"Tan humilde como sabio y con una enorme obra a sus espaldas" Ha muerto el gran historiador Manuel Revuelta, SJ
Historiador de la Compañía de Jesús, sus páginas son imprescindibles para conocer la Iglesia y la España contemporáneas
Era sobre todo un experto en las Reducciones del Paraguay y la expulsión y extinción de los jesuitas
No suficientemente valorado por el mundo de la cultura, dejó una ingente obra y sobre todo un ejemplo de humildad y trabajo oculto
No suficientemente valorado por el mundo de la cultura, dejó una ingente obra y sobre todo un ejemplo de humildad y trabajo oculto
Los hombres grandes, los auténticos sabios, los ocultos investigadores mueren como han vivido en silencio. Casi nunca salen en la tele y su trayectoria pasa inadvertida para las masas de los grandes medios. Así acaba de fallecer un gran historiador de la Compañía de Jesús en España, el jesuita Manuel Revuelta.
Palentino de Población de Campos, cerca de Fromista, ha muerto hoy en Salamanca a los 83 años de edad con una enorme obra a sus espaldas y sobre todo con una sencillez y calidad humana encantadoras. Manuel Revuelta perteneció a la Compañía de Jesús 65 años, 50 como profesor, una profesión convertida en estilo de vida hasta sus últimos días. Comillas, Santiago de Compostela Frankfurt, Salamanca y Madrid fueron sus destinos donde fue sumando conocimientos de Historia y de vida espiritual que volcaba en sus escritos.
Su discípulo, el joven historiador laico Javier Burrieza le ha dedicado una sentida necrológica: “Sus obras –escribe- imprescindibles para entender la trayectoria de los jesuitas de los siglos XIX y XX, uno de estos autores situado en la línea de los grandes que contaron la historia de esta orden religiosa que nunca ha pasado desapercibida. Pero además, sus páginas son imprescindibles también para conocer la España contemporánea, hablando de exclaustración, anticlericalismo, confesionalismo... sabía conceptualizar, aclarar, matizar, reflexionar y siempre fue muy generoso con su tiempo, haciendo las cientos de recensiones que firmó o los prólogos de tantos libros”. Otra historiadora experta en la Historia de la Compañía, Inmaculada Fernández Arrillaga, de la Universidad de Alicante, me escribe, impactada: “Era para mí un gran maestro, un padre”.
Se puede considerar que Revuelta ha sido el tercer gran historiador de la Compañía en España, en continuidad con la obra de sus predecesores los padres Astrain y Frías, que analizaron esa historia en nuestro país desde los tiempos fundacionales. Su obra reúne más de cincuenta artículos en diversas revistas como Razón y fe: Revista hispanoamericana de cultura, Carthaginensia: Revista de estudios e investigación, o en Historia 16, entre muchas otras. También es el autor de nueve libros, entre los que destacan aquellos relacionados con la labor educativa de la Compañía de Jesús, así como la historia de sus miembros más notables. Era sobre todo experto en Las Reducciones en Paraguay, la expulsión y extinción de la Orden y enseñó además de en Comillas en la Universidad de Deusto y la Complutense de Madrid (1976-1985).
Con motivo de su jubilación el historiador eclesiástico José Manuel Cuenca Toribio acusaba en un artículo en Diario de Córdoba, a las Academias y otras instituciones de no haberle rendido el justo reconocimiento: “En cualquier tiempo y latitud de la España hodierna, el aplauso rendido a la biografía del jesuita palentino y a su nutrida y enjundiosa bibliografía es una exigencia intelectual y un deber de la éticamente precarizada sociedad hispana”. En lo que fue injusto Toribio es en meter en el saco de esa ingratitud a Comillas y la Compañía. Nada extraño, dado su actual antijesuitismo. Para él Revuelta, que acaba de morir, era un “jesuita de los da antes”, no de los de ahora. Claro, como este sí le gustaba, era "de los de antes". Pero el padre Revuelta era sin duda un hombre de estos tiempos, admirador de Arrupe e integrado en la actual Compañía.
Es muy cierto que no fue suficientemente valorado. Pero, como decían San Juan de la Cruz, “al atardecer de la vida nos examinarán del amor”. Eso es lo que queda, por encima incluso de una brillante carrera intelectual como la suya. Él, como pedía san Ignacio, se dedicó en cuerpo y alma a “en todo amar y servir”, a través de la investigación y la docencia. Fui testigo de esa gran humildad y delicadeza. Descanse en paz.