Sucede que a veces
no recuerdo el camino de regreso,
ni encuentro la serenidad
ante mis anhelos desvanecidos.
Sucede que a veces
navego solo en mi barca
dejándome impulsar y acariciar
por la brisa del silencio y su latido.
Sucede que a veces
siento nostalgia del encuentro
y me invade la necesidad de volver
al calor del abrazo pendiente, detenido.
Sucede que a veces
antes de entrar observo a través de la ventana,
escucho vuestras risas y las comparto dichoso,
después de quemar la nave del olvido.