamente con la mejor doctrina social de la Iglesia"
"El sueño de una Iglesia que no ocupa espacios sino que inicia procesos y que se desprende de las rémoras del moralismo y de la condena para hacerse abrazo del ser humano parece ser un sueño demasiado atrevido"
"Y en esa crítica late incluso una verdad extraordinaria: Francisco no es un Papa religioso. Exactamente … sabe que en el corazón del Evangelio no está la religiosidad hipócrita de los escribas y fariseos, sino el amor a Dios y al prójimo. El discurso "social" del Papa se vincula profunda y sabiamente con la mejor doctrina social de la Iglesia"
| P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
Hace unas horas recibí este mensaje y esta propuesta: “A propósito de la polémica suscitada por algunos sacerdotes españoles y latinoamericanos, quería preguntarle (para publicar): ¿Qué le parecen esas declaraciones de esos sacerdotes deseándole la muerte al Papa Francisco? ¿Cree que esos sacerdotes son representativos del clero católico mundial? ¿Qué deberían hacer sus obispos con estos sacerdotes?”
Me he tomado un poco de tiempo para pensar y escribir. Aunque, me temo, no voy a responder directamente a todas y cada una de las preguntas formuladas. No obstante, y después de la lectura paciente, creo que el lector podrá concluir cuál es mi respuesta a las preguntas planteadas.
"Y mintiendo, dirán toda clase de mal contra vosotros por mi causa" (Mt 5,11).
Las Bienaventuranzas, proclamadas por Jesús en la Montaña, terminan así. Ciertamente, no es un elogio del desprecio ni una invitación a buscarla por sí mismo para hacer de ello una medalla al valor, sino más bien una sacudida que Jesús lanza para hacer añicos la tibieza y la imperturbabilidad con la que a veces hemos llevado la fe como se lleva un cómodo vestido de fiesta. No, dice el Maestro, la fe es peligrosa, enciende en el mundo la peligrosa memoria de un amor que quiere transformar la historia; es misericordia que alivia las heridas de los últimos; y es espada que hiere la hipocresía religiosa y la arrogancia de los poderosos. Por eso, preparaos para ser mal vistos, obstaculizados, criticados, combatidos. Y cuando no puedan hacer otra cosa, empezarán a mentir amparándose en la fuerza de la mentira.
Porque nada puede ser peor que una mentira bien construida, difundida por todos los medios posibles y luego hecha pasar y vendida como verdad: su poder llega a ser tal que convence también a grandes masas. No es casualidad que detrás de todo régimen totalitario haya siempre una gran mentira creída como verdad. El poder de la mentira reside en su poder para recrear la realidad, para moldearla a voluntad, para manipular a otras personas induciéndolas a creer y hacer lo que queremos basándonos en nuestras mentiras.
Si un rasgo distintivo de las Bienaventuranzas es éste - ir por el mismo camino que Cristo, imaginar a Dios como Padre, vivir en el horizonte del Reino y servir al ser humano con la misma pasión y compasión - entonces la mentira que dice "toda clase de males" puede ser simplemente la reacción cuando se enfrenta a un auténtico mensaje evangélico y cristiano. No tiene por qué ser así, no lo es automáticamente, pero es posible que la mentira sea la reacción para tender una emboscada al justo, que es para nosotros piedra de tropiezo (cf. Sab 2,12).
Yo creo que el Papa Francisco tiene una adhesión tan radical al Evangelio que incomoda. Su aguda predicación ha aumentado con el tiempo la cadena de enemigos, su magisterio liberador molesta a los rigoristas de la doctrina, su libertad interior quita el sueño a la hipocresía religiosa. El sueño de una Iglesia que no ocupa espacios sino que inicia procesos y que se desprende de las rémoras del moralismo y de la condena para hacerse abrazo del ser humano parece ser un sueño demasiado atrevido. Y como el Papa Francisco tiene fuerza, coraje y una palabra que llega rápido al corazón de todos, se le puede golpear sobre todo con la mentira. Como se suele decir: ‘miente, miente, que algo queda’. Han sido secularmente una lógica y un discurso del poder o del contrapoder.
"El sueño de una Iglesia que no ocupa espacios sino que inicia procesos y que se desprende de las rémoras del moralismo y de la condena para hacerse abrazo del ser humano parece ser un sueño demasiado atrevido"
No hay espacio para hacer un elenco somero de las tesis falsas y mentirosas sobre el Papa Francisco. Hace ya años comenzaron a circular numerosas noticias falsas sobre el Papa Francisco. Silenciosas y rastreras al principio, intentaron luego hacer ruido en las numerosas filas de blogs, sitios y páginas sociales, que cada día nos "alegran" con tesis delirantes y, al mismo tiempo, desconcertantes.
Se suele tratar casi siempre de un conservadurismo religioso, cargado de ideología, que se acopla a algo que está tomando forma de manera cada vez más preocupante: un mundo de lobbies políticos y económicos, perturbado por un Papa que condena la cultura del despilfarro generada por el capitalismo, vuelve a poner en el centro la dignidad de los pobres y se convierte en una conciencia crítica contra la explotación de los recursos.
Era verdad para Jesús como lo es hoy para el Papa: si nos quedamos en el ámbito religioso y sagrado, tal vez hablando de principios abstractos (dogmáticos, filosóficos, metafísicos…), puede estar bien; pero si empezamos a hablar de los pobres, de los emigrantes, de los explotados, de hasta qué punto nosotros también somos responsables con nuestros estilos de vida de una progresiva injusticia social que destruye la casa común, el planeta Tierra, entonces estamos ante la apostasía herética, ante el Papa vendedor y dilapidador de la sempiterna doctrina, ante el Evangelio reducido a socialismo, y un largo etcétera.
Yo lo siento pero no me sorprende. Hay autorizadas firmas que saben escribir bien y competentes medios de comunicación que saben publicitar no menos bien, que incluso pueden "convencer" al lector juntando, con retórico arte informativo, periodístico, etc., algunos destellos de verdad junto a colosales mentiras. Sin embargo, no encanta a quienes tienen ojos y corazón para leer la verdadera historia de este pontificado y de lo que está sucediendo en este momento de la historia tanto del mundo como de la Iglesia. Lo más irónico de los ataques a Francisco es que, para golpearle, acaban diciendo verdades importantes de forma simple, un poco como le ocurrió a Caifás, que pronunció sin querer una profecía sobre Cristo: "Es mejor que muera un hombre por el pueblo y no que perezca toda una nación".
Más allá de precisiones sutiles gran parte de las críticas contra el Papa Francisco vienen a decir que el discurso público de Francisco tiende a perder toda especificidad religiosa cristiana y católica en cuanto abandona la esfera de las ceremonias y los rituales, al tiempo que no trata de separar culto y vida, alabanza y compromiso social. Y en esa crítica late incluso una verdad extraordinaria: Francisco no es un Papa religioso. Exactamente. No le interesa defender un papel y marcar los espacios de una institución eclesiástica, ni tener el control religioso de las conciencias y delimitar el poder canónico y dogmático ante el poder civil y político. Al contrario, pone en práctica la vieja lección de Joseph Ratzinger, incluso antes de ser el Papa Benedicto XVI, según la cual cuanto más pierde la Iglesia su relevancia social y política, más se convierte en la Iglesia de Cristo, despojada de intereses mundanos y preocupada por llevar al mundo la novedad del Evangelio para transformarlo no como fuerza política, sino como fermento de una fuerza de otra naturaleza. Su discurso no es específicamente religioso porque sabe que en el corazón del Evangelio no está la religiosidad hipócrita de los escribas y fariseos, sino el amor a Dios y al prójimo. El discurso "social" del Papa se vincula profunda y sabiamente con la mejor doctrina social de la Iglesia. Y eso no quiere decir que el propio mensaje evangélico quede en un segundo plano convirtiéndose todo en una ideología anticapitalista.
‘La mentira tiene las patas cortas’ - valga la expresión - sobre todo en tiempos de comunicación social: basta recuperar la cronología. Se puede comprobar cómo casi nunca un discurso oficial del pontífice prescinde de la riqueza del Evangelio y de la belleza de los gestos de Jesús, así como de amplias referencias al magisterio del pasado. Si lo que molesta es entonces la crítica al capitalismo y al neoliberalismo actuales, es legítimo; pero, después de años en los que un enemigo igualmente peligroso como el comunismo ocupó muchas de las intervenciones sociales del magisterio, también es legítimo que hoy el Papa denuncie un sistema que sigue sembrando el cáncer de la injusticia, del dolor y del mal en el mundo.
Y es que seguramente el Papa Francisco está convencido de que la "Iglesia de Constantino" no hace una mejor política al servicio del mundo, sino que se caracteriza por un matrimonio con elementos mundanos de poder político-económico que, si acaso, la distorsionan. Porque la hacen poderosa desde el punto de vista mundano, pero perdedora en términos de lógica evangélica. El Papa sabe - porque lee, ora y medita el Evangelio - que la semilla evangélica del amor que transforma el mundo, la sociedad, las relaciones y las estructuras, es diferente, y no abraza la lógica del poder terrenal y político. Sueña con una Iglesia desnuda, que no hace alarde de sus proezas en el mundo, sino que sólo se gloría en el amor crucificado de un rey que no es de este mundo. Un rey que quiere de su Iglesia una presencia histórica y "política" a la manera de la levadura y de la pequeña semilla escondida.
"Un rey que quiere de su Iglesia una presencia histórica y 'política' a la manera de la levadura y de la pequeña semilla escondida"
Con su capacidad de desenmascarar, que sabe aplicar a muchos temas, el Papa Francisco demuestra cómo el compromiso espiritual cristiano está siempre ligado a la verdad y, por tanto, a la justicia, y cómo éstas, verdad y justicia, se viven en el momento histórico. Esto explica el éxito - pero también las muchas, encontradas y orquestadas oposiciones - a un hombre, cristiano y católico, que, de hecho, está resultando ser verdaderamente un Papa incómodo. Y esto también es verdad: Francisco es un Papa incómodo. Que ojalá nos incomode ahora a todos para plantearnos preguntas serias y sensatas sobre nuestra adhesión al Evangelio de Jesús que es Buena Noticia. Y, tal vez, incómodo y perturbador incluso para laicos, religiosos, ministros ordenados.
Causa gran tristeza escuchar, en los últimos meses, discursos más que críticos con el Papa Francisco, expuestos con una mano demasiado rápida y con una boca irreflexiva, que remueven el alma y el corazón por varias razones: sobre todo la manifiesta malevolencia. Además, resulta muy inquietante ver a personas sorprendentes hilvanando esos discursos en tonos y contextos, cuando menos, fuera de lugar.
"No es bella, sino fea, la sospecha de que hay un manejo muy orquestado y poco honesto que tiene el color de la mediocridad y un evidente defecto de comunión y de eclesialidad junto con los desagradables olores del desamor, del 'odio teológico'"
No es bella, sino fea, la sospecha de que hay un manejo muy orquestado y poco honesto que tiene el color de la mediocridad y un evidente defecto de comunión y de eclesialidad junto con los desagradables olores del desamor, del "odio teológico". Me refiero a la arrogancia de quienes se consideran los paladines de la fe y los únicos defensores de la misma, hasta el punto de sentirse obligados a cruzar el umbral del odio, del reproche, de la acusación, para defender la pretendida ortodoxia de la fe. A mí, por de pronto, me parece una nota particularmente discordante y dolorosa este comportamiento por parte de algunos de esos sujetos: un comportamiento de ingratitud y desconsideración hacia el Papa Francisco, tanto a su persona como a su servicio eclesial.
La algarabía desordenada y confusa de los últimos ataques al Papa Francisco destaca, por poner algunos ejemplos, por:
-la ausencia del templado y ponderado discernimiento en las cosas del Reino, que es especialmente necesario cuando se trata de cuestiones teológicas, pastorales y jurídicas importantes, complejas y difíciles;
-la falta de respeto a la persona: el discurso de algunas personas suscita sorpresa por la ridícula pomposidad de sus afirmaciones y el expresarse con un lenguaje nada eclesial, incluso que raya con el "odium personae". Lo cual, entre otras cosas, es realmente nada edificante.
¿Por qué no tratamos de respetar la elegancia espiritual con la que Benedicto XVI y Francisco han establecido su cercanía eclesial? ¿No sigue siendo Francisco el Papa elegido por el Espíritu Santo? ¿Por qué no recordamos el largo período de oración de la Iglesia antes del último Cónclave? ¿Por qué no recordamos el angustioso acontecimiento del Cónclave, en parte dramático, que tuvo lugar tras la renuncia del Papa Benedicto XVI, al que había que elegir un sucesor? ¿Hemos olvidado cómo la Iglesia entera invocó al Espíritu y finalmente recibió con alegría del Dios trino el don del nuevo Papa Francisco?
Con este discreto cuestionamiento no creo que se deba exigir respuestas sino una sencilla invitación, tan cortés como fraterna, a meditar más y a profundizar mejor con el único fin de vivir en gozosa fraternidad eclesial esta hora de la historia de la Iglesia.
No quiero eludir la palabra ‘Curia Romana’, ‘Obispos’, ‘sacerdotes’, que pronuncio con respeto. Pero sí me pregunto: ¿puede un Papa, que antes era un don del Espíritu Santo, convertirse en blanco de críticas metódicas, organizadas y malintencionadas, en su propia casa y entre algunos de sus más estrechos y esforzados colaboradores en la viña del Señor?
"¿Puede un Papa, que antes era un don del Espíritu Santo, convertirse en blanco de críticas metódicas, organizadas y malintencionadas, en su propia casa y entre algunos de sus más estrechos y esforzados colaboradores en la viña del Señor?"
A este respecto, ofrezco dos puntos para la reflexión. El primero: ¿en nombre de qué nos constituimos en "tribunal permanente" para juzgar la labor de un pontífice? El segundo: ¿qué ocurre con el Espíritu Santo que se invoca para luego se cuestiona su don? Pero, ¿ese 'tribunal' -ciertamente 'ilegítimo'- somete también a juicio al Espíritu Santo? Por favor, permítaseme una glosa a medias: la Curia Romana, los Obispos, los sacerdotes no son, en absoluto, la otra mitad de la Iglesia.
"La Curia Romana, los Obispos, los sacerdotes no son, en absoluto, la otra mitad de la Iglesia"
Si pusiéramos un ejemplo sencillo, imaginando a la Iglesia como una hermosa naranja, con una cáscara de colores vivos entre el amarillo y el rojo, tendríamos una pista para decir lo que es la Iglesia: una realidad también visible con su forma esférica regular, pero imperfecta por estar pelada (es bueno recordar que el Papa Francisco recomendaba comparar las cosas de la Iglesia más con el poliedro que con la esfera). Forzando la comparación, no podemos pensar que podemos expresar la relación de la Curia Romana, Obispos y sacerdotes con el resto de la Iglesia como mitad y mitad porque caeríamos en una pretensión desmedida, es decir, desproporcionada. La Curia Romana, los Obispos, los sacerdotes en relación con la Iglesia no son la otra mitad (ni siquiera es un trozo de la naranja en la comparación), sino sólo un punto de una realidad más amplia y compleja. Esto lo sabemos, y lo podemos y debemos decir con confianza, sin temor a equivocarnos.
Hay una gran cosa que contar y sobre la que reflexionar. Se ha creado lenta y pausadamente la necesidad teológica de poner el "principio sinodal" en el centro del pensar, del actuar y del juzgar de la Iglesia. Ciertamente todavía habrá que fundamentar con mayor rigor y conectar bien con la "colegialidad episcopal".
"Si el redescubrimiento de la "colegialidad episcopal" fue la gran novedad del Concilio Vaticano II, el redescubrimiento de la "sinodalidad", como forma y estilo de la Iglesia, ha sido la feliz sorpresa de este segundo post-Concilio, , vivido con el pontificado del Papa Francisco que ha puesto de relieve uno de los temas centrales del Concilio Vaticano II: el "Pueblo de Dios"
Mientras tanto, podemos decir: si el redescubrimiento de la "colegialidad episcopal" fue la gran novedad del Concilio Vaticano II, el redescubrimiento de la "sinodalidad", como forma y estilo de la Iglesia, ha sido la feliz sorpresa de este segundo post-Concilio, vivido con el pontificado del Papa Francisco que ha puesto de relieve uno de los temas centrales del Concilio Vaticano II: el "Pueblo de Dios".
Hoy podemos decir que, casi sesenta años después de su conclusión, las raíces de aquel Concilio no estaban ni mucho menos secas, sino turgentes de nuevos fermentos. Paradójicamente, la sinodalidad, que no aparecía en los dieciséis documentos conciliares, fermentaba en cambio en sus raíces vivas y ahora estamos en condiciones de afirmar que el "principio sinodal" es un magnífico fruto del árbol conciliar bajo el pontificado del Papa Francisco.
Me viene a la memoria la película “Las sandalias del pescador”. Antes de la coronación de Kiril Lakota como Papa, y ante su pregunta a los testigos en la sacristía de si querían que dimitiera, es el Cardenal Leone el que dice: “Éste es Pedro, y yo estoy con Él”. Con humilde reverencia es lo que profeso y digo en cada celebración de la eucaristía: “Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra… y con el papa…”. Hoy, con y bajo Pedro, es decir, Francisco.
"Con humilde reverencia es lo que profeso y digo en cada celebración de la eucaristía: 'Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra… y con el papa…'. Hoy, con y bajo Pedro, es decir, Francisco"
Y por eso quisiera que mi Arzobispo, Don Florencio Roselló Avellanas, que es el Obispo precisamente en comunión con el Obispo de Roma, velara, animara y garantizara la fidelidad de nuestra Iglesia particular de Navarra al que es legítimo sucesor del Apóstol Pedro en comunión con el resto del Colegio Apostólico. Porque por el episcopado recibido se es obispo junto con los demás obispos (y entre ellos Pedro) y nunca al margen de ellos. Análogamente, por ejemplo, nos sucede a los ministros ordenados que no somos Obispos: nuestra autoridad y servicio solamente son tales en comunión con Francisco.
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