500 años excomulgado: como decíamos ayer
Se cumplen 500 años de la excomunión de Martín Lutero, el fraile reformador que con sus “cinco solas” revolucionó no sólo la iglesia, sino también la sociedad de su tiempo.
Si algo marca la persistencia de esta excomunión, es que simboliza de forma notarial las diferencias que siguen manteniendo como identidades separadas al catolicismo y protestantismo, dos confesiones enfrentadas por un libro en común: la Biblia.
Por una parte, esto minimiza los gestos, declaraciones y encuentros ecuménicos católico-protestantes. La realidad tozuda sigue ahí: las “sola fe”, “sola gracia”, “solo Escritura”, “solo Cristo”, “solo a Dios la gloria” mantienen la vigencia de dos visiones contrapuestas del mismo Jesús histórico, Dios y hombre.
Es una realidad que solo denominaciones minoritarias tradicionalistas (y curiosamente en su mayoría liberales, que chocan con la moral del catolicismo romano) caminan en un diálogo formal que anuncia unidad, aunque sinceramente son sólo fuegos artificiales.
Pero querría centrarme en un aspecto que es importante para el interior de las iglesias evangélicas o protestantes, y en las que sí existe un avivamiento ecuménico, aunque quizás menos visible al exterior que el católico-protestante.
Hay una afirmación que se desprende de las cinco solas: la iglesia debe ser “reformada y siempre en reforma”.
Esto genera un horizonte dinámico, no exento de tensiones. Por un lado, permite la aparición de grupos que se desgajan del común consenso de la identidad evangélica, como lo fueron los Testigos de Jehová (por citar a uno de los más conocidos).
Por otro, establece un marco de debate permanente que fluctúa en cuanto a la contextualización del Evangelio sin perder su esencia. Por ejemplo, la denominada “teología de la prosperidad” es rechazada por la inmensa mayoría de los teólogos y líderes evangélicos; pero ha sido y es motivo de confrontación por permear en mayor o menor medida el entorno evangélico con sus falsas promesas más propias de un marketing religioso que de una vida cristiana coherente. También los valores en torno a la vida, la familia tradicional y el concepto de sexualidad están suponiendo un desgarro interno que creo se hará cada vez más visible.
Sin embargo, de la misma forma facilita cambios positivos inimaginables en una estructura rígida y piramidal. Máxime en nuestro tiempo. Martín Lutero tuvo la imprenta como aliada en la difusión de su mensaje y del acceso a la Biblia. Hoy en día internet está generando un acercamiento universal (”católico”) entre las iglesias evangélicas creando plataformas diversas.
Está por ver si este impulso se sigue consolidando, ya que no carece de obstáculos. Pero sin duda asistimos a una “nueva normalidad” del diálogo ecuménico entre evangélicos. Siempre ha existido, pero tanto la aparición de legislaciones -que se interpretan como imposición ideológica contraria a la fe cristiana- como la pandemia, lo ha potenciado en gran manera. Hasta límites impensables hace sólo unos pocos años, incluso meses.
Hoy en día Martín Lutero seguiría igual de tranquilo que en su tiempo contemplando la excomunión papal (creo que le preocuparía mucho más que ésta desapareciese sin que cambiasen los fundamentos teológicos que impiden el acercamiento). Y sin duda el reformador alemán asistiría expectante al movimiento global que esta época está generando entre las iglesias evangélicas (protestantes) que descubren que la fe no está centrada en los templos, sino en la vida familiar, el trabajo y la participación en la sociedad (en la ayuda al próximo, al necesitado y en la vida pública).