Las hojas caen silentes, mariposas amarillas
desde las altas ramas y el ajado calendario,
aleteando leves hasta alfombrar
la habitual cotidianidad de los días.
Cada vez se prolonga más el otoño
y más tarda en acontecer la ansiada primavera,
haciendo que la humedad y el frío
ahonde el dolor en las gastadas articulaciones.
Se vuelve habitual la visita de las despedidas,
las ausencias, las separaciones,
durante la alargada noche de la existencia.
Solo me salva su mirada de sucumbir al naufragio,
sus ojos profundos, que dicen tanto,
brillando aún, risueños, desde el valle del silencio.