No te jubiles
Mi mayor enhorabuena a quienes han llegado al final de su etapa laboral y se jubilan jubilosamente, para emprender una nueva etapa en su vida que llene sus días de plenitud y serenidad.
Pero, por favor, aunque ya estés jubilado de tu trabajo:
No te jubiles de mantener la luz de la alegría, que ilumina tu rostro y tu corazón.
No te jubiles de corresponder al don del nuevo día que se recrea en cada amanecer.
No te jubiles de regalar caricias y ternura: trabájalas, siémbralas y cosecharás un fruto sabroso, abundante.
No te jubiles de iniciar nuevas tareas que siempre has querido realizar y no has podido, para dar una nueva orientación a tu existencia.
No te jubiles de alimentar el placer del juego, de la inocencia, del buen humor.
No te jubiles de continuar acrecentando la pasión, la resiliencia, la empatía y la cordialidad.
No te jubiles de perseverar en el compromiso por un mundo mejor, más justo, libre, en paz.
No te jubiles de sostener el necesario acompañamiento a las personas que te necesitan, compartiendo sus alegrías, sus preocupaciones y sus lágrimas.
No te jubiles de reservar momentos para la contemplación de la belleza en sus mil manifestaciones, que llenarán tu espíritu de gozo, color y delicadeza.
No te jubiles de seguir en la búsqueda de inéditos caminos, nuevas preguntas, desconocidas inquietudes.
No te jubiles de andar cada día por el frondoso sendero de la esperanza, que da ánimo, vigor, confianza y ayuda a concretar en la realidad el fulgor de los anhelos.
No te jubiles de apreciar y agradecer cómo va pasando la existencia, en apariencia unas veces lenta, otras rápida, pero tan sutil y “tan callando”.
No te jubiles de hacer silencio ante el Misterio de la Vida, que se vuelve diáfano a tu alrededor, en el mundo que te rodea, en el Universo que te envuelve y abraza, en lo más íntimo de ti mismo, de seguir bebiendo en el manantial cristalino de tu propio pozo.