Sacerdote y jóvenes: ¿una relación imposible? (3)

Continúo recogiendo el artículo que publiqué en octubre de 2008 en la Revista Misión Joven. Aquí he eliminado, por facilitar la lectura, las citas de donde están tomadas las palabras de los papas. En la revista mencionada se pueden encontrar.

2. ELEMENTOS PARA FUNDAMENTAR LA RELACION SACERDOTE-JÓVENES

Hemos descrito a una generación juvenil cada vez menos religiosa y alejada de la institución eclesial. Hay jóvenes cristianos comprometidos y coherentes, pero es evidente que la conocida parábola evangélica hoy, aplicada al mundo juvenil, tendría que hablar más bien de las 99 ovejas perdidas... Todo esto, unido a las tres dificultades a que acabamos de mencionar, desanimaría a cualquiera… Sin embargo, rendirse o tirar la toalla nunca es una opción para el seguidor de Jesús. También en esta realidad juvenil de ahora “el Espíritu habla a las iglesias”, como leemos en el Libro del Apocalipsis... Hoy, como siempre, el evangelio sigue siendo ese tesoro escondido (cf. Mt 13,44) que busca el ser humano, pero de un modo especialmente intenso los jóvenes. Así lo muestran sus ansias de felicidad , de sentido de la vida, de experiencias de plenitud… Los jóvenes de hoy necesitan especialmente una salvación integral que les proporcione felicidad plena y sentido de la vida, y los cristianos seguimos creyendo con toda convicción que esta se halla en Jesucristo, y que en ningún otro nombre nos ha sido dada (cf. Hechos 4, 12). Muchos jóvenes necesitan hoy nuevos pablos que les digan que les vienen a mostrar (no sólo a hablar) a ese Dios desconocido que buscan sin darse cuenta y sin saber darle nombre (cf. Hechos 17).


2.1 Jesús como modelo

Es el propio Jesús, único modelo y guía de todo ministro ordenado, el que nos marca el camino y el método de todo encuentro pastoral, también el que ha de darse entre sacerdote y jóvenes. En los momentos de crisis grave, los cristianos que han aportado soluciones siempre han vuelto la mirada a lo esencial: a Jesús el Cristo. Sólo hay un modelo pastoral permanentemente válido, y es la actuación de Jesús, que vivió según lo que algunos han llamado el Principio Encarnación. Si Él, que era la Palabra, habitó entre nosotros y asumió nuestra carne (cf. Jn 1), y siendo rico se hizo pobre por nosotros para darnos su riqueza (cf. 2 Cor 8, 9), sólo compartiendo la vida de los/as jóvenes de hoy se puede hacer pastoral juvenil cristiana (y “cristiana” aquí quiere decir “como la de Cristo”).

Cuenta el evangelio de Marcos que Jesús en una ocasión, al ver a la multitud, se conmovió porque andaban como ovejas sin pastor (cf. Marcos 6, 34). Esa compasión, que en el original griego indica “conmoción de las propias entrañas”, es la que ha de mover al sacerdote para vence las dificultades y resistencias internas para acercarse a los jóvenes de hoy.

Si lo anterior es el fondo, también en cuanto a los modos la acción de Jesús nos da pistas importantes para la pastoral juvenil de hoy. En el camino de Emaús (cf. Lucas 24, 13-35) Jesús se muestra paciente y pedagogo con los dos discípulos. Sabe darles su tiempo para que ellos vayan descubriendo lo que él les va revelando y sugiriendo poco a poco, en un alumbramiento progresivo de la verdad que nos recuerda un poco a la conocida mayéutica socrática. También el sacerdote que quiera acercar el evangelio a los jóvenes tendrá que saber escuchar miedos, esperanzas e inquietudes juveniles, saber ser pedagogo, no quemar etapas, acompañar las dudas y dar nombre a las verdades que se van vislumbrando entre sombras muy lentamente.

La escena del diálogo de Jesús con la samaritana (cf. Juan 4, 4-42) también nos da pistas preciosas para el trato del sacerdote con los jóvenes: la importancia del diálogo personal, del proceso de fe adaptado de verdad a la situación y necesidades afectivas y existenciales de la persona concreta, reconocer los tentativas que muestran el deseo y la sed de felicidad (la sed de plenitud es clave en esta escena y también en la vida de los jóvenes), saber suscitar y proponer el mensaje de salvación trascendente justo a tiempo (ni antes ni después), conseguir que la persona evangelizada sea la primera evangelizadora de sus iguales…

Afirma Hebreos 4,15 que “no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, pues fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado”. Ojalá puedan decir los jóvenes que traten con sacerdotes lo mismo (algunos, de hecho, ya lo pueden decir): que sienten que se acercan a su mundo y a su lenguaje, que los comprenden, y que se dan cuenta de que están hechos de la misma pasta; que los sacerdotes también son personas que como ellos han buscado y buscan la felicidad, y tienen la suerte de haberla encontrado en Jesús y quieren compartirlo con sus hermanos jóvenes. Ya lo dijo Pablo, maestro de pastores en tiempos difíciles: «Con los judíos, me conduzco como judío... Con los que no se atienen a la ley, actúo como si fuera uno de ellos con tal de ganarlos...A todos traté de adaptarme totalmente, para conseguir, cueste lo que cueste, salvar a algunos» (1 Corintios 9, 20-22). Pongamos en este texto “con los jóvenes…”, y habremos descrito una actitud pastoral que no puede faltar en el sacerdote que se dirige a los jóvenes.


2.2 Pistas para la relación pastoral sacerdote-jóvenes en el magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI

En algunos discursos y actuaciones con los jóvenes de los papas recientes podemos encontrar también pistas interesantes que nos pueden ayudar a reflexionar. Es conocida la atención cariñosa que Juan Pablo II dedicó a los jóvenes en numerosas ocasiones. Incluso cuando agonizaba, parece que sus últimas palabras inteligibles las dirigió a los jóvenes que le acompañan bajo su ventana: “Queridos jóvenes: siempre os he buscado y esta noche habéis venido vosotros a acompañarme a mí. Os lo agradezco de corazón”. De ese cariño por los jóvenes han derivado las Jornadas Mundiales de la Juventud. De entre sus numerosas palabras a los se desprenden actitudes pastorales importantes.

En mayo de 2003, Juan Pablo II se encontraba con los jóvenes en Madrid en el aeródromo de Cuatro Vientos. Su mensaje, muy afectivo y positivo, tenía el sabor de ser las últimas palabras del Papa a los jóvenes españoles. Así lo entendimos los que estábamos allí. Llama la atención el tono cariñoso con el Papa se dirige a los jóvenes y cómo dice que sigue creyendo en ellos. “Hace falta valor para creer hoy en los jóvenes”, dirán algunos. Pues bien, el sacerdote que no comparta esta afirmación optimista de Juan Pablo II difícilmente puede dedicarse a la relación pastoral con jóvenes. Sin embargo, desde el cariño, les llamaba la atención sobre lo esencial, yendo directamente al grano. Y dentro de lo esencial, sabe presentar a Jesús como el único centro del evangelio. Intenta generar una relación afectiva, de confianza y falta de temor (¡no le tengáis miedo!) entre Cristo y los jóvenes. ¿Qué imagen transmitimos de Jesús a los jóvenes? Esa es una pregunta que no debe de dejar de formularse el sacerdote implicado en Pastoral Juvenil:

"Queridos jóvenes, ¡id con confianza al encuentro de Jesús! Y ¡no tengáis miedo de hablar de Él! pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. Es preciso que vosotros jóvenes os convirtáis en apóstoles de vuestros coetáneos. La evangelización requiere hoy con urgencia sacerdotes y personas consagradas. Ésta es la razón por la que deseo decir a cada uno de vosotros, jóvenes: si sientes la llamada de Dios que te dice: “¡Sígueme!” (Mc 2,14; Lc 5,27), no la acalles. Sé generoso, responde como María ofreciendo a Dios el sí gozoso de tu persona y de tu vida. Os doy mi testimonio: yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!"

Otro detalle de aquel mensaje era la preocupación por que las ideas cristianas no se impongan, sino que se propongan. También es una importante enseñanza para la acción pastoral con jóvenes: hacer muchas y ricas propuestas, no imponerlas.

También el Papa Benedicto XVI ha ofrecido interesantes sugerencias (algunas presentadas explícitamente a grupos de sacerdotes) sobre pastoral juvenil. En su primera Jornada Mundial de la Juventud, en Colonia, en agosto de 2005, insistió en que “Cristo no quita nada y lo da todo”, continuando así con el mismo núcleo cristológico de las intervenciones de su predecesor. Coincide con él también en intentar dar una imagen de aprecio a los jóvenes, y reconocer lo positivo que hay en ellos. El 30 de mayo de 2005, en discurso a la Asamblea general de la Conferencia Episcopal Italiana, Benedicto XVI, señaló repetidamente que los obispos y sacerdotes deben amar a los jóvenes para que estos se puedan acercar al evangelio. Son unas frases que se deberían enmarcar a la hora de describir la actitud del sacerdote hacia los jóvenes:

“Los jóvenes deben sentirse amados por la Iglesia para poder acoger el exigente mensaje del Evangelio, pues tienen necesidad de que se les ayude a crecer y a madurar en la fe: éste es el primer servicio que deben recibir de la Iglesia, y especialmente de nosotros, obispos, y de nuestros sacerdotes (…) Para lograr este objetivo, los jóvenes deben sentirse amados por la Iglesia, amados en concreto por nosotros, obispos y sacerdotes. De este modo, podrán experimentar en la Iglesia la amistad y el amor que tiene por ellos el Señor, comprenderán que en Cristo la verdad coincide con el amor y aprenderán a su vez a amar al Señor y a tener confianza en su cuerpo, que es la Iglesia. Este es el punto central del gran desafío de la transmisión de la fe a las jóvenes generaciones”.

En un coloquio con sacerdotes de la diócesis de Albano (31 de agosto de 2006), Benedicto XVI reconocía que la pastoral juvenil requiere esfuerzos y soluciones especiales. Propone que las parroquias se complementen y se apoyen en asociaciones y grupos que traten con éxito con los jóvenes de cara a una pastoral juvenil integrada:

“Con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud, y también en otras ocasiones, como recientemente en la Vigilia de Pentecostés, se pone de manifiesto que en la juventud hay un deseo, una búsqueda también de Dios. Los jóvenes quieren ver si Dios existe y qué les dice. Por tanto, tienen cierta disponibilidad, a pesar de todas las dificultades de hoy. También tienen entusiasmo. Por tanto, debemos hacer todo lo posible por mantener viva esta llama que se manifiesta en ocasiones como las Jornadas mundiales de la juventud. ¿Cómo hacerlo? Es nuestra pregunta común. Creo que precisamente aquí debería realizarse una "pastoral integrada", porque en realidad no todos los párrocos tienen la posibilidad de ocuparse suficientemente de la juventud. Por eso, se necesita una pastoral que trascienda los límites de la parroquia y que trascienda también los límites del trabajo del sacerdote. Una pastoral que implique también a muchos agentes. Me parece que, bajo la coordinación del obispo, por una parte, se debe encontrar el modo de integrar a los jóvenes en la parroquia, a fin de que sean fermento de la vida parroquial; y, por otra, encontrar para estos jóvenes también la ayuda de agentes extra-parroquiales. Las dos cosas deben ir juntas. Es preciso sugerir a los jóvenes que, no sólo en la parroquia sino también en diversos contextos, deben integrarse en la vida de la diócesis, para luego volver a encontrarse en la parroquia. Por eso, hay que fomentar todas las iniciativas que vayan en este sentido, me parece que se deben aprovechar todas las oportunidades que se ofrecen hoy en los Movimientos, en las asociaciones, en el voluntariado, y en otras actividades juveniles” .

Y también plantea a los sacerdotes la oportunidad de crear y aprovechar acciones de voluntariado en favor de los pobres. Es muy interesante ver cómo lo argumenta:

“Creo que es muy importante en la actualidad la experiencia del voluntariado. Es muy importante que a los jóvenes no sólo les quede la opción de las discotecas; hay que ofrecerles compromisos en los que vean que son necesarios, que pueden hacer algo bueno. Al sentir este impulso de hacer algo bueno por la humanidad, por alguien, por un grupo, los jóvenes sienten un estímulo a comprometerse y encuentran también la "pista" positiva de un compromiso, de una ética cristiana. Me parece de gran importancia que los jóvenes tengan realmente compromisos cuya necesidad vean, que los guíen por el camino de un servicio positivo para prestar una ayuda inspirada en el amor de Cristo a los hombres, de forma que ellos mismos busquen las fuentes donde pueden encontrar fuerza y estímulo” .

El 5 de junio de 2006 Benedicto XVI habló sobre “el secreto para transmitir la fe a los jóvenes” en un discurso en la Basílica de Letrán, discurso que tituló muy significativamente La alegría de la fe y la educación de las nuevas generaciones. Es muy enriquecedora una lectura reposada de dicho discurso, pues contiene pistas interesantísimas sobre la acción pastoral con jóvenes, y un bosquejo razonado de un proceso de educación en la fe. Veamos alguna de sus sugerencias. Parte de una consideración sobre la fe de cada generación cristiana, y cómo esta consiste en una alegría y belleza que hay que descubrir. ¿Los jóvenes de hoy descubren alegría y belleza en la vida y palabras de los sacerdotes? Sería muy enriquecedor hacer un sincero examen personal a fondo para responde con calma a esta comprometedora pregunta:

"En realidad, descubrir la belleza y la alegría de la fe es un camino que cada nueva generación debe recorrer por sí misma, porque en la fe está en juego todo lo que tenemos de más nuestro y de más íntimo, nuestro corazón, nuestra inteligencia, nuestra libertad, en una relación profundamente personal con el Señor, que actúa en nuestro interior. Pero la fe es también radicalmente acto y actitud comunitaria; es el "creemos" de la Iglesia. Así pues, la alegría de la fe es una alegría que se ha de compartir: como afirma el apóstol san Juan, "lo que hemos visto y oído (el Verbo de la vida), os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. (...) Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo" (1 Jn 1, 3-4). Por eso, educar a las nuevas generaciones en la fe es una tarea grande y fundamental que atañe a toda la comunidad cristiana. Esta tarea resulta hoy especialmente difícil por varias razones, pero precisamente por esto es aún más importante y sumamente urgente (...) Precisamente en esta situación todos, especialmente nuestros muchachos, adolescentes y jóvenes, necesitan vivir la fe como alegría, gustar la serenidad profunda que brota del encuentro con el Señor".

A continuación Benedicto XVI dedica varios párrafos de su discurso a hablar sobre el amor. Afirma que los jóvenes deben percibir que el amor es el valor central del cristianismo y de la vivencia eclesial. Además, debe hacérseles ver que el cristianismo es sobre todo una propuesta positiva en favor del amor, no una serie de prohibiciones. Estas tienen siempre un lugar segundo, no primero, en la ética cristiana. Estas advertencias del Papa deberían servir de norte y de brújula a todos los planteamientos que se hacen a los jóvenes de lo que es esencial en la fe cristiana. ¿Perciben ellos que el amor es lo único decisivo y que no pasará (cf. 1 Corintios 13) para un cristiano? Con frecuencia no es así, o mejor, no nos lo entienden así. Les parece que la palabra “no” y “prohibido” es la que primero sale de la boca de sacerdotes y obispos.

Después el Papa hace otra observación que también nos deja una importante indicación para los procesos pastorales: la necesidad de la atención a la racionalidad de la fe, al amor por la verdad, a la cultura y educación. Al joven se llega por lo afectivo y las ansias de amor, pero sólo se le convence con garantías de permanencia con argumentos que colmen su búsqueda de la verdad. Muchos jóvenes que se van de los grupos cristianos tras los procesos catequéticos de preparación a la primera comunión en la infancia y a la confirmación en la adolescencia se pierden por este motivo: creen que la fe es algo que sólo puede convencer a chiquillos, pues no se basa en razones sólidas. Por supuesto que la invitación que hace aquí el Papa, que equivale a realizar y ofrecer a los jóvenes una síntesis dinámica fe-cultura, exige una mayor y continua formación intelectual del sacerdote, para estar a la altura de lo que se le pide:

“Al igual que la necesidad de amar, el deseo de la verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre. Por eso, en la educación de las nuevas generaciones, ciertamente no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al interrogarnos por la verdad ensanchamos el horizonte de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimento y cálculo. Es precisamente aquí donde tiene lugar el encuentro de la razón con la fe, pues en la fe acogemos el don que Dios hace de sí mismo revelándose a nosotros, criaturas hechas a su imagen; acogemos y aceptamos esa Verdad que nuestra mente no puede comprender por completo y no puede poseer, pero que precisamente por eso ensancha el horizonte de nuestro conocimiento y nos permite llegar al Misterio en el que estamos inmersos y encontrar en Dios el sentido definitivo de nuestra existencia ”.

Creemos que estas reflexiones del Nuevo Testamento y del magisterio eclesial reciente dan pistas suficientes para relanzar la acción pastoral del sacerdote con y para los jóvenes de hoy.

(... Continuará...)
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