FRANCISCO, PROFETA REFORMADOR DE LA IGLESIA
Su vida fue un don de Dios, no solo para la Iglesia sino también para toda la humanidad. Vivió lo que predicaba y predicaba lo que vivía. Tenemos esperanza de que el próximo Papa continúe el camino abierto por Francisco, que fue abierto por el Concilio Vaticano II.
| Fernando Bermúdez López
Ha muerto el Papa Francisco y ha resucitado en la Pascua con Cristo Jesús. Su vida fue un don de Dios no solo para la Iglesia sino también para toda la humanidad. Hombre sencillo, humilde, coherente, abierto al diálogo. Fue un Papa valiente. Un profeta de Dios. Murió con las botas puestas.
Desde el principio de su pontificado asumió la tarea de limpiar la Iglesia de signos de corrupción e iniciar una profunda reforma de la misma. Pero se dio cuenta de que la Iglesia no estaba preparada para todos los cambios que soñaba. El Concilio Vaticano II ya había abierto la puerta a esos cambios. Resumo en pocas palabras sus sueños:
La Iglesia no es la jerarquía eclesiástica sino todo el Pueblo de Dios. Y la jerarquía es parte del Pueblo de Dios. Soñaba con una Iglesia Comunidad de comunidades. Una Iglesia desclericalizada y despatriarcalizada en la que tanto varones como mujeres formen parte de los ministerios y que éstos sean desempeñados tanto por personas célibes como casadas.
La opción por los pobres y marginados fue otra de sus prioridades, entre los cuales resalta su espíritu de acogida de migrantes y refugiados. Entregó dinero del Vaticano a esta causa y pidió a toda la Iglesia poner en práctica las palabras de Jesús: “fui forastero y me acogisteis”.
Defendió incansablemente los derechos humanos, el derecho humanitario y los derechos de la naturaleza, “nuestra casa común”, porque el grito de los pobres es también el grito de la naturaleza. Denunció con fuerza al sistema capitalista neoliberal porque valora más el dinero que la vida de las personas. Decía “este sistema es la muerte de los pobres”. Insistió en el diálogo como el único camino para la Paz. Gritaba: “Nunca las armas. No a las guerras. No al genocidio. No al terrorismo. Sí a la vida”. Insistía en la creación de puentes en vez de muros (entre las fronteras Norte-Sur y el muro israelí en Palestina), que son muros de la vergüenza.
Lamentó la globalización de la indiferencia y la falta de sensibilidad ante la humanidad sufriente, refiriéndose a la desigualdad y hambre en el mundo y a las víctimas del genocidio israelí en Gaza y de todas las guerras. En el texto leído por el cardenal Ravelli el domingo de Resurrección, Francisco realizó un llamamiento a todas las partes para que "cese el fuego" en Gaza y se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz". "Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino", escribió Francisco. Impulsó el diálogo intercultural e interreligioso. Realizó encuentros con lideres de las distintas confesiones religiosas para formar una fuerza común por la justicia y la Paz.
Soñó con una Iglesia pobre, sencilla, solidaria con los pobres, al estilo de Jesús de Nazaret. Inició la limpieza de la curia vaticana de los focos de corrupción económica y sexual que a lo largo de los años se habían incrustado en la Iglesia. Condenó los abusos sexuales y la pedofilia que eran una realidad que negaba la transparencia que exige el Evangelio. Llamó al respeto a las personas gay, que aunque no se esté de acuerdo con ellas, no somos quién para juzgarlas.
Levantó el estandarte del perdón y la reconciliación. Señaló que el amor y la misericordia están por encima de toda ley, así como hizo Jesús cuando dijo: “No se hizo el hombre para el sábado (ley) sino el sábado para el hombre”.
Convocó a pasar de una religiosidad ontológico-cultualista a una espiritualidad ético-profética. La misión de la Iglesia es contribuir a la liberación interior y a la humanización de este mundo porque esa fue la misión de Jesús, que él llamó reino de Dios, porque allí donde hay amor, justicia y fraternidad reina Dios.
Soy consciente de que hay personas, incluso sacerdotes y algunos obispos, que no aprueban la actuación del Papa Francisco. Él fue consciente de ello, pero sabía muy bien que también Jesús fue difamado y perseguido por los poderosos de Israel. Francisco tenía muy bien asumidas aquellas palabras de Jesús: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentiras digan contra vosotros todo género de mal por mi causa”. Los fariseos de nuestro tiempo le llamaron “comunista”. Pero él no se inmutaba, siempre perdonaba y oraba a Dios por quienes le criticaban. Francisco fue un santo. Tenemos esperanza de que el próximo Papa continúe su camino de renovación de la Iglesia.