La foto
La foto del niñito iraquí muerto en la orilla de una playa de Turquía es una acusación en toda regla. Nos acusa de indiferencia, de encastillamiento en nuestras seguridades, de incongruencia con nuestras creencias, de pasividad, cobardía o peor aun de estar tan pagados de nosotros mismos, que no nos reconocemos en la parábola del buen samaritano, en el levita y el sacerdote dando un rodeo al caído por una injusticia humana.
Ahora recordamos otra foto parecida, la de aquella niña vietnamita que huía desnuda por la carretera, quemada por el napalm de las bombas que entonces ya era moneda corriente de agresión contra la población civil aunque muchos lo ignorasen por estos pagos. La foto atrapó a Kim el 8 de junio de 1972 instantes después que el napalm le abrasara con quemaduras de tercer grado en un tercio de su cuerpo. Aquella foto dio la vuelta a un mundo con algo más de ética y conciencia que el actual. Algunos dicen que aceleró el fin de la Guerra de Vietnam.
Ahora, Kim vive en Canadá y es madre de cuatro hijos, y puede mirar la foto en la que corre desnuda y gritando de dolor y de pánico.
Aylan tenía tres años cuando le sorprendió la muerte escapando de los horrores de la guerra en Siria, en la que ya han muerto 120.000 seres humanos, incluidos 14.000 niños a los que nunca les pondremos nombre; solo quedará Aylan para recordarnos a todos la monstruosidad de la guerra siria donde la población civil es la principal víctima; ya casi ni nos acordamos del nombre de su hermano y su madre, que murieron también ahogados después de pagar una fortuna a las mafias para que los sacaran del infierno en el que vivían.
Pero queda la foto de Aylan en la orilla, la de Aylan y la Kim corriendo abrasada como el testimonio que nos obliga a los cristianos a removernos en nuestras conciencias. A pedir a nuestros pastores que se manifiesten contra todas las guerras y que eleven su voz de una vez por todas sobre todo contra nuestras barreras execrables que vulneran el derecho de asilo en las costas europeas y españolas. ¿Por qué sigue restallando el silencio cómplice de nuestras iglesias? ¿Dónde están los defensores de la ortodoxia? Esta nueva foto nos conmueve pero sobre todo nos pone frente a nuestras contradicciones. Demasiados silencios, demasiadas ganas de pasar página huyendo hacia adelante hasta una nueva escalada de inhumanidad que nos mata el alma a quienes no reaccionamos.
Deberíamos releer a los profetas, las cosas que decían inspiradas por Dios a aquellos que aplastaban a los débiles con su poder omnímodo. No matamos pero callamos indiferentes y nuestro grito solidario no llega a los medios de comunicación. La foto de Ayan impacta más que la de Kim pero tendrá mucho menos recorrido porque la dureza de nuestro corazón es mayor que la de hace cuarenta y tres años. Misericordia, Dios mío, porque es grande nuestro pecado.
Ahora recordamos otra foto parecida, la de aquella niña vietnamita que huía desnuda por la carretera, quemada por el napalm de las bombas que entonces ya era moneda corriente de agresión contra la población civil aunque muchos lo ignorasen por estos pagos. La foto atrapó a Kim el 8 de junio de 1972 instantes después que el napalm le abrasara con quemaduras de tercer grado en un tercio de su cuerpo. Aquella foto dio la vuelta a un mundo con algo más de ética y conciencia que el actual. Algunos dicen que aceleró el fin de la Guerra de Vietnam.
Ahora, Kim vive en Canadá y es madre de cuatro hijos, y puede mirar la foto en la que corre desnuda y gritando de dolor y de pánico.
Aylan tenía tres años cuando le sorprendió la muerte escapando de los horrores de la guerra en Siria, en la que ya han muerto 120.000 seres humanos, incluidos 14.000 niños a los que nunca les pondremos nombre; solo quedará Aylan para recordarnos a todos la monstruosidad de la guerra siria donde la población civil es la principal víctima; ya casi ni nos acordamos del nombre de su hermano y su madre, que murieron también ahogados después de pagar una fortuna a las mafias para que los sacaran del infierno en el que vivían.
Pero queda la foto de Aylan en la orilla, la de Aylan y la Kim corriendo abrasada como el testimonio que nos obliga a los cristianos a removernos en nuestras conciencias. A pedir a nuestros pastores que se manifiesten contra todas las guerras y que eleven su voz de una vez por todas sobre todo contra nuestras barreras execrables que vulneran el derecho de asilo en las costas europeas y españolas. ¿Por qué sigue restallando el silencio cómplice de nuestras iglesias? ¿Dónde están los defensores de la ortodoxia? Esta nueva foto nos conmueve pero sobre todo nos pone frente a nuestras contradicciones. Demasiados silencios, demasiadas ganas de pasar página huyendo hacia adelante hasta una nueva escalada de inhumanidad que nos mata el alma a quienes no reaccionamos.
Deberíamos releer a los profetas, las cosas que decían inspiradas por Dios a aquellos que aplastaban a los débiles con su poder omnímodo. No matamos pero callamos indiferentes y nuestro grito solidario no llega a los medios de comunicación. La foto de Ayan impacta más que la de Kim pero tendrá mucho menos recorrido porque la dureza de nuestro corazón es mayor que la de hace cuarenta y tres años. Misericordia, Dios mío, porque es grande nuestro pecado.