Dedicatorias en el libro de visitas de San Antón, la iglesia del Padre Ángel Un templo como un libro abierto

(Lucía López Alonso, El Mundo).- ¿Para qué sirve un libro de visitas a la entrada de un templo? Tratándose de San Antón -"centro religioso entre santuario tradicional y espiritualidad alternativa, social", como lo define uno de los firmantes anónimos-, bastaría responder que para lo que cada persona necesite. Igual que el resto de los servicios (wc, comida para mascotas, wifi gratuita, cargador de móvil y, entre el resto del etcétera, los revolucionarios "cepillos abiertos") que la iglesia del Padre Ángel García ofrece.

En el libro, que en realidad son ya más de cuatro libros completados, como en el templo mismo, se puede ver de todo: hay quien firma escribiendo su nombre, su procedencia y la fecha en que visitó la iglesia, como si se tratara del registro de un museo, del que luego se sacarán estadísticas; hay quien realiza una dedicatoria al Padre Ángel y su equipo, los trabajadores y voluntarios de Mensajeros de la Paz, y hay, incluso, quien se dirige al mismo Dios, trasladando al papel la plegaria que ha realizado minutos antes, al entrar a rezar en silencio, o dejando escritas intenciones de oración.

Sin embargo, lo que más abunda en las páginas del libro abierto -porque en San Antón, en ese ahora célebre rincón del barrio de Chueca, todo existe sin cerraduras- son expresiones de admiración por la labor de humanidad que se realiza dentro del templo, dando desayuno y bocadillos diariamente a las personas sin hogar, que también suelen quedarse a dormir . Y es que la ONG del Padre Ángel acondicionó los bancos para los feligreses al ver que la gente de la calle, espontáneamente, iba pasando cada vez más noches dentro de la iglesia, para refugiarse de las bajas temperaturas. "Me emociona que la gente que vive en la calle entre a tomarse un café, ver la iglesia y dejar su comentario en el libro", dice el Padre Ángel, "aunque me da vergüenza que me escriban piropos", confiesa.

Ahí fuera sólo hay desigualdad. Lo de siempre. La vida de una capital sumida en el gris de la crisis. Entonces el viandante descubre San Antón. Entra sin miedo porque siquiera hay que empujar la puerta, y se asombra inmediatamente: "¡Qué alegría! Es tiempo de cambio". Ésta y otras muchas reflexiones de las personas que han firmado espontáneamente el libro de San Antón, hacen concluir que esta parroquia hace la diferencia por muchas razones. Porque se ha transformado en aglutinador de gentes absolutamente diversas, caramelo para niños y viejos, centro de peregrinación de mascotas que acuden a visitar a su patrón. En cobijero de los sintecho, transmisor de paz, y en orgullo del cristianismo más actualizado en lo de seguir a Jesús de Nazaret. "Iglesia de culturas, de viceversas... donde se practican los intrusos (···) anónimos bigbang".

"Soy árabe y mi gusta san anton"

"Aquí pasaron los caminantes y quedaron sorprendidos", se lee en una de las páginas del libro. Párrafos en caligrafía griega comparten página con firmas de ciudadanos de Lituania, Bélgica, Albania. Rumanía, Alemania, Polonia, Colombia, Brasil, Argentina, Nicaragua, México, Costa Rica, Guatemala, Uruguay, Paraguay y hasta Japón y Estados Unidos.

"This is the whole Churches should be! This is the reason of the Church. Bravo!" es, por ejemplo, la sentencia de un firmante londinense, tras la que la torre de Babel de las letras sigue creciendo en espiral: "Obrigada por sempre guiar meus passos", "Namaste", "Gracias por todo lo que hacéis es impresionante soy de Alicante y estaba deseando venir". En el libro han quedado grabadas palabras en euskera y catalán e incluso la firma de un sefardita español.

El gran cuaderno es, por tanto, una prueba de diversidad social: el fenómeno de la inmigración ("Juan Carlos Yanes Álvarez vengo andando desde Cuba"), el de la riqueza lingüística de nuestro país, el de San Antón como imán también para turistas, que se esfuerzan en dejar su huella en nuestro idioma ("The best Church I have ever been in my life. Se trata aquí como personas reales! Muchas gracias que existe lugares como este!")... Y, el más importante, el fenómeno de atracción de personas que practican otros credos diferentes al católico, pero reconocen que esta iglesia proporciona paz, confianza y ejemplo por encima de las confesiones.

Transparencia de pluralismo, en San Antón no importa de dónde se viene ni por qué se viene, y numerosas firmas consideran por este motivo el templo del Padre Ángel "digno del Papa Francisco" y su empeño por llegar a todos, sobre todo a los que están en las periferias. Un anónimo dentro del cuaderno de San Antón lo sugiere en el idioma oficial del universo: "Straight to Vatican".

"Si todas las iglesias fueran así..."

Uno de los leitmotiv del libro de firmas de San Antón esconde tras de sí, tal vez, el fenómeno de una vuelta voluntaria: católicos desencantados afirman que esa parroquia está devolviendo la dignidad a la institución y las ganas de practicar a los 'descarriados' tantas veces como firmantes no católicos afirman que es el único templo que les gusta, sugiriendo que, si todos fueran así, podrían 'convertirse'. "Si todas las iglesias fueran como ésta, ¡dejaría de ser agnóstica!".

"Orgullosa de ser cristiana, e intentar seguir su ejemplo", "Hoy realmente me siento cristiana y parte de una Iglesia", "Soy agnóstica, pero siempre que puedo paso por San Antón", son sólo algunas de las palabras que elogian la "vida" del templo de San Antón con letra de joven.

Y es que el de la edad de los firmantes debe ser otro factor a tener en cuenta. Cuando se lee "Esta es la primera iglesia verdadera que he visto, así tendrían que ser todas, apetece estar horas. Vine con mis amigas" en una letra que explicita que el anónimo es una persona que no llega a los treinta, cabe deducir que el problema de la fe en la juventud residente en España quizá se trate simplemente de una cuestión de estilo. Que es un hecho que los jóvenes ni se acercan a las parroquias de misas sobrecogidas, pero en cambio entran a menudo en San Antón y, antes de irse, dejan su opinión desenfadada en este libro libre: "Esta iglesia mola mil. A Jesús le encantaría la idea".

En sentido opuesto, también el Padre Ángel, defensor de oro de "los abuelos", que ha fundado tantísimas residencias y centros de día para personas mayores en todo el mundo, ha conseguido que en San Antón los ancianos dejen de ser los descartables y estén integrados. "Agradezco a Dios, que sé que me quiere, el poder haber llegado a los ochenta años a visitar este templo", dice una letra que ya tiembla. "Aquí hice yo mi primera comunión un 2 de mayo de 1947. ¡Qué distinta patria e Iglesia, la de entonces! (···) Era Papa Pío XII y ahora Francisco I", explican otros recuerdos sesenta y ocho años después. O, para colmo de estremecimiento, testimonios como éste: "Mi mamá tiene Alzheimer vinimos hoy a rezar y se ha quedado tan tranquila que da gusto"

"Sencilla y llena de grandes cosas", San Antón deja transparentar que contiene algo que conquista a jóvenes y mayores, que debe de ser la base de perspectivas muy diversas. Por ejemplo, frases como "Soy religiosa y vengo a rezar aquí. Encuentro a Dios" se combinan con firmas fulminantes ("Un agnóstico radical, fan incondicional de esta iglesia"). ¿Qué será ése 'algo'? La respuesta se adivina en otra confesión: "En 16 años que he vivido en Madrid, nunca había tenido conocimiento de esta iglesia. Entro por primera vez cuando son las 00.30 a.m. y me encuentro con todos los bancos ocupados por gente durmiendo... Ojalá todas las iglesias copiaran esta iniciativa. Nadie debería dormir en la calle. Hacéis que crea un poco más en los valores católicos. LA IGLESIA DEL SIGLO XXI SON LAS PERSONAS".

"Un lugar maravilloso para estar caliente"

Confiesa en el libro un antiguo alumno de las Escuelas Pías haber llorado al ver el templo de su colegio abierto a quien necesita calor. Y otra firma, insistiendo en la idea de San Antón como casa de acogida para indigentes, sin darse cuenta resume en una oración todas las premisas del humanismo cristiano: "Gracias por dejarme ver a mi Padre y gracias por proteger a mis hermanos esta noche tan fría".

En Madrid hay tanta gente sin trabajo, sin vivienda, sin hogar, sin pertenencias y directamente sin entorno que resulta lógica la definición de otro anónimo: "San Antón, centro estratégico para personas sin lugar. Padre Ángel gracias". Porque hablar de falta de hogar o de techo roza el eufemismo cuando te falta todo un entorno.

Quizá por eso el principal mérito de San Antón es haberse constituido centro de acogida sin carteles, sin papeles administrativos, de repente, creciendo como respuesta a las demandas del directo, al ritmo del receptor, desde un templo que siempre ha estado "a la altura del suelo". Y los beneficiados se lo agradecen ( "Gracias hospital de campaña espiritual por ser y estar en el corazón de los poetas solitarios"), a veces con otras faltas de todas las que forman parte de su vida, las faltas de ortografía: "Aquí encontré una mano que gamas esperaba encontrar".

"Tranquilidad de espíritu. Aquí se permite la existencia del bien"

Por otro lado, los anónimos coinciden en que lo que ilumina San Antón no es sólo su naturaleza de ser "más de los que menos" tienen y cuentan, sino fundir dentro de sí la acción solidaria con un espacio para la espiritualidad. "Qué sensaciones intensas y especiales entrar aquí por primera vez", escribió el cantante Huecco en el libro, añadiendo al final un "no será la última".

Y se suceden, entonces, las felicitaciones al santo, los agradecimientos al Padre Ángel ("Gracias por esta bienvenida de paz") y las definiciones más sencillas pero más impresionadas: "Esta iglesia es una probadita de cielo", "Todo es bienvenido en este espacio tan pequeño. Gracias, es el Madrid que quiero"; "Cada vez que vengo me gusta más. Me enseña a ver a Dios"; "Gran idea. Gran obra. Se respira a Dios"; "Este es el mejor espejo en el que verse".

San Antón, en definitiva, es para cada cual capaz de transparentar algo personal. Una mujer la llama "esta hermosa sorpresa que me ha roto muchas de mis viejas ideas". Otra bromea: "Ustedes han conseguido que mi marido entre a una iglesia voluntariamente". Un hombre la compara con el salón de su casa ("puedo hablar de Dios de tú a tú, con un café, sentado en una mesa camilla") y una letra adulta rodeada de grafías infantiles confiesa haberse emocionado: "Esto es lo más parecido a la iglesia que imaginamos de pequeños".

El cura que ríe

Expresiones como "con curas como éste yo creería en Dios" son lugar común en el cuaderno de firmas del Padre Ángel. "Yo le copio y ayudo lo que puedo", escribe alguien. "Tendría que haber muchos Padres Ángel", apunta otra persona. Porque San Antón tiene tirón no sólo por lo que hace, sino por quién lo hace. "Je suis tres content pour faire une photo avec le Padre Angel", dice un texto firmado por un musulmán. Todo el mundo conoce esa sonrisa suya que, como su iglesia, tampoco tiene horarios comerciales, y se le contagia a cualquiera. A la vez tímido y revolucionario, humilde e inspirador, el Padre Ángel nunca ha caído en el espejismo de aquellos que saben de doctrina pero no conectan los conocimientos con la práctica. Por eso su fundación convence, su iglesia emociona y su figura enamora. El Padre Ángel no está loco ni está solo. "¿Dónde tendría que firmar para que todas las parroquias hicieran algo parecido?", le preguntan los ciudadanos en el cuaderno.

De Osoro a Monedero

En el libro se encuentra, por ejemplo, la firma del teólogo Juan Masiá junto a la de una comunidad budista. La de un no creyente que afirma la belleza de ver una iglesia "abierta a todos y apartada de la connivencia cardenalicia con la política" al lado de la del cardenal Maradiaga. El cariño de Ana Botella y, unas cuantas páginas después, los elogios de Antonio M. Carmona. Pero quizá el encuentro más paradigmático sea el de las firmas de monseñor Osoro, arzobispo de Madrid, y Juan Carlos Monedero, ideólogo de Podemos.

"A Cristo no le gustaban los templos (···) usurpados por los que explotan a los humildes o por los que se creen mejores que los demás", escribió el politólogo de la formación del cambio. "Esta iglesia (···) hace mejor el mundo. Gracias por vuestra generosidad".

Este 'encuentro fortuito' de las firmas de Osoro y Monedero en el libro de San Antón puede hacer pensar en la famosa frase con la que aún se define el surrealismo en los manuales. O puede que tenga otra explicación: "Esto es la consecuencia de nombrar Papa a un jesuita", como bromea una firma anónima.

En cualquier caso, la noción de encuentro debe constar en el epílogo de este repaso a lo que la iglesia del Padre Ángel va escribiendo cada día. "Encontramos la iglesia. ¡Que vengan muchos a encontrarse!", dicen dos firmas que saben que San Antón no ha hecho más que empezar. Que otra Iglesia se está haciendo en España. Lo sentencian diferentes voces del pueblo: "Esto no es tu distancia. Es tu nacimiento"; "Vuestro ejemplo es semilla".

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