Bienaventuranzas de la Esperanza
Felices quienes sueñan despiertos y luchan contra viento y marea, con esperanza, a pesar de los pesares. Alentarán los ánimos de todos y permanecerán ellos mismos siempre ilusionados.
Felices quienes esponjan cada día su corazón con la fina y pertinaz llovizna de la esperanza. Compartirán los anhelos de la gente, sus gozos y sus lágrimas.
Felices quienes se entusiasman con el menor detalle que produzca esperanza. Mantendrán la fantasía y las aspiraciones justas, combatiendo sin tregua el desánimo.
Felices quienes por activa y pasiva, con obras y palabras, siembran esperanza y construyen la paz. En sus ojos se vislumbran una tierra y un cielo nuevos.
Felices quienes mantienen y agitan la bandera de la esperanza en estos tiempos difíciles. Nos transmiten la futura, pero absoluta certeza de una humanidad fraterna.
Felices quienes conservan en su corazón la promesa, los que mantienen encendidas las ascuas de la Esperanza. Son los que viven con orgullo los ideales y construyen cada día la utopía.
Felices quienes creen que la pequeña semilla de la esperanza se puede convertir en un árbol frondoso. Ellos y ellas trabajan en redes pequeñas, comparten horas y sonrisas, caricias y sueños.
Felices quienes no dejan de expresar, aun en el fragor de la lucha, la ternura de un Dios que nos acompaña. Reanudarán cada día el camino de esta imprescindible, siempre nueva esperanza.