Sacerdote y jóvenes: ¿Una relación imposible? (y 4)
3. CONCLUSIÓN: ALGUNAS PROPUESTAS
Acabamos con algunas propuestas concretas para los sacerdotes en su trato pastoral con jóvenes, sin que la numeración indique el orden de importancia; en todo caso, cierto itinerario metodológico:
1. Hemos visto que, según Benedicto XVI, los jóvenes deben sentirse amados por la Iglesia, y que incluso de esto depende el futuro de la Iglesia. Se trata de que se sientan amados para que los jóvenes puedan confiar en su mensaje y amar el camino, la vida y los valores de Jesús. Mirar con buenos ojos a los jóvenes, con empatía, apreciarles incondicionalmente pese a sus errores de bulto (lo que no quiere decir condescender con esos fallos) es el primer paso del sacerdote que quiere acercarse con mentalidad de buen pastor a los jóvenes. Dicho sacerdote debería preguntarse: “Al lado de Jesús se estaba bien. ¿Se está bien a mi lado?”. No se trata de querer hacerse popular o simpático a toda costa, pero sí de atender a aquella frase del gran pastor que fue San Francisco de Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”.
2. El sacerdote que quiera evangelizar a los jóvenes tiene que dedicar primero mucho tiempo a “estar y escuchar”(Cf. una explicación de esta actitud pastoral de “estar y escuchar” en ÁLVARO GINEL, Reflexiones para una pastoral en situación de no cristiandad, en Misión Joven 354-355 (julio-agosto 2006), pp. 5-16), como hizo Jesús con la mujer samaritana o con los discípulos de Emaús. Tendrá que estar atento para ganar la confianza de los jóvenes y tratar de comprender “qué venían –vienen- discutiendo entre ellos por el camino”, para poder después suscitar y acompañar el análisis de experiencias de vida. A su vez, el sacerdote debe estar dispuesto también a aprender de sus búsquedas, de sus silencios… También en las palabras y gestos de los jóvenes “el Espíritu dice cosas a las iglesias” (cf. Apocalipsis 2,7).
3. Dedicar tiempo y espacios al diálogo pastoral personal con cada joven, respetando tiempos y ritmos, sin imposiciones o dirigismos. Estamos hablando de acompañamiento personal, una acompañamiento que nunca debe ser dirigismo autoritario. Las escenas de la conversación de Jesús con los discípulos de Emaús o con la samaritana pueden servir de modelo.
4. Decía José Mª Mardones que hoy se requiere una evangelización que “cuide la cabeza, el corazón y las manos” (es decir, lo intelectual, lo afectivo y la acción comprometida). El sacerdote que trabaja en pastoral juvenil debe estar atento para ofrecer y lograr esa síntesis equilibrada en la experiencia cristiana que se ofrece a los jóvenes. De ello hablaba el texto de Benedicto XVI citado antes, cuando pide una oferta pastoral equilibrada que dé respuestas a las ansias de amor y verdad de los jóvenes.
5. El sacerdote debe recordar que en la pastoral juvenil, dada la pluralidad de situaciones y vivencias de los destinatarios, debe haber muchas ofertas e itinerarios diversificados. Por eso decía Benedicto XVI a los sacerdotes de Albano que la pastoral juvenil debe contar con múltiples fuerzas y recursos, más allá del estrecho círculo de cada parroquia o grupo concretos.
6. Lo más importante de todo: la centralidad de Jesucristo. En los tiempos de crisis se debe ir a garantizar lo esencial: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus caritas est, 1olvidar la centralidad del seguimiento de Jesús en la vida práctica cristiana y en lo que ofrecemos a los jóvenes.
7. También se debe dar importancia a iniciar en la vivencia completa de la fe cristiana, y no limitarse a catequesis teóricas. Los jóvenes aprecian lo vital más que lo teórico. Y esa característica –aunque tenga sus defectos si excluye toda reflexión- enlaza con lo mejor del catecumenado cristiano de los primeros siglos. Hay que buscar y realizar “una catequesis más vinculada a la acción litúrgica, a los sacramentos de la iniciación, al testimonio de la caridad, en definitiva, al conjunto de la memoria viva de la comunidad cristiana” (PPCEE, nº 14).
8. Antes recogíamos la sugerencia de Benedicto XVI de ofrecer acciones de voluntariado social y caritativo a los jóvenes. Los cristiano/as más admirados por los jóvenes son los que entregan su vida al servicio de los necesitados. Recordemos a Teresa de Calcuta y tantos otros. Y es que el “Jesucristo, que nos sale al encuentro en la Eucaristía, es el mismo que quiere encontrarse con nosotros en los pobres de este mundo” (PPCEE, nº 34 14).
9. Otra sugerencia de Benedicto XVI sobre pastoral juvenil era aprovechar los momentos y acciones puntuales de encuentro con los jóvenes (cada kairós apropiado, diría el Nuevo testamento): encuentros, viajes, Camino de Santiago, vivencias intensas o “límite”… Hay que saber leer lo que viven en ellas los jóvenes, y acompañar y hacer que se reflexionen y profundicen dichas experiencias. Esas ocasiones de encuentro pueden ser a veces inesperadas. Personalmente, nunca olvidaré una tarde en que me tocaba celebrar la eucaristía de un día no festivo en una parroquia del extrarradio de Madrid. Normalmente no venían más de 15 personas. Aquella tarde, al salir a celebrar, me encontré unas 200 personas sentadas en los bancos en absoluto y triste silencio, la mayoría de ellas jóvenes de unos 16-17 años con pinta de no pisar nunca la Iglesia. ¿Qué había pasado? Una semana antes había muerto en un trágico accidente de moto un compañero de instituto y esta eucaristía era su funeral. Sin embargo, no se me había avisado de esa circunstancia (ni yo había preguntado, todo hay que decirlo), sólo dejado el típico papelito en la sacristía con un nombre, sin especificar edad ni circunstancias del fallecimiento. Improvisé una homilía lo mejor que pude, tratando de elegir un lenguaje que llegara a aquellos jóvenes. Al salir a la calle, pasé al lado de dos chicas que se alejaban de la parroquia hablando. Pude oír que una de ellas decía a la otra: “El cura no hablaba mal, pero cómo se notaba que no conocía a nuestro compañero, ¿eh?”. Me di cuenta de que había perdido una gran ocasión de iluminar cristianamente una experiencia intensa para un grupo grande de jóvenes que no solían acercarse a la parroquia, y todo por falta de previsión y un descuido en la atención pastoral.
10. Una última sugerencia: en pastoral juvenil no deberíamos ser pesimistas y, por tanto, dejarnos conducir más a menudo por Aquel que da el crecimiento… Recuerdo a un anciano salesiano sacerdote salesiano que dedicó muchas horas de fin de semana de sus últimos años de vida a simplemente estar entre jóvenes de un centro juvenil de Madrid, aprenderse los nombres de la mayoría (aunque los olvidara en seguida) y dar algún consejo que otro... Nos sorprendió a todos escuchar en su funeral el testimonio emocionado de algunos de aquellos jóvenes sobre lo que habían absorbido de la experiencia sapiencial de vida de este auténtico presbítero-abuelo, en el mejor sentido de la palabra: supo estar y escuchar… Una chica de aquel grupo de jóvenes después me decía: “Es que lo más bonito que los curas nos podéis dar, vuestra experiencia de fe, a veces os la guardáis porque creéis que no nos interesa, y os equivocáis…”
Hasta aquí el artículo. Confío en que sirva de estímulo -nunca como censura o juicio crítico, que no soy quién para realizar- a lso sacerdotes diocesano y religiosos en su relación con los jóvenes. Agradezco las aportaciones que algunos lectores habéis hecho, unas en comentarios y otras por e-mail privado, sobre él, todas muy posotivas y que me ayudan a una reflexión posterior sobre este tema.