Semana Santa: algo falla

Hasta el Concilio de Nicea (325 d.C.), la Iglesia celebraba sólo el día de la Pascua, que comenzaba el sábado por la noche y concluía el domingo por la mañana. Allí se conmemoraba la liberación del pueblo israelita de la esclavitud. Por tanto, la Resurrección era lo esencial, la Buena Noticia que se remonta a las Fiestas de los Tabernáculos. Más recientemente, tuvo un motivo penitencial de los penitentes que desfilan para limpiar sus pecados y mostrar su arrepentimiento, y ahí se ha quedado, borrándose el sentido de toda esta semana: la Resurrección de Cristo que ha vencido hasta la misma muerte.

Yo fui cofrade en mis tiempos mozos, disfruto de la imaginería religiosa, en unas fechas de honda significación cristiana. Es cierto que las procesiones acumulan varias connotaciones -religiosa, turística, cultural, incluso las tres a la vez- siendo innegable el sustrato religioso. Pero la tentación está ahí, hasta el punto de que hay lugares donde pretendían sacar las procesiones a la calle fuera de las fechas de Semana Santa. En su día lo recomendó el cardenal Sarah cuando estuvo al frente de la Congregación del Culto Divino; y tiene sus seguidores…

Dicho esto, traigo a la consideración de los lectores una reflexión que me ronda desde hace tiempo. Se trata del contexto procesional mismo, precisamente a la luz de la Buena Noticia que vive en el mensaje evangélico. Si observamos la dinámica que siguen todas las cofradías, recrean la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús. Pero yo me pregunto ahora cuál es el sentido de la Semana Santa procesional actual al centrarse todo en la muerte violenta de Jesús, en pasión y crucifixión, sin conectarlo demasiado con la razón de semejante crimen por parte de los responsables religiosos de entonces: el modo de vivir de Jesús, hasta el punto de que los asesinos -nunca se utiliza esta palabra, ¿por qué?- lo hicieron calumniosamente bajo una capa hipócrita de piedad y respeto a la ley de Dios.

Las procesiones en general, me parece que no tocan este tema para quedarse en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María. No cuestionan suficientemente lo que Jesús cuestionó para lograr una vida plena de verdad. Por otra parte, la Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional. Existen algunas procesiones en la madrugada del Sábado Santo, y se procesiona desde hace poco tiempo en algunos lugares el domingo de Resurrección, pero en un contexto bien poco festivo.

Quiero destacar en las procesiones que todo sigue centrado en lo trágico y amargo que Jesús tuvo que pasar, cuando lo que nuestra fe celebra es la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Esta última es lo que da sentido a todo el Triduo Pascual, y por eso la Resurrección es la fiesta litúrgica más importante del año. Las procesiones comienzan el Domingo de Ramos, y recorren las calles centradas en el dolor durante toda la semana, sin apenas espacio celebrativo… en el caso de las procesiones minoritarias previstas para el día grande de la Resurrección: la victoria de Cristo sobre la muerte, del amor sobre la maldad, de lo bueno frente a lo malo.

Una Semana Santa procesional católica debe equilibrar la importancia de la Resurrección, pues esta da el sentido a las procesiones de los días anteriores. El sufrimiento y el fracaso de la cruz, como un apestado, tiene pleno sentido a la luz del Resucitado. Pero quienes

asisten a los desfiles procesionales, sacarán una imagen poco en consonancia con la Buena Noticia ni con el compromiso personal que esta atesora.

Qué oportunidad desperdiciada para enfocar el Triduo Pascual de manera más adecuada ante los miles de turistas y de cristianos de bien que asisten cada año a la representación de los pasos de la Pasión. Tanto esfuerzo y tanta movilización para dejarnos lo esencial en el tintero, cuando lo turístico compite cada vez más con el fervor popular de la Semana Santa. Este acontecimiento de masas es el escaparate de la semana grande cristiana, y salir a la calle durante una semana debería manifestar mejor a la esencia misma de su razón de ser: el mensaje cristiano desde la figura de Cristo resucitado.

Volver arriba