Ya no pudo respondernos.
Y no regresó.
Su mirada se había quedado atrapada,
ausente y absorta,
en un horizonte imaginario,
en un pasado oculto,
en un abrazo perdido.
Y allí permaneció inexpugnable
hasta que consiguió elevar
el último vuelo,
cuando le sedujeron
las olas durante el sueño:
fue su íntimo despertar.