FRANCISCO, LIDER MORAL DE LA HUMANIDAD
Francisco fue un profeta de Dios, un santo, luz y esperanza para la Iglesia y para toda la humanidad. Su testimonio de vida y sus causas no mueren, siguen vivas.
| Fernando Bermúdez López
El Papa Francisco ha muerto, pero ha resucitado. Su legado ha abierto un camino reformador de la Iglesia, siguiendo las directrices del Concilio Vaticano II.
Hoy, muchas personalidades relevantes del mundo, académicos, intelectuales, premios Nóbel de la Paz, líderes políticos y religiosos de las distintas religiones reconocen en Francisco un líder de la humanidad. Su estilo de vida sencillo y coherente así lo atestigua. Proclamaba lo que vivía y vivía lo que proclamaba, por eso su palabra adquirió credibilidad en todo el mundo. Francisco fue un Pastor con gran sensibilidad evangélica por las personas más vulnerables. Insistió en que evangelizar es humanizar este mundo. Proclamó que Jesús vino a instaurar un nuevo estilo de vida basado en el amor y la fraternidad universal.
Fue un hombre profundamente sensible con la humanidad sufriente, pobres, enfermos, migrantes, víctimas de las guerras, refugiados, niños de la calle, desempleados, jóvenes desorientados… Por eso insistió que todo evangelizador debe “tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo”.
Denunció todo desarrollo económico carente de un desarrollo humano global. Llamó a un cambio de las estructuras socio-económicas y exhortó a “la solidaridad y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor de todos los seres humanos, particularmente de los más desfavorecidos”. Fue un Pastor profundamente humano al igual que Jesús.
A Francisco le dolía la falta de solidaridad con la gente que sufre. Uno de sus primeros viajes fue a la isla de Lampedusa para encontrarse con los inmigrantes y refugiados que llegaban a este lugar, muchos de ellos sobrevivientes de naufragios. Allí gritó que es una vergüenza lo que está ocurriendo en Europa y en el mundo. Hizo una llamada a la cooperación para resolver las causas estructurales de las migraciones y de la pobreza y promover el desarrollo integral de los pueblos del Sur. Insistía en que los bienes de la tierra tienen un destino universal y que el bien común está por encima de los intereses privados, como señala la doctrina social de la Iglesia.
Denunció con valentía la falta de ética en la sociedad, en la economía y en la política. Por eso dijo: ”Molesta que se hable de ética y de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia”. Hizo una imperiosa llamada a reconstruir los valores éticos en la sociedad. Porque la crisis de valores éticos es la mayor crisis del mundo de hoy.
Este Papa, al igual que San Juan XXIII, fue un hombre de diálogo y de Paz. Buscó el diálogo al interior de la Iglesia y con todas las confesiones religiosas en orden a contribuir al desarrollo de la Paz que nace de la justicia. Denunció insistentemente el uso del armamentismo y la violencia como medio de resolución de conflictos. Se opuso radicalmente a la guerra. Una de sus últimas palabras fue la Paz en Ucrania y en Palestina.
A Francisco le preocupó la degradación del medio ambiente, la casa de todos los seres vivos. Insistía en que la paz del mundo tiene mucho que ver con el cuidado de la Naturaleza. Porque el clamor de los pobres está unido al clamor de la tierra.
Para hacer frente a los graves problemas que sufre la humanidad, reconoció la necesidad de la conformación de una verdadera Autoridad política mundial. De ahí la urgencia de una refundación de Naciones Unidas para acabar con la desigualdad y el hambre en el mundo y velar para que nunca más se acuda a las armas como medio de resolución de conflictos.
Francisco ha sufrido muchas críticas dentro y fuera de la Iglesia. Él era consciente de ello, pero sabía muy bien que también Jesús fue difamado y perseguido por los poderosos de Israel, a quienes llamó sepulcros blanqueados. Francisco tenía muy bien asumidas aquellas palabras de Jesús: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentiras digan contra vosotros todo género de mal por mi causa”. Los fariseos de nuestro tiempo le llamaron “comunista”. Pero él no se inmutaba, siempre perdonaba y oraba a Dios por quienes le criticaban. Verdaderamente, Francisco fue un profeta de Dios, un santo, luz y esperanza para la Iglesia y para toda la humanidad. Su testimonio de vida y sus causas no mueren, siguen vivas.