Sacerdote asesinado en Brasil

A veces, las noticias que van y vienen por la red de repente nos tocan y nos conmueven de manera especial. De pronto, un nombre que ocupa un titular se abre un hueco en tu memoria y te das cuenta de que a ese ser humano un día lo viste, le oíste, lo conocíste. Y todo cambia. Se trata ya no de un nombre más, sino de una persona que ha pasado en un cierto momento por tu vida. Con una cara, con unas inquietudes, con unos sentimientos... Y si la noticia es dura, como es el caso, te conmociona. Hoy mismo (viernes 20 de marzo) Religión Digital se hacía eco de la muerte violenta en Brasil de un sacerdote español llamado Ramiro Ludeña. No voy a repetir los datos ya conocidos de la noticia de su asesinato.

Sólo quiero contar que mi imaginación voló treinta años atrás y me encontré su rostro. Y recordé sus palabras, pues algunas se me habían quedado grabadas. Entonces yo era un seminarista salesiano, y una tarde nos dijeron que nos iba a hablar un joven sacerdote salesiano que era misionero en Brasil. Tendría unos 33 o 34 años. Se llamaba Ramiro. Nos habló de unas realidades muy duras sobre jóvenes en un barrio difícil de una ciudad de Brasil. Y de sus ilusiones por parecerse a Don Bosco entre ellos y para ellos. Luego la vida le encaminó por otros rumbos y pasó de ser salesiano a sacerdote diocesano; pero trabajando en los mismos o parecidos proyectos.

La Carta a los Hebreos habla en una ocasión (Hebr 12,1) de la "nube de testigos" de Cristo que nos rodea. No siempre has tenido la suerte de conocerlos en carne y hueso, aunque sólo haya sido durante unas horas de una tarde de hace treinta años. Desde aquí quiero expresar un recuerdo emocionado de su vida e invitar a hacer una oración por el eterno descanso de Ramiro Ludeña, por el consuelo de sus familiares y de todos los amigos que deja después de tantos años de apostolado comprometido.
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